Francia no es profeta
SEMANA viajó a Suárez (Cauca), el municipio en el que nació la vicepresidenta Francia Márquez. La población pasa hambre, está carnetizada por las Farc de Mordisco y vive profundamente decepcionada de su paisana, quien tiene meses de no darles la cara.
Un poco más de 19 meses después de la llegada de Francia Márquez a la vicepresidencia de la república, los habitantes de Suárez, Cauca, la tierra que la vio nacer, siguen esperando dejar de ser nadies. La juventud, que depositó sus esperanzas en el cambio propuesto por el presidente Gustavo Petro y su paisana, decide entre raspar coca o dinamitar socavones de oro que poco a poco intoxican sus pulmones.
“Así nos tiene el Gobierno de Francia Márquez, el cambio que nos prometieron fue para mal”, manifestó una mujer afro que trabaja como comerciante en la galería del casco urbano en un domingo de mercado, en el que automóviles, jeepetos y chivas traen mercancía y personas de los múltiples rincones del norte del Cauca.
La comerciante sostenía en sus manos, callosas y gastadas por el trabajo de toda una vida, un racimo de plátano que no pudo vender en toda una mañana. Llegó a su puesto de ropa, que tampoco corría con suerte, a dividir un almuerzo personal en tres partes con el fin de hacer rendir la ración de bocachico, arroz, yuca y sancocho.
“La que vive sabroso es ella”, agregó con gracia la mujer, que confesó haber votado por Francia. Lo dijo sonriente, como si el lema de la campaña, que le mostró a Colombia una de las filosofías de vida del pueblo afro, se hubiera convertido en un chiste.
Esa decepción se ve plasmada a pocas cuadras de la galería, donde desapareció un mural dedicado a Márquez en una de las calles más concurridas del municipio. El homenaje se pintó en campaña para mostrar el respaldo del pueblo a su coterránea. Francia, con su característica mano empuñada, miraba con fuerza y seriedad a quien pasaba por la estrecha calle. Detrás tenía un paisaje montañoso, propio del territorio, y paisanos de todas las etnias levantando banderas y bastones de mando.
En octubre de 2023, un año y dos meses después de su llegada al poder, los lugareños lo cubrieron de pintura color rojo sangre. Con un rodillo empezaron por taparle la cara. Hoy en día, no queda rastro del mural, que borraron con pintura blanca, tal como desapareció la esperanza por ver prosperar una tierra que por años ha sufrido el abandono del poder central.
De hecho, el Estado no ha llegado al municipio de forma contundente. Un ejemplo es que la maquinaria amarilla que envió el Gobierno nacional fue utilizada para adecuar la vía que lleva a la vivienda de Francia Márquez y las de sus allegados.
SEMANA se adentró en el norte del Cauca para visitar el municipio de Suárez, sus principales corregimientos y las zonas donde la vicepresidenta dejó huella con sus labores de activismo ambiental. El territorio está sumido en violencia, narcotráfico y pobreza, una situación que empeoró tras la llegada de Francia Márquez al poder.
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Suárez está compuesto de ocho corregimientos y un resguardo indígena. Estos tienen 80 Juntas de Acción Comunal y una asociación de campesinos. El centro del comercio se localiza en el casco urbano, donde hay panaderías, restaurantes, cantinas, ferreterías y demás establecimientos para suplir las necesidades del municipio.
Existe una división tácita entre afrocolombianos, campesinos e indígenas, y bajo esas lógicas funciona el relacionamiento comercial y social. Los almacenes ponen música a todo volumen y los saludos entre cercanos son cálidos, pero es evidente que los suareños viven desconfiados.
Los llamados domicilios, hombres en motocicleta que hacen mandados para personas que habitan en la parte alta, son los campaneros de las disidencias de las Farc, el único grupo armado que comanda la zona. Avisan si ocurre algún tipo de actividad inusual y, vestidos de civil y con arma corta en el cinto, patrullan la zona.
La mayoría tiene apariencia indígena, pero otros son miembros de grupos afros, en su mayoría provenientes del corregimiento de La Toma, donde nació y creció Francia Márquez. Estos forman parte de la llamada guardia cimarrona, y los lugareños sospechan que trabajan en alianza con el frente del Estado Mayor Central de las Farc.
A quien se le pregunte por la vicepresidenta prefiere no responder, atemorizado por las posibles repercusiones de quejarse de la falta de acción de su coterránea desde el Gobierno nacional. SEMANA intentó comunicarse con varios concejales del municipio, que en sesiones arremeten duramente contra Márquez, pero ni siquiera permitieron que se les tomara una declaración grabada con la promesa de que se les iba a reservar la identidad.
Desconfiados, matizaron de inmediato sus comentarios, asegurando que el precio por denunciar a la vicepresidenta es alto. “Aquí nos jugamos la vida”, dijo uno de ellos, quien prefirió cortar la conversación en el momento en el que se dio cuenta de que trataba con periodistas.
Otros líderes comunales prefieren no conversar sobre el tema en el casco urbano, pidiendo que se arregle un encuentro en sitios en los que no se les vea hablando con forasteros. Temen que una motocicleta avise en la parte alta, lo que los pondría a rendir cuentas ante las disidencias para salvar sus vidas.Una bala no se le niega a nadie en Suárez. Los habitantes del municipio saben que deben ser discretos, ya que se trata de una guerrilla sanguinaria a la que no le tiembla la mano al momento de asesinar a quien obstaculice las operaciones de narcotráfico y extorsión.
En Suárez solo hay trabajo en el mundo de la coca, en minería y en agricultura convencional. El asentamiento de grupos guerrilleros narcotraficantes en la zona creó una falsa bonanza que encareció el municipio, dados los altos pagos que los criminales les ofrecían a los jóvenes, quienes en buena parte se apartaron de sus estudios. A comienzos de 2023, una arroba de hoja de coca, que equivale a 12,5 kilos, costaba 56.000 pesos. La caída desde mediados del año pasado provocó que en la actualidad esta cueste un poco menos de 26.000 pesos.
Nuevas drogas y sobreproducción hacen que la coca no sea rentable para los campesinos que la siembran. También bajó el sueldo de los raspachines, que con sus manos sacan las hojas de la planta. Podían ganar hasta 200.000 pesos diarios en Suárez, pero la situación los ha dejado sin empleo y sin otra alternativa para darles de comer a sus familias.
Y la ganancia de vender otros productos no se compara al poder adquisitivo de quien está en el negocio de la coca. En la galería, el racimo de plátano se vende en 30.000 pesos, la arroba de yuca vale 10.000 pesos y una canasta con 12 piñas cuesta cerca de 24.000 pesos.
“Estamos viviendo una crisis. Con la llegada de los cultivos todo se encareció. Todo está caro, pero el producto ha bajado. Estamos en una crisis total. Todo nos lo venden como si fuéramos coqueros. La situación económica está cruel”, dijo un líder social que prefiere no revelar su nombre.
Y por esta crisis, a pesar de la colaboración entre vecinos, por primera vez en mucho tiempo los suareños pasan hambre. “La mayoría de los jóvenes se han dedicado a la raspa. Nuestros jóvenes se hacen 100.000 o 200.000 pesos. Con el precio de la coca se desata violencia y hambre. Ni nuestros jóvenes estudiaron más ni trabajan en otra cosa, porque ahí solo trabajan de cinco de la mañana a doce del mediodía”, agregó.
A esto se unen las extorsiones de la Jaime Martínez, cuyas cabezas visibles en Suárez son alias Konny y el Paisa. A los agricultores, mineros, empresarios y comerciantes que más producen se les pide hasta la mitad de sus ganancias. Muchos de quienes no acatan deben escoger entre las amenazas y mantener a flote a sus familias.
Gran parte de la población está carnetizada y sometida a un gobierno criminal en el que se bombardean colegios y estaciones de Policía. Para el pasado Día de la Mujer les regalaron chocolatinas y flores, y en diciembre entregaron 100.000 pesos por niño y un marrano por vereda para la cena.
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Mientras tanto, solo dos agentes de la Policía patrullan zonas aledañas a la estación, atemorizados por el control territorial que ejercen los guerrilleros. El edificio está cubierto por polisombra y rejas, anticipándose a un posible lanzamiento de explosivos enviados por los criminales, como ocurrió a mediados de 2023 en plena cabecera municipal.
Subiendo por la represa de Salvajina, un cuerpo de agua color turquesa considerado uno de los atractivos turísticos del norte del Cauca, se ve una base militar abandonada en la cima de la montaña. Muchos suareños se animaron a montar hoteles cerca del río Cauca, pero este medio constató que casi todos los comercios dirigidos a visitantes de otros territorios se encuentran abandonados. Entre las razones está el miedo de los turistas a la violencia y otra posible causa son las extorsiones, que no permiten la subsistencia de ese tipo de negocios.
En medio del abandono, el gran proyecto que Márquez le quiere dejar a Suárez es una sede de la Universidad del Valle, la cual costará 52.000 millones de pesos. Se discuten programas académicos acordes con el territorio y la garantía de acceso a 4.000 jóvenes. Sin embargo, la población duda sobre cómo se instalará una institución que necesita de profesores y demás funcionarios, en una zona roja carnetizada, donde el acceso es restringido por las disidencias de las Farc.
“Es una expectativa muy grande, pero en dos años no lo vemos posible. El año pasado tuvimos un enfrentamiento en el que la escuela de niñas del municipio fue afectada. En las condiciones que está, a pesar de que pasaron varios meses, no se ha puesto un ladrillo. Las niñas tienen que estudiar en la escuela de niños o por turnos”, manifestó un lugareño.
La escuela de la que habla es la Institución Educativa Técnica Agrícola de Suárez, donde la vicepresidenta estudió la primaria. SEMANA verificó que se encuentra cerrada, destruida y sin presencia de niñas en los salones de clases. Si no hay escuelas, es incierto para muchos cómo se inaugurará una sede universitaria.Pero es claro para todos que Suárez no solo necesita una universidad, sino oportunidades para los jóvenes alejadas de la violencia, atención en salud, servicios públicos y presencia del Estado.
Conclusión:
Mientras llega el cambio que les prometieron, Suárez padece una crisis histórica que combina falta de recursos, violencia y olvido estatal. Saben que el tiempo corre y solo quedan dos años para que Francia Márquez se olvide de vivir sabroso para poner a sus paisanos a vivir dignamente. El pueblo no se rinde, a pesar de que los cuatro años de progresismo en la Casa de Nariño, tal y como van las cosas, se sumen a las décadas de abandono.
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