
Opinión
Quítate de en medio
Hay personas a las que les cuesta más delegar.
Una de las cosas más difíciles de hacer en la lógica organizacional y corporativa es delegar, dejar el ego a un lado para entender que no todo se puede controlar y que el mundo sigue girando a pesar de que no estés en él.
Y si hablamos del mundo del liderazgo y la gestión, una de las habilidades más valiosas que se puede desarrollar es la capacidad de delegar. Soltar el control no solo libera tiempo y energía, sino que también empodera a otros en el equipo y fomenta un ambiente de confianza y crecimiento. Recordemos aquí al gran Richard Branson, “El arte de delegar es una de las habilidades clave que todo empresario debe dominar”.
Grandes pensadores y escritores han hablado siempre de la relevancia de la delegación y soltar el control para dar la oportunidad a otros. Stephen Covey, conocido por su trabajo en liderazgo y gestión, opina “Las personas y las organizaciones no crecen mucho sin delegar y completar el trabajo del personal porque se limitan a las capacidades del jefe y reflejan tanto las fortalezas como las debilidades personales”.
Pero es que nos cuesta soltar el control, entender que otros pueden hacer las cosas igual o incluso mejor que nosotros mismos. Es normal que pase, que pensemos que las cosas deben hacerse solo como lo vemos nosotros mismos, pero definitivamente es importante tener otros puntos de vista y construir sobre la diferencia de pensamientos.
Sin embargo, hay una reflexión en la mitad de todo. Un líder puede quizás delegar acciones, estrategias y hasta decisiones, pero jamás debe delegar la responsabilidad. En mi vida laboral he tenido jefes que de manera contundente “sacan el cuerpo” cuando ven que alguna acción se omitió o se tomó una mala decisión culpando a los miembros de su equipo. Esto para mí es el máximo indicador de un mal estilo de liderazgo.
Soltar el control y delegar no es una señal de debilidad, sino una muestra de confianza y sabiduría. Al hacerlo, los líderes pueden crear un entorno más productivo y armonioso, donde todos tienen la oportunidad de contribuir y desarrollarse.
Hay personas a las que les cuesta más delegar. No todos los estilos de trabajo y liderazgo son iguales. Además, no todas las tareas se pueden delegar. Hay que ser consciente de las implicaciones para el equipo, de delegar todo y a quién no se debe. Conocí alguna vez a un jefe que lanzaba a todos a un “sálvese quien pueda” permanente porque todo lo delegaba, sin dar dirección ni permanecer cerca del proceso. Eso tampoco sirve definitivamente.
Por esto hay que conocer muy bien los alcances de cada miembro del equipo para no “quemar” a nadie, sino permitirles que no solo respondan con la función, sino que haya crecimiento individual, eficiencia y mejores resultados colectivos.
Algo muy importante para no olvidar, aunque delegues la tarea, sigue ofreciendo orientación y apoyo cuando sea necesario. Mantén un equilibrio entre supervisar y permitir autonomía. La delegación efectiva requiere confianza. Confía en que los miembros del equipo pueden manejar las tareas asignadas y por favor evita ser complejo y micro manager.
“Rodéate de grandes personas; delega la autoridad; quítate de en medio”, Ronald Reagan.