ENFOQUE
“El Rosario ya pasó la página de la crisis”: el abogado Jaime Lombana habla de su claustro y su carrera. Recibirá la distinción de profesor emérito
El prestigioso penalista Jaime Lombana será condecorado por su alma mater como profesor emérito, la mayor distinción del claustro a sus docentes. Habla con SEMANA sobre su profesión.
SEMANA: Esta vez no le vamos a preguntar por ningún caso, sino por una faceta desconocida de su vida, la de docente, por la cual lo premian en estos días. ¿Qué significa este reconocimiento?
Jaime Lombana: Tiene un gran significado. Son 33 años de cátedra en derecho penal general, penal especial y en criminología. Casi nunca me ufano en la vida, pero siento un gran orgullo de haber sido profesor de los mejores penalistas de este país. Yo me gradué de la Universidad del Rosario en 1986, después estudié criminología en Bélgica y me doctoré en España con grandes maestros. Dediqué mi vida al derecho penal por amor y pasión, disciplinado en el estudio de la dogmática y la lectura. En mi época, el penal no era tan fuerte en la Universidad del Rosario y a lo largo de estos años fuimos construyendo una gran escuela de penal. Estudiar Derecho en el Rosario es, sin duda, formarse en la mejor Facultad de Derecho del país. Finalmente, es la cuna histórica de las libertades y de la independencia.
SEMANA: En su vida llena de diligencias judiciales, ¿cómo dicta sin interrupciones esa cátedra?
J.L.: Siempre he sobrepuesto la cátedra y mis alumnos sobre el litigio. Por respeto a ellos y a mi universidad, siempre les doy prioridad en mi agenda y en mi vida.
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SEMANA: ¿Quiénes fueron sus grandes maestros?
J.L.: Primero, los profesores de mi Rosario. La semana pasada falleció uno de mis valiosos profesores, el doctor Hernando Tapias Rocha. También recuerdo con gratitud a Luis Carlos Sáchica, Antonio Rocha, Consuelo Sarria, Nemesio Camacho, Adelaida Ángel, entre otros. Valoro lo que nos enseñaron, el nova et vetera de nuestro fundador, que significa valorar siempre lo nuevo y lo antiguo. Y, por supuesto, debo agradecer a quienes fueron mis catedráticos en penal en España, Diego Manuel Luzón Peña, Miguel Díaz y García Conlledo, y en Alemania a Bernd Schünemann y Luis Greco, los científicos más cercanos al mejor penalista del siglo, Claus Roxin.
SEMANA: Usted habla con mucho amor del Rosario. ¿Siente que su universidad está saliendo de la crisis?
J.L.: Yo estoy seguro de que pasamos la página. Nuestros cimientos nos dan esa fortaleza. El Rosario ya tiene todo para seguir adelante. Es un centro académico promisorio. Invito a los jóvenes colombianos a que sean rosaristas. Por supuesto que hay cosas que mejorar y lo haremos. Hay que romper algunos esquemas, darles paso a nuevos aportes e innovar. Pero confío en la Rectoría y en sus directivas, que trabajan duro por un futuro acorde con nuestra historia.
SEMANA: ¿Qué significa para el Rosario la llegada de su primera rectora en 370 años de historia?
J.L.: Resulta trascendente el hecho de que sea la primera mujer. Pero, además, nuestra rectora, Ana Isabel Gómez, es una académica seria, garante, de inteligencia en sus decisiones y gran ser humano. Y nuestra vicerrectora Rocío Araújo es una aquilatada jurista valorada por el estudiantado.
SEMANA: En el mundo de la inteligencia artificial (IA), ¿vale la pena una carrera tradicional como Derecho?
J.L.: Por supuesto. No creo en esa inteligencia artificial en el mundo de la justicia y mucho menos en la jurisdicción penal. La complejidad de la naturaleza humana exige que la justicia jamás pueda ser reemplazada por la IA. Al final, el núcleo central del proceso penal es un ser humano. Los humanos no podemos ser clasificados y sistematizados informáticamente. En nuestro comportamiento, somos la suma de influencias históricas, genéticas, afectivas, educacionales e intelectuales, y esa suma de variables de la esencia humana, al juzgar al hombre, no puede ser reemplazada jamás por una máquina.
SEMANA: Su hijo también se graduó de abogado. ¿Cómo cree que será su carrera?
J.L.: Al terminar su colegio, mi hijo me dijo: “Te tengo dos noticias, una buena y una mala. La buena es que voy a estudiar Derecho”. Me hizo muy feliz porque me acordé de El alma de la toga, en el que el último mandamiento es precisamente ejercer con amor y dedicación para que algún día te sientas muy orgulloso cuando tu hijo te diga: “Papá, quiero ser abogado”. Esa era la buena noticia. La mala era que no quería estudiar en el Rosario porque quería ser independiente y labrar su propio camino, lo cual yo respeté plenamente. Juan se graduó de abogado como alumno brillante de la Javeriana y está estudiando un LLM en los Estados Unidos en penal económico. Él es hombre de biblioteca, es un muchacho muy consagrado. Será un gran abogado.