PIROTECNIA
¿Cómo hizo el negocio de la pólvora para superar la prohibición?
Los polvoreros intentan volver a aparecer en los almacenes, en defensa de su derecho al trabajo, mientras surgen proyectos para prohibir su actividad.
La venta y el uso de la pólvora generan controversia. Este año, la directora del ICBF, Juliana Pungiluppi, indicó que el Ministerio de Defensa debería manejarla, mientras otros recordaron el proyecto de finales de 2018 de la representante a la Cámara por el Partido Alianza Verde, Katherine Miranda, que proponía sancionar a los productores de pólvora del país.
El sector la pasa mal desde 1995, cuando el alcalde de Bogotá Antanas Mockus prohibió la pólvora bajo la consigna “Ni un quemado más”. Un accidente de un niño llevó al mandatario a tomar la decisión que, ‘como pólvora’, se regó entre los alcaldes de otras ciudades.
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A partir de ese año, el Estado persiguió a los polvoreros sin cuartel y, aunque el sector sobrevive, queda solo una empresa legalmente constituida, El Vaquero, manejada por la familia Carvajal Castaño, con sede principal en Soacha, Cundinamarca. Ellos y otros polvoreros permanecen en un negocio que intentan mantener en medio de las dificultades.
Carlos Alberto Carvajal, dueño El Vaquero.
Una empresa familiar
Carlos Alberto Carvajal, de 68 años, ha persistido por muchos años en esta actividad estacional, en efecto, se mueve mucho en diciembre, pero en los otros 11 meses se mantiene con la producción e importación de productos pirotécnicos.
La compañía nació en 1952 por iniciativa de Juan José Restrepo y quedaba en el barrio Britalia, en Bogotá. En 1969, cuando Carvajal tenía 16 años, le hizo el primer pedido al dueño: 500 pacas para venderlas en Manizales, donde ya había tenido éxito.
La relación maduró hasta que en 1987 compró la empresa por $100 millones, una parte de contado y el resto a crédito, que terminó de pagar 10 años después. Precisamente en 1997 llegaron los años más duros y a la par de la prohibición, la constructora Amarilo les compró el terreno donde operaban. Con el dinero se mudaron a Soacha a un lote de 93.000 metros cuadrados.
El Vaquero emplea a 160 personas y en temporada de diciembre llega a 5.000 indirectos.
Su interés en otros negocios lo ha llevado a la finca raíz y la venta de abarrotes y de pescado seco, donde llegó a manejar más de 300 toneladas en ventas. No obstante, sostiene que no hay mejor negocio que la pirotecnia, aunque resulta muy difícil de manejar, debido a su alto riesgo.
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Tras las prohibiciones la actividad está reglamentada. La ley 670 de 2001 dio las pautas para la producción y venta. El decreto 4481 de 2006 reglamentó lo relacionado al almacenamiento y la distribución. Y los comercializadores estudian para conocer las normas y aplicarlas.
Gloria, la esposa de Carlos Alberto, sus hijos Carlos Andrés, Carolina y Juan Alberto se metieron en la empresa para darle un empujón. Por eso, El Vaquero hoy cuenta con la fábrica y 47 tiendas permanentes en el país, que llegan a 60 en la temporada de diciembre.
No solo han crecido a nivel nacional. Importan materias primas de China y exportan su producción a países como Perú, Ecuador, Panamá y Brasil.
Actualmente generan 160 empleos directos y cuando se prende diciembre, llegan a 5.000 empleos indirectos por los distribuidores de todo el país que se acercan a comprarles. Las ventas anuales pueden superar los $12.000 millones en un mercado que logra alrededor de $30.000 millones. No es posible confirmar esas cifras debido a que están trabajando en un código CIU ante el Ministerio de Comercio que permita llevar esa cuenta. Solo El Vaquero participa con alrededor de 40% en la industria pirotécnica.
Los desafíos
El mercado de la pirotecnia tiene un gran potencial. China es el mayor exportador de la industria y solo en Estados Unidos importan más de 5.000 contenedores de fuegos artificiales para celebrar el 4 de julio. Alemania importa 1.500 contenedores para las fiestas de diciembre. Argentina compra más de 250, mientras Colombia, un país con más habitantes, alcanza a duras penas los 200. Para crecer, los polvoreros piden protección y seguridad jurídica, con lo cual podrían generar 2.000 empleos de inmediato.
Empresas como Torero, de Valle del Cauca y Mariposa, el mayor fabricante de chispitas, se retiraron del negocio. Mariposa se opuso a la prohibición de vender luces a los niños y perdió una batalla legal. El Vaquero espera volver un día a los grandes almacenes.
Pero antes de llegar a ese punto deberán vencer las barreras. Sobre todo las iniciativas para prohibir el uso de la pólvora en el país, debido a la cantidad de lesionados que producen.
Tan solo el año pasado, 827 colombianos se quemaron con pólvora, 6% más que en 2017. De esta cantidad, 304 fueron niños, según estadísticas oficiales. Números dolorosos que provienen de la falta de una cultura correcta en el manejo de la pólvora y que frenan a empresas como El Vaquero.