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Educar para quedarse: ¿cómo el campo colombiano busca transformar su futuro desde las aulas?

¿Puede la educación convencer a los jóvenes rurales de quedarse en el campo? Desde Bolívar hasta el Amazonas, una serie de apuestas busca que estudiar no sea solo un derecho, sino una oportunidad para quedarse en el campo. Conozca más en la XII Cumbre Líderes por la Educación.

23 de septiembre de 2025, 11:20 p. m.
Estudiante en el campo.
Estudiante en el campo | Foto: Getty Images

A las cinco de la mañana, cuando la bruma todavía cubre las aguas del río Magdalena, un estudiante de décimo grado en el departamento de Bolívar, a quien llamaremos Juan David, se sube a una chalupa rumbo a la escuela. No hay semáforos ni calles pavimentadas: solo un largo trayecto de río y trocha antes de llegar al colegio más cercano. El transporte escolar aquí puede ser un viejo Willys o una lancha, y las distancias pesan tanto como los cuadernos.

En este departamento, el 81% de las 1.232 sedes educativas están en zonas rurales, con más de 91.000 estudiantes que conviven con la dispersión geográfica, la limitada conectividad y las huellas del conflicto armado. La secretaria de Educación de Bolívar, Crijulieth Ramos, lo resume así:

“Para nuestros estudiantes rurales, su contexto está representado por el campo, ríos, dispersión, ausencia o limitada conectividad y tecnología”.

Megacolegios, comida caliente y currículo con raíces

La Gobernación de Bolívar ha apostado por que la educación no sea solo un derecho, sino un motivo para quedarse. El Programa de Alimentación Escolar cubre ya 814 sedes rurales —el 82% del total— y busca alcanzar un 80% de comida caliente en 2027.

“Asumimos el PAE como la principal estrategia de permanencia escolar. Priorizamos la construcción de comedores escolares, la dotación de menaje y equipos de cocina, e implementamos un piloto de comida caliente transportada para pasar de leches y panes a comida caliente”, explica Ramos.

La infraestructura también ha dado un salto con los 21 megacolegios en construcción (nueve ya entregados), equipados con laboratorios, bibliotecas, aulas polivalentes y canchas. “Se trata de generar condiciones dignas en la prestación del servicio educativo, con espacios para ciencia, deporte, cultura y bienestar”, enfatiza la secretaria.

Pero el cambio no se queda en ladrillos ni menús. Bolívar impulsa un currículo contextualizado que vincula matemáticas, ciencias o lenguaje con la vida rural: huertas escolares, viveros comunitarios, ferias de emprendimiento, brigadas ambientales y laboratorios acuícolas.

“Queremos que el territorio sea el punto de partida y de llegada de la enseñanza. Que los estudiantes puedan construir un futuro arraigado a su territorio con oportunidades reales de crecimiento personal y colectivo”.

Las alianzas son un pilar: con el SENA y la Universidad Tecnológica de Bolívar llevan formación técnica y tecnológica; con UNICEF han capacitado a 750 docentes en competencias pedagógicas; y con organizaciones como ACNUR, OIM y Fundación PLAN trabajan en inclusión, resiliencia y emprendimiento.

Sin embargo, a pesar de estos avances, “nuestra geografía es difícil, la población rural está dispersa y enfrentamos problemas de orden público. Necesitamos más apoyo del Estado, del sector privado y de la cooperación internacional”, advierte Ramos.

Formar para quedarse, no para irse

Para Oscar Eduardo Garavito Cantor, docente e investigador de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad de La Salle, es evidente la idea de que la educación rural no debe preparar solo para migrar a la ciudad y lo sustenta de la siguiente manera:

“La educación rural no puede seguir siendo un mecanismo de preparación para la migración hacia los centros urbanos, debe consolidarse como un eje estratégico para la permanencia, la transformación territorial y la construcción de proyectos de vida viables y sostenibles”.

Su visión es integral: Esto implica integrar la formación con la operatividad real de las políticas públicas orientadas a la inclusión social y productiva, y reconocer que el campo no es únicamente un espacio agrícola, sino un territorio con oportunidades en turismo, bioeconomía, energías renovables, gastronomía, artesanía y servicios ecosistémicos”.

La experiencia de la institución a través del Proyecto Utopía en Yopal lo demuestra: jóvenes de distintas regiones se forman en agronomía y liderazgo social, desarrollando proyectos productivos en sus comunidades. “La formación se vincula directamente con las necesidades y oportunidades locales. Los resultados muestran mejoras en las competencias técnicas y de gestión, pero también en la inclusión productiva, el emprendimiento rural y la revitalización de economías locales”, afirma Garavito.

El café como aula y motor de arraigo

Por otra parte, en el Eje Cafetero, la educación y el territorio se mezclan con aroma de grano recién tostado. El Proyecto Escuela y Café, del Comité Departamental de Cafeteros de Caldas, integra el aprendizaje escolar con la cultura cafetera y su cadena productiva.

Más de 8.500 proyectos en fincas familiares han permitido orientar la vida de los jóvenes alrededor del café, asegurar relevo generacional y desarrollar competencias prácticas y socioemocionales.

Sonia Isabel Villegas, coordinadora de Desarrollo Social del Comité, describe así la filosofía:

“La ruralidad debe ser vista como un contexto de oportunidades y la educación es la encargada de visibilizarla. Los estudiantes a través de la educación pueden reconocer el potencial de su contexto y aplicar los aprendizajes en sus familias y comunidades”.

Iniciativas como “La Universidad en el Campo” ha graduado a más de 11.600 técnicos y 2.100 tecnólogos sin que los estudiantes tengan que dejar su vereda. Y la alianza público–privada Educación para la Competitividad asegura recursos, formación y capital semilla para emprendimientos rurales:

“El modelo de gestión permite que un estudiante rural inicie en preescolar y pueda graduarse desde la Universidad en el Campo en su misma sede educativa, permaneciendo en su territorio y aprovechando todo su potencial”, detalla Villegas.

El impacto es visible: en Caldas, el 59% de los egresados trabaja en actividades vinculadas al campo y el 88% expresa motivación para seguir en él. “Se acompañan los proyectos con formación, asesoría, formalización, bancarización y escalamiento. Esto genera confianza en sus capacidades y fortalece la integración familiar”, detalla.

Maestros que ‘multiplican’ futuro

En Antioquia, más del 80% del territorio es rural y Comfama lo sabe bien. Desde 2017 impulsa la Alianza ERA (Educación Rural de Antioquia) junto a más de 35 aliados, entre ellos la Gobernación, “Secretos para Contar” y universidades como el CES y la Universidad de Antioquia.

El modelo se desarrolla en cuatro fases: pedagogías activas, proyectos productivos con énfasis en emprendimiento, formación técnica y formación tecnológica.

A la fecha, 29 municipios han sido beneficiados, con 274 maestros capacitados y más de 3.100 estudiantes que han recibido formación que conecta el aula con su territorio.

“El maestro rural no es solo un docente, es un líder social y comunitario. Lo que pongamos en sus manos puede multiplicarse en todos sus estudiantes”, expresa Diego Jair Marín, líder de Educación Básica y Media en Comfama.

Programas como “Camino a la Educación” ofrecen acompañamiento socioemocional, conexión con becas y cubren costos de admisión universitaria; y Agrotec combina formación agrícola y tecnológica para impulsar productividad y emprendimiento.

Desde 2017, 1.533 estudiantes rurales han accedido a formación técnica y tecnológica sin salir de su vereda. Marín lo resume así: “el reto está en que todo el mundo quiere ir a la ciudad porque solo allá están las oportunidades y nosotros les estamos diciendo ‘ven, quédate porque el campo te necesita, eres fundamental para el campo y el campo es fundamental para el desarrollo de la nación’.

Educación superior con acento local

Con más de 25 años de presencia en regiones como Leticia, Arauca, San Andrés, Tumaco y La Paz (Cesar), la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), por su parte, ha desarrollado un modelo que combina oferta académica con bienestar estudiantil y vinculación territorial.

Programas de admisión especial como PAES, PEAMA, PAET y PTIUN permiten a jóvenes rurales, indígenas, afrodescendientes y víctimas del conflicto acceder a pregrados en su región o con movilidad hacia otras sedes. El acompañamiento incluye cursos de nivelación, grupos de estudio, alimentación, alojamiento, salud y cultura.

José Daniel Muñoz, vicerrector académico, destaca que “los programas de admisión especial posibilitan el acceso de estudiantes de comunidades rurales. Su continuidad formativa se apoya en bienestar como un sistema de apoyo integral para posibilitar el mejor tránsito posible de la vida universitaria”.

El reto es que los egresados regresen y aporten a su región. “Solo articulando docencia, investigación y extensión impactamos realmente la vida de los territorios… trabajando mancomunadamente con las comunidades para construir soluciones a los desafíos que enfrentan”, subraya Muñoz.

Aulas que llegan por selva y río

Entre tanto, en Vaupés, Guaviare, Amazonas y otras regiones apartadas, la Fundación Terpel ha instalado seis Aulas Interactivas ecoamigables con energía independiente, biblioteca y ecosistema digital. Más de 5.400 personas de ocho instituciones han sido beneficiadas.

La estrategia incluye formación docente adaptada a contextos rurales e indígenas, fortalecimiento de competencias digitales y diseño de planes de lectura y escritura.

“El aula en los diferentes territorios se ha convertido en escenario de encuentro de saberes, promoviendo el respeto y reconocimiento de las identidades culturales y vinculando de diferentes maneras a niños, niñas y jóvenes”, sostiene Marcela Montoya Ortiz, directora de la Fundación.

Llegar a estas zonas ha implicado inversión, negociación comunitaria y adaptación metodológica. “No obstante, bajo la escucha, empatía y concertación, hemos creado acuerdos que nos han permitido hacer equipo con un mismo propósito”, señala Montoya.

Un reto que nos toca a todos

Las experiencias de Bolívar, Caldas, Antioquia, Yopal o la Amazonía muestran que acercar la educación al campo no es un lujo, sino una condición para el desarrollo sostenible. Y que no es tarea exclusiva del Ministerio de Educación: requiere alianzas público–privadas, cooperación internacional y una visión que entienda al campo como motor de progreso.

En palabras del profesor Garavito, de la Universidad de La Salle:

“Permanecer en el territorio deja de ser una alternativa de ‘falta de opciones’ para convertirse en una elección consciente, respaldada por oportunidades tangibles”.

La historia de Juan David, que cada día cruza ríos para llegar a clases, es la de miles de jóvenes colombianos. Llevarles una educación pertinente, conectada con su cultura y su economía, es darles las herramientas para que puedan soñar —y vivir— un futuro digno sin tener que dejar atrás su hogar.

Para profundizar en este tema y otros temas de vital importancia en la educación del país, Foros Semana invita a participar en la XII Cumbre Líderes por la Educación (CLE 2025), que se llevará a cabo los días 24 y 25 de septiembre. Este encuentro reunirá a los actores más influyentes del sector en Colombia y el mundo para compartir experiencias, estrategias y soluciones que fortalezcan el futuro educativo del país. ¡Agéndese y haga parte del cambio!