Claudia Varela, columnista

OPINIÓN

Templanza: virtud subvalorada

La templanza es una virtud esencial para el liderazgo efectivo.

Claudia Varela
20 de octubre de 2024

El estoicismo habla de varias virtudes, de hecho, basa sus enseñanzas en cuatro fundamentales (sabiduría, justicia, templanza y coraje). Pensando en esto y los grandes retos del liderazgo en tiempos difíciles, quiero profundizar en una de ellas hoy, la templanza.

La templanza es una de las virtudes cardinales que se define como la capacidad de moderar y controlar los impulsos, deseos y emociones. Desde el liderazgo, esta virtud se convierte en una herramienta esencial para la toma de decisiones equilibradas y la gestión efectiva de equipos de alto desempeño.

La templanza no solo ayuda a los líderes a mantener la calma en situaciones de alta presión, también fomenta un ambiente de trabajo armonioso y productivo. Bien difícil cuando estás en una ola que sube y baja contigo adentro.

Dándome a la tarea de leer un poco más, encontré que a lo largo de la historia, muchos líderes han demostrado la importancia de la templanza. Un ejemplo notable es el de Mahatma Gandhi, cuyo liderazgo en la lucha por la independencia de la India se caracterizó por su autocontrol y su compromiso con la no violencia. Gandhi enseñó que la verdadera fuerza de un líder reside en su capacidad para controlar sus propias emociones y actuar con serenidad y justicia, incluso en las circunstancias más adversas.

Otro ejemplo destacado de un líder que ha demostrado templanza en el ámbito empresarial es Satya Nadella, CEO de Microsoft. Desde que asumió el liderazgo en 2014, Nadella ha transformado la cultura de la empresa, enfocándose en la empatía, la colaboración y la innovación.

En el liderazgo de influencia, la templanza sigue siendo una virtud crucial. Los líderes que practican la templanza son capaces de tomar decisiones Informadas, gestionar el estrés y fomentar relaciones positivas.

Justamente hace poco hablaba con un grupo de amigos sobre el rencor que a veces se guardan unos a otros en las organizaciones. Insisto en que las empresas están llenas de humanos y por eso son imperfectas, así que las virtudes y su buen manejo pueden hacer que crezcamos como colectivos. El rencor y la mala onda no llevan a nada constructivo en un equipo. Que el ego no nos lleve por delante.

De nuevo, aquí la templanza también implica la capacidad de perdonar y dejar ir los rencores. Esto es fundamental para construir y mantener relaciones positivas y saludables dentro del equipo. No tomarse las cosas personalmente y entender que los resultados son colectivos ayuda mucho a apalancar los momentos de crisis.

De otro lado, el autocontrol es un componente central de la templanza. Los líderes que poseen un alto grado de autocontrol son capaces de regular sus emociones, mantener la perspectiva y promover la justicia a través de una perspectiva equilibrada y madura sin dejarse llevar por el pánico ante situaciones complejas.

Todo lo anterior suena muy bien, aunque podría leerse como “humo” o promesas conceptuales. Pero no es así. Implementar la templanza en el liderazgo diario puede ser un desafío, pero es posible con práctica y dedicación.

A mi juicio lo más importante es tener un gran sentido del autocontrol y autoconciencia. Sólo a través de la gestión propia se llega a incentivar las virtudes que permiten tener un comportamiento consciente, inclusivo y justo.

No podemos olvidar la empatía que como base del liderazgo de influencia permite entender los motivadores de los demás y abrazar espacios diversos que generen mayor productividad y resultados para todos.

Reitero, para finalizar, que la templanza es una virtud esencial para el liderazgo efectivo. Al cultivar el autocontrol y la moderación, los líderes pueden tomar decisiones más justas, gestionar el estrés de manera efectiva y fomentar un ambiente de trabajo positivo. En un mundo en que las presiones y desafíos son constantes, la templanza ofrece una brújula interna que guía a los líderes hacia el éxito y la armonía.

“La templanza es un medio con respecto a los placeres”, Aristóteles.

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