José Miguel Santamaría Uribe

Opinión

Ni la mermelada alcanza

Pero todo tiene un límite. Eso es lo que estamos viendo.

José Miguel Santamaría
16 de mayo de 2025

Lo ocurrido el pasado miércoles en el Congreso con la caída de la consulta popular es grotesco, no solo por los gritos e insultos entre legisladores y ministros, sino también por entender cuál es el precio que los colombianos debemos pagar para tener un Congreso digno.

La captura en días anteriores de Name y Calle, expresidentes de Senado y Cámara, por supuestamente recibir dinero en efectivo para la aprobación de leyes que quería el Gobierno Petro pasar, no tiene precedentes. Además muestra que —en general— nuestro Congreso necesita una reingeniería total, si los elegidos siguen siendo parecidos, nunca podremos hacer las leyes que verdaderamente necesitamos para cambiar el rumbo de Colombia.

Cabe anotar que las diferencias entre Senado y Cámara son grandes, los senadores —por el hecho de depender de una circunscripción nacional y de necesitar algo de voto de opinión y reconocimiento— se cuidan más y les importa el qué dirán, tema diferente con los representantes a la Cámara que en su mayoría su voto es totalmente clientelista, está en las regiones y depende de puestos, contratos y dádivas. Para ellos, lo que piensen en Bogotá o en las redes sociales de su comportamiento les rueda.

Adicionalmente, el poder centralista del Ejecutivo, el que todo lo puede, el que tiene el billete, hace que la relación Gobierno-Congreso sea en su mayoría un negocio en el que a cambio de puestos y contratos, el Gobierno de turno va sacando adelante su programa legislativo.

Pero todo tiene un límite. Eso es lo que estamos viendo. Hay leyes de leyes, algunas tan perversas y mal creadas que la mermelada no ha sido suficiente para sacarlas adelante. Se cayeron la reforma a la salud y la reforma laboral, aunque la andan reviviendo. Y, ahora, pasó lo mismo con la consulta popular. Lo único que realmente se alcanzó a pasar desde el inicio del Gobierno Petro fue una reforma tributaria espantosa, y la reforma pensional que por vicios de trámite se debe caer en la Corte Constitucional.

Ya vienen las elecciones de 2026. Tenemos más de 60 precandidatos presidenciales, la mayoría sin ninguna posibilidad de siquiera ganarle al margen de error. Muchos de ellos preparados y con conocimientos para ser muy buenos congresistas. Considero que ese debe ser el camino, los partidos políticos deberían hacer por primera vez un esfuerzo de sacar adelante unas listas con personas destacadas, limpias que lleguen a la Cámara y al Senado y le cambien de una vez por todas la cara al desacreditado Congreso.

Aunque todavía no sabemos a ciencia cierta qué sorpresas nos trae Petro para el tiempo que le queda de gobierno, hay muchas apuestas: desde su perpetuación en el poder, postergando las elecciones por hechos de fuerza mayor, por violencia o por conmoción interior, o falta de recursos para la Registraduría, hasta unas elecciones tipo Venezuela en las que el resultado sea claramente diferente al real. Los colombianos debemos y tenemos que salvaguardar la democracia que hoy está en riesgo, organizándonos, promocionando candidatos probos y visibles que pasen por encima de los aires dictatoriales que vemos cada día más fuertes.

Ya ni la mermelada alcanza para cubrir las barbaridades del Gobierno Petro; su radicalización será cada día mayor. Vamos por 2026.

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