PALMA
Las metas del gremio de la palma colombiana tras 55 años
Aumentar las exportaciones, crear una marca país para diferenciarse en el exterior y seguir aumentando la productividad, metas de la agroindustria de la palma.
La desaceleración que vivió el país el año pasado no fue generalizada y quizás una de las principales excepciones fue la agroindustria de la palma. En 2017 produjo 1’623.000 toneladas, 42% más que un año atrás, gracias a un buen clima, la maduración del sector, las buenas prácticas y el desarrollo de tecnología propia.
Es más, el año pasado la palma se ubicó como el segundo renglón agrícola, después del café, no solo porque ocupa 500.000 hectáreas, sino porque es la principal fuente de ingresos de 150 municipios.
Jens Mesa Dishington, presidente de Fedepalma, gremio del sector, que está cumpliendo 55 años, no duda en afirmar que gran parte del buen desempeño se debe al trabajo de Cenipalma, el centro de investigación del sector, el cual ha ayudado a aumentar la productividad, que es el factor de sostenibilidad de cualquier actividad económica.
Considera también que les ha sido útil agremiarse, algo que es difícil en un país donde muchas veces prima el individualismo. “Hemos podido crear bienes públicos sectoriales, que les sirven a los empresarios de todos los tamaños. Ya somos un gremio maduro, que provee buena información a sus afiliados”, asevera.
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Estima que 2018 viene con más consolidación de la producción y un mayor foco en el mercado internacional, en especial hacia México.
Según el Dane, de enero a noviembre las tres partidas arancelarias que tienen relación con el sector (aceite de palma en bruto, aceites de almendra de palma y los demás aceites de palma, incluso refinados) sumaron exportaciones por US$414 millones, 48% más que un año atrás.
Colombia exporta a 80 países, pero el foco está en Europa (allá se envían dos terceras partes del total de exportaciones de aceite de palma). “El tema con Europa es que es un mercado con muchas amenazas, pues allá hay una gran sensibilidad sobre la sostenibilidad del cultivo, que no están relacionados con nosotros, sino con los asiáticos, que son los mayores productores globales”, precisa Mesa.
Explica que Indonesia, Tailandia y Malasia están cuestionados por sus prácticas ambientales, temores que en parte pueden ser justificados, pero aclara que en estas acusaciones también hay detrás una campaña de difamación contra la palma por parte de los productores de otros tipos de aceites vegetales (como soya y maíz).
Esto porque la palma los ha desplazado y hoy es el aceite más producido en el mundo. “Son guerras comerciales soterradas que se enmascaran en la sostenibilidad, pero la verdad es que la palma requiere menos tierra, por ejemplo, que la soya. Para producir el aceite que da una hectárea de palma se requieren 10 de soya”, enfatiza.
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Mesa agrega que la ventaja de Colombia es que tiene espacio suficiente para sembrar dentro de su frontera agrícola sin deforestar (la frontera es de 43 millones de hectáreas y solo hay 7 millones sembradas). Además, desde 2004 los productores locales se han venido certificando con un sello internacional de buenas prácticas que se conoce como Rspo (Roundtable of Sustainable Palm Oil).
Hoy 15% de la producción nacional ya está certificada y en los últimos tres años en el ranking mundial de este sello, una empresa colombiana ha ocupado el primer lugar: Daabon.
El reto que viene es desarrollar una marca país para palma, dado que Colombia debe diferenciarse en el mercado internacional.