Semana Sostenible

Campesinos, mujeres e indígenas cambian el Cauca con proyectos que frenan la migración juvenil

En el suroccidente del país, campesinos, indígenas y mujeres cafeteras transforman su futuro con apoyo de Smurfit Westrock y su Fundación en programas que fortalecen la educación y el ambiente.

1 de octubre de 2025, 9:52 p. m.
En la vereda Uribe, municipio de El Tambo, las manos de Yorladis Pino Cruz huelen a café recién tostado.
En la vereda Uribe, municipio de El Tambo, las manos de Yorladis Pino Cruz huelen a café recién tostado. | Foto: Suministrada por Smurfit Westrock y su Fundación.

En la vereda Uribe, municipio de El Tambo, las manos de Yorladis Pino Cruz huelen a café recién tostado. Desde la ladera de su finca observa los árboles que sembró con otras mujeres hace más de una década, cuando apenas soñaban con tener su propio ingreso. Hoy, esa semilla se convirtió en una asociación que exporta café a mercados internacionales.

VIII Cumbre de Sostenibilidad: Territorios Sostenibles

“Antes la mujer era sumisa, la que solo se quedaba en la casa, la que dependía del esposo. Ahora ya es más independiente, aporta para la casa, para el estudio de los hijos, al fomento”, dijo la lideresa de ASMUCafé, una organización de 33 productoras que pasó de vender 4.000 kilos en 2014, a 66.300 kilos en 2022 y más de 110.000 en 2024.

Yorladis Pino Cruz observa los árboles que sembró con otras mujeres hace más de una década.
Yorladis Pino Cruz observa los árboles que sembró con otras mujeres hace más de una década. | Foto: Suministrada por Smurfit Westrock y su Fundación.

Su historia es una de las muchas que se entrelazan con Smurfit Westrock y su Fundación en Colombia, una de las más antiguas del país. Para Catalina Barberena, su directora, la apuesta siempre ha sido clara. “De nada sirve que tengas un negocio exitoso si el entorno donde estás no está creciendo de la misma manera. No estás compartiendo esas ganancias, ese valor que tú tienes como compañía con el entorno”.

Por eso, desde hace 65 años la organización invierte en programas que van más allá de la filantropía, con el propósito de articular empresa y comunidad en territorios complejos como el Cauca.

La dimensión de los retos es evidente. Municipios como El Tambo, con 58.000 habitantes dispersos en 3.600 kilómetros cuadrados, apenas cuentan con ingresos tributarios de 3.800 millones de pesos anuales. Eso se traduce en menos de 58.000 pesos por persona al año para inversión libre de sus alcaldías.

Frente a esas limitaciones, la Fundación se propuso trabajar con las comunidades en tres frentes: educación, dinamización de economías locales y sostenibilidad ambiental. “No llegamos con un paquete de programas definidos, llegamos a sentarnos con Juntas de Acción Comunal, asociaciones, alcaldías y líderes para decidir juntos qué priorizar y cómo corresponsablemente trabajar en esas apuestas”, explicó Barberena.

El esfuerzo de Smurfit Westrock y su Fundación ha dado resultados. Solo en 2024, 865 emprendedores y productores locales fueron fortalecidos, la mitad de ellos mujeres. En total, más de 2.800 beneficiarios directos y 876 empleos se consolidaron en la zona sur del Cauca. Detrás de esas cifras están personas como Yorladis, que ahora lidera un colectivo femenino capaz de exportar a través de BanExport, y que ha transformado el rol de la mujer en su vereda.

Las manos de Yorladis Pino Cruz huelen a café recién tostado.
Las manos de Yorladis Pino Cruz huelen a café recién tostado. | Foto: Suministrada por Smurfit Westrock y su Fundación.

“Empezamos poquitas y ahora en toda la región se escucha: ‘tengo mi café, tengo mis propios recursos’”, agregó.

Otro eje de trabajo ha sido la educación rural, con un modelo pedagógico único en los Institutos Técnicos Agropecuarios y Forestales (ITAF) de Cajibío y El Tambo. Allí, los estudiantes alternan sus clases con proyectos productivos y granjas escolares, apoyados por fondos rotatorios que suman 1.800 millones de pesos desde 2003.

El impacto es tangible: el 97 % de los alumnos de 10° y 11° están vinculados a programas técnicos y el 64 % de los jóvenes tiene un emprendimiento en marcha. “Queremos que el joven vea en la ruralidad un proyecto de vida. Historias de muchachos que deciden quedarse en el campo, generar ingresos, ser líderes de sus comunidades. Eso cambia el imaginario de que el campo solo es azadón y trabajo duro”, enfatizó Barberena.

El modelo pedagógico de Alternancia se aplica en el ITAF de El Tambo donde los chicos tienen la modalidad de internado, que facilita la permanencia de los niños de los sectores más alejados. En este modelo los niños pasan un tiempo en la escuela y otro aplicando sus conocimientos en su entorno.

Jaime Abel Díaz es uno de esos ejemplos. A los 14 años sembró sus primeros 1.000 árboles de café en Pandiguando, El Tambo. Hoy, con 22.000 plantas en producción, emplea a dos personas de forma permanente y hasta 15 en temporada de cosecha.

A los 14 años, Jaime Abel Díaz sembró sus primeros 1.000 árboles de café en Pandiguando, El Tambo.
A los 14 años, Jaime Abel Díaz sembró sus primeros 1.000 árboles de café en Pandiguando, El Tambo. | Foto: Suministrada por Smurfit Westrock y su Fundación.

“La gente a veces no es tanto a lo que uno le diga, sino a lo que miren. Si miran resultados, dicen que tal proyecto puede ser bueno. Lo que yo quiero es que la juventud deje de ver el campo como pobreza y empiece a verlo como una empresa”, afirmó. Y es que su finca, además de sostener a su familia, inspira a otros jóvenes a quedarse y aprovechar un territorio fértil.

Territorio, resiliencia y futuro comunitario

El trabajo de Smurfit Westorock y su Fundación también encontró un aliado clave en los pueblos indígenas del Cauca. En el resguardo de Rioblanco, Sotará, José Miguel Palechor Palechor —ingeniero ambiental y candidato a doctor en Ciencias Ambientales— ha sido puente entre su comunidad y entidades públicas y privadas. Desde 2021, con el acompañamiento de la Smurfit Westrock y su Fundación, lidera proyectos de pollos de engorde, piscicultura de trucha arcoíris y chagras para autoconsumo. Asimismo, impulsaron la instalación de 96 paneles solares, la construcción de secaderos de café y la apertura de vías abandonadas por décadas.

Su visión va más allá de lo productivo: ha promovido la articulación entre saberes ancestrales y soluciones modernas para alcanzar el “buen vivir”, y gracias a eso, actualmente las 7.000 personas del resguardo cuentan con mayor autonomía energética y productiva gracias a proyectos de conservación, producción y fortalecimiento comunitario impulsados en los últimos años.

Ese enfoque ambiental se refleja en otros frentes: en 2024, la compañía y su Fundación protegieron 382 hectáreas de bosque natural en la zona de amortiguación del Parque Natural Munchique y sembraron más de 85.000 árboles maderables. Además, establecieron 32 acuerdos de conservación para proteger el hábitat del oso andino, especie en riesgo. En paralelo, fortaleció juntas de acueductos rurales, beneficiando a 16.636 personas con agua segura.

Para Barberena, lo fundamental es que estos proyectos nacen de acuerdos colectivos: “Si en las conversaciones del territorio sale que lo importante es fortalecer la caficultura, apoyamos café. Si es leche, trabajamos con ganaderos. Si es turismo, lo hacemos. Lo valioso es que las comunidades mismas deciden hacia dónde orientar el esfuerzo y nosotros aportamos capacidades técnicas y recursos”, explicó.

Ahora bien, los resultados de esa ideología son visibles en el día a día, en especial si se tiene en cuenta que, de las 92 microempresas asociativas acompañadas, muchas han logrado abrir mercados regionales y nacionales.

El caso de ASMUCafé es quizás el más simbólico, pero no el único. Pequeñas iniciativas de artesanías, porcicultura o lechería han incrementado sus ingresos gracias a procesos de capacitación y acompañamiento comercial. En total, el año anterior más de 423 millones de pesos en productos fueron comercializados con el respaldo de la Fundación.

Y ese dinamismo es importante porque tiene un efecto en cadena: más oportunidades laborales, menos migración de jóvenes a las ciudades y un tejido social fortalecido. Jaime Abel lo resumió desde su experiencia: “Yo arranqué buscando empleo. Hoy genero empleo y mi ejemplo ha hecho que otros jóvenes de la vereda me pregunten cómo empezar. Lo importante es cambiar la visión de que el campo no tiene futuro”, resumió.

Lo cierto es que, en medio de las limitaciones tributarias, la dispersión geográfica y los retos de seguridad, el Cauca sigue siendo un territorio de resiliencia, pues donde a menudo se asocia el nombre del departamento con conflicto, emergen historias de mujeres que exportan café, comunidades indígenas que producen su propia energía y jóvenes campesinos que transforman parcelas en empresas familiares.

Smurfit Westrock y su Fundación en Colombia acompañan esos procesos desde hace seis décadas, convencidas de que la sostenibilidad de una empresa depende del crecimiento de su entorno. Como dijo Barberena.

“En el Cauca hay imaginarios no necesariamente tan positivos, y cuando uno llega encuentra proyectos colectivos maravillosos. Nosotros solo somos uno más del territorio, acompañando historias que nos invitan a ver el país de otra manera”.

Y en esa suma de esfuerzos, el campo caucano se reinventa. Desde los cafetales de Uribe hasta los bosques del Munchique, las comunidades avanzan hacia un futuro en el que tradición y modernidad se dan la mano.