Estudios de la Universidad de Harvard indican que incorporar estímulos educativos en etapas tempranas en los niños es importante, ya que “fomenta de manera acelerada el desarrollo del lenguaje, la creatividad y las competencias sociales”. Estas habilidades constituyen bases esenciales para un mejor desempeño académico y la realización integral del menor.

Aunque el Ministerio de Educación de Colombia establece que la edad promedio de entrada a preescolar o kínder es a los 4 años, investigaciones del Instituto de Educación Infantil de la Universidad de Oklahoma y del Centro para el Desarrollo Infantil de Harvard refuerzan la necesidad de iniciar la estimulación mucho antes. La razón principal es la plasticidad cerebral, ya que durante los primeros tres años de vida el cerebro puede formar hasta un millón de nuevas conexiones neuronales por segundo, siendo este período óptimo para la absorción de estímulos y aprendizajes.

Patrick Bauch, rector del colegio Bureche School en Santa Marta, explica que “desde los cuatro meses es esencial que los niños estén involucrados en actividades de aprendizaje activo y experiencial. Esto les permitirá construir habilidades como la independencia, la curiosidad, la cooperación y la resolución de problemas”.
La metodología educativa es clave para el desarrollo académico y emocional. En Bureche School se implementa la metodología HighScope, que permite a los estudiantes explorar el mundo a través de experiencias directas con personas, objetos, eventos e ideas. En este enfoque, los docentes actúan como facilitadores, fomentando la exploración de materiales y la vinculación a situaciones nuevas, lo que contribuye al desarrollo integral.

Bauch añade que “el manejo emocional en los primeros años es fundamental, ya que facilita la adaptación a nuevos entornos, fortalece la seguridad personal y se convierte en un predictor para el éxito en las relaciones interpersonales y en la vida adulta”. La permanencia en una misma institución desde la primera infancia hasta el bachillerato ofrece un entorno seguro y estable, reduce la ansiedad, aumenta la motivación y permite un acompañamiento personalizado, favoreciendo el desarrollo integral y disminuyendo el riesgo de deserción escolar.
Enfoques como el de Bureche School, que “integran aprendizaje activo, proyectos e inteligencia emocional desde el kinder hasta el bachillerato”, muestran “resultados positivos en la estabilidad emocional” de los estudiantes y en su adaptación a procesos educativos más complejos.









