Historia del nazismo en Bolivia
Una de las mejores historias de contraespionaje en Suramérica sucedió en Bolivia y se llevó a cabo para evitar que el gobierno del presidente Enrique Peñaranda, fuera derrocado por militares que veían en los métodos totalitarios de Alemania, la solución a los problemas del país.
Una de las mejores historias de contraespionaje en Suramérica sucedió en Bolivia y se llevó a cabo para evitar que el gobierno del presidente Enrique Peñaranda, fuera derrocado por militares que veían en los métodos totalitarios de Alemania, la solución a los problemas del país. Después de la guerra, otro acontecimiento vincularía a Bolivia con los alemanes: la acogida en estas tierras de Klaus Barbie, mejor conocido como el “Carnicero de Lyon”. Antes de ser extraditado a Francia, Barbie asesoró a los dictadores Hugo Banzer y Luis García Meza.
Hacer jabón con los judíos
El espionaje nazi en América del Sur costó millones de dólares, estableció redes de decenas de agentes secretos e informantes, importó de Alemania decenas de transmisores de radio que fueron instalados de manera clandestina por doquier y contó con el apoyo subrepticio de las embajadas alemanas.
El contraespionaje británico en América del Sur, cuyas oficinas funcionaban en Nueva York en un piso de Rockefeller Center, giró alrededor de un laboratorio de falsificación de documentos establecido en Canadá. Uno de sus triunfos contundentes se dio en Bolivia.
En julio de 1941 el representante diplomático de los Estados Unidos entregó al canciller boliviano la fotocopia de una carta. Su autor recomendaba que el golpe de Estado se llevara a cabo ese mes. “Se aproxima la hora de ejecutar nuestro golpe para liberar a mi pobre país de un gobierno débil de inclinaciones totalmente capitalistas”.
Firmaba la carta el mayor Elías Belmonte, agregado militar de Bolivia en Berlín. La misiva estaba dirigida al ministro de la legación alemana en La Paz, Ernst Wendler. Belmonte era conocido por escritos públicos en que propugnaba por un régimen autoritario para Bolivia en vista del bajo nivel político y cultural del pueblo. Con fundamento en la fotocopia, Belmonte fue dado de baja del ejército por traición. El gobierno declaró a Wendler persona non grata, lo expulsó del país y decretó el estado de sitio para encarar la insurrección.
El Departamento de Estado de los Estados Unidos apoyó al gobierno del presidente Enrique Peñaranda.
El embajador de los Estados Unidos en Bogotá, Spruille Braden, notificó a Washington que un informante le había comunicado que en vista de la imposibilidad de interceptar la valija diplomática que llegaba a la legación alemana en La Paz, se falsificaron los documentos y se le entregaron al gobierno boliviano. Esas falsificaciones eran obras de arte, según el embajador.
Es decir, tan pronto se conocieron las revelaciones que sacudieron a Bolivia, se supo en la diplomacia norteamericana que se trataba de una impostura. Berlín le pidió explicaciones a Wendler, el cual categóricamente negó haber recibido una carta del mayor Belmonte, agregando que nunca había estado en contacto con el agregado militar. De todas maneras el enviado alemán tuvo que abandonar Bolivia. Se dirigió a Chile.
Barbie torturó hasta causarle la muerte al jefe de la resistencia en Francia, Jean Moulin, al cual le aplicaron agujas calientes debajo de las uñas y le quebraron los nudillos en la bisagra de una puerta
En Berlín, Belmonte declaró ante funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores que nunca había mantenido correspondencia con Wendler.
La carta fue falsificada, según el historiador Cole Blasier. Este obtuvo esa confesión del espía británico H. Montgomery Hyde, encargado de la operación secreta. Hyde reconoció en 1972: “La carta de Belmonte fue efectivamente falsificada por la inteligencia británica en la Estación M. Terminado el trabajo llevé la carta al principal experto en grafología del cuartel central de la Policía Montada en Ottawa, junto con ejemplos auténticos de firmas autógrafas de Belmonte. Después de análisis y escrutinio muy cuidadosos, se estableció que la firma de la carta era casi ciertamente auténtica”.
Alemania y los alemanes contaban con el favor de los bolivianos. Los alemanes controlaban las aerolíneas, algunos bancos y empresas comerciales. Argentina, que era cercana a Alemania e Italia, tenía muy buenas relaciones con Bolivia, sin que existieran entre los dos países las rivalidades militares que sí se presentaban entre Argentina y Paraguay y Argentina y Chile. Las Fuerzas Armadas bolivianas simpatizaban con Alemania. Había oficiales que veían en los métodos totalitarios de Alemania la solución para los problemas bolivianos.
Cualquier intento de convertir ese apoyo en solidaridad con el Tercer Reich se esfumó con la carta apócrifa y desapareció por completo meses después del ataque a Pearl Harbor cuando Bolivia rompió relaciones con Alemania.
Un sanguinario nazi en Bolivia
Después de la guerra, no hubo en Bolivia una política de puertas abiertas a favor de los criminales nazis que buscaban refugio fuera de Europa. Pero durante varios decenios Bolivia acogió a uno de los más sanguinarios, Klaus Barbie, que primero desembarcó en Argentina gracias a la protección del presidente Juan Domingo Perón y luego se mudó a Bolivia.
Barbie (1913-1991) fue jefe de la Gestapo en Lyon, Francia. Adquirió el remoquete de “carnicero de Lyon” por muchos motivos. Personalmente torturó a prisioneros y se le acusó de la muerte de 4.000 personas. Supervisó la deportación de judíos a campos de concentración en el este de Europa. En abril de 1944 ordenó la deportación de 41 niños de 3 a 11 años, de un hogar judío en Izieu a campos de concentración. Todos murieron en la cámara de gas.
Barbie torturó hasta causarle la muerte al jefe de la resistencia en Francia, Jean Moulin, al cual le aplicaron agujas calientes debajo de las uñas y le quebraron los nudillos en la bisagra de una puerta que fue cerrada a la fuerza. Moulin no delató a nadie. Por esta sevicia, Klaus Barbie recibió la Cruz de Hierro de Primera Clase con Espadas, que le fue impuesta personalmente por Adolf Hitler.
En 1951 este criminal de guerra y su familia llegaron a Bolivia, donde fue socio de un aserradero. Veinte años vivió con el nombre falso de Klaus Altmann hasta cuando en 1971 fue denunciado por los cazadores de nazis Beate y Serge Klarsfeld. Fue asesor de dos dictadores, los generales Hugo Banzer y Luis García Meza. El gobierno del presidente Hernán Siles Suazo accedió en 1983 a la solicitud de extradición presentada por Francia.
En el juicio en Lyon, Barbie declaró que cuando fuera juzgado ante el trono de Dios sería considerado inocente. Fue condenado a prisión perpetua y murió de leucemia a los 77 años.Se dice que hacia 1979 Barbie estaba en el Café Continental en Cochabamba cuando observó una pareja de judíos en otra mesa. Comentó: “Deberíamos volver a hacer jabón”.