Actuación

Actriz Juana del Río habla sobre su protagónico en importante obra y destapa las razones por las cuales la tildan de ‘satánica’

La actriz Juana del Río conversa sobre su protagónico en la obra de teatro Medea en el Teatro Colón, los proyectos en Netflix y su irreverente forma de ver la vida.

26 de julio de 2025, 5:16 a. m.
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Juana del Río habla en SEMANA de sus nuevos proyectos. | Foto: SEMANA

SEMANA: ¿Cómo llegaron la obra y el papel de Medea a su trayectoria actoral?

Juana del Río: Siento que los personajes le llegan a uno cuando es el momento y porque uno es un canal. El año pasado me estaba preguntando mucho qué tanto me estaba traicionando como actriz y como mujer. Porque siento que ser mujer es un espectro, no hay una sola manera de serlo, pero en estos tiempos es difícil mantenerse. Siendo actriz, está ese deseo de validación, de ser vista y vigente. Yo siempre he sido rara, distinta, y durante mucho tiempo intenté a la fuerza pertenecer a lugares donde no encajaba. En el momento en que entendí que mis defectos eran mi escudo y motivo de orgullo, fue cuando más triunfé. Los personajes que he encontrado en esas intersecciones son los que más me han marcado.

El papel de Medea llegó cuando yo estaba en un momento muy catártico, preguntándome para qué soy actriz. De pronto pasó algo loco: Jimmy Rangel, el director, y los bailarines ya habían empezado ensayos de Medea; incluso ya tenían una Medea, que era una actriz maravillosa a quien quiero mucho, Patricia Tamayo, pero ella se rompió una pierna y no pudo hacerlo. Faltando un mes, Jimmy hizo casting, nada resultó y abrió el espectro. Dijo: “Que llegue una Medea”. Me llamó a casting y yo sentí que todas mis rarezas hacían sentido ahí, porque Medea es la bruja mayor, la mujer marcada por la traición, pero sobre todo por la traición a sí misma.

El día del estreno, Patricia fue y me dijo que era muy loco cómo las cosas pasaban. Ella se fracturó, yo llegué casi por accidente, y me dijo: “Tú eres Medea, no tengo nada que decir”. A veces los proyectos llegan así, cuando uno menos los espera. Cuanto más uno se radicaliza, se cierran muchas puertas, pero las que se abren lo hacen con fuerza. Uno deja de actuar para complacer y empieza a trabajar para mostrar otra manera de ser en la vida y en el arte.

Juana del Río en la obra Medea. | Foto: esteban vega la-rotta-semana

SEMANA: ¿Qué tipo de mujer le gusta representar desde su trabajo como actriz?

J.R.: Me gusta representar la libertad dentro del amplio espectro de ser mujer. Usualmente, la mujer está definida por su capacidad de reproducirse y ser bella, sobre todo en Latinoamérica, y yo no soy la representación de una mujer hegemónica latinoamericana. Tengo un lado masculino, oscuro; mi voz es gruesa, mi físico es distinto. Sé que para algunos eso es repelente, pero también es auténtico.

En mis redes me escriben cada tres días cosas como que soy satánica porque tengo un gato negro, pero no me molesta, hasta lo tomo con humor. A mí no me interesa darle la espalda al medio, pero tampoco busco ser lo que esperan. Veo la belleza en lo roto, en lo fracturado, en lo que nadie más ve. Nunca sonrío en las fotos, siempre estoy de negro, me gusta lo oscuro, el dolor como parte de la belleza. Eso me define.

SEMANA: ¿Esa forma de ver la vida viene de alguna experiencia o algo que pasó en su infancia?

J.R.: Claro, yo fui muy ‘buliada’ desde niña por mi voz, mi físico, mis gustos; era muy distinta. Yo fui hija única, criada por mi mamá, que trabajaba mucho y nunca me infantilizó. Mientras otras niñas veían Disney, yo veía películas de Almodóvar, veía mujeres distintas, fuera del canon. Creo que eso me marcó, junto con que siempre fui rebelde, contestataria, diferente. Estuve mucho tiempo sola, era insegura, hasta que un día entendí quién soy y dejé de luchar contra eso.

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Juana del Río. | Foto: esteban vega la-rotta-semana

SEMANA: Usted también ha participado en grandes producciones, como Frontera verde de Netflix. ¿Cómo la marcó ese papel?

J.R.: A mí, Frontera verde me marcó muchísimo. La experiencia en el Amazonas me cambió la vida y la química del cerebro. Fue la primera serie original de Netflix en Colombia, con una apuesta fresca y distinta, con actores naturales e indígenas. Estar allá te transforma, no vuelves a ser el mismo. Profesionalmente, me abrió puertas increíbles y conexiones con gente que admiro mundialmente. Después de eso, uno se pregunta: ¿y ahora qué?, porque fue muy fuerte.

Después vino mi primera experiencia en telenovela con Amar y vivir; la pasé delicioso. Luego fui a Corea a filmar una película. Toda esa ruta fue transformadora y me llevó hasta Medea, que sentí que era lo que buscaba.

SEMANA: Usted formó parte de la fuertemente cuestionada película coreana Bogotá, tierra de últimas oportunidades. ¿Qué pasó con su personaje? ¿Cómo se sintió con el resultado final?

J.R.: Fue toda una travesía. Primero, me llamaron para esa película por Frontera verde, así llegué al casting. Les dije desde el principio que si buscaban la típica mujer latinoamericana quizá yo no encajaría, pero el director me dijo: “Eso es lo que quiero”. Fueron siete callbacks; el proceso fue largo porque el protagonista era muy famoso en Corea, aunque yo no lo conocía. Llegué al rodaje en Bogotá y enseguida, pandemia. Eran actores coreanos, algunos actores colombianos, entre ellos Fabiana Medina, Cristal Aparicio.

El guion estaba traducido del coreano al inglés y de ahí al español, así que pedí leerlo en inglés. Mi personaje era la esposa del protagonista, un papel grande, con una hija. Empezamos a rodar y el proyecto se frenó por la pandemia. Después me llamaron para continuar en Corea y estuve nueve meses allá, lo cual fue maravilloso en lo personal.

El aprendizaje grande vino luego, cuando la película se estrenó y nos dimos cuenta de que habían eliminado casi completamente la línea emocional de mi personaje, y también la de Fabiana y Cristal. Nadie de la producción coreana nos explicó nada. Nadie en Corea nos avisó ni explicó nada. Podrían haberlo hecho; entiendo que en la industria cortar escenas es común, pero aquí era más de la mitad de la película. Los productores en Colombia tampoco sabían. Lo que hicieron en Corea fue quitar la mitad de la película, no avisar y no decir nada.

Fue doloroso porque no soy una actriz que salte de una producción a otra; para mí cada proyecto cuenta. Aun así, todo esto pasa por algo. Al final, vi la versión final y agradecí no estar en esa película tal como quedó, porque la imagen de Bogotá y de Colombia no fue la mejor. Me siento tranquila de no haber formado parte de una mirada tan dura sobre mi ciudad y mi país.

Juana del Río en algunos de sus papeles más importantes. | Foto: Instagram @juana_delrío

SEMANA: Hablemos ahora sobre una esfera un poco más íntima. El director de cine colombofrancés Jacques Toulemonde y usted son pareja y han construido una especie de dupla creativa. ¿Cómo es trabajar juntos?

J.R.: Nosotros nos conocimos en Frontera verde y, aunque empezamos a salir un año después de la filmación, desde entonces hemos sido casi como mejores amigos. Los dos somos unos incomprendidos, no cabemos en ningún lugar. Cuando trabajamos juntos, sobre todo cuando él dirige, es muy fácil. Un día encontró unos cuadernos míos y me animó a escribir juntos. Primero fui ghostwriter en algunos proyectos suyos hasta que en Goles en contra decidió que ya era momento de ponerme el crédito, le gustara a quien le gustara. Trabajamos juntos todo el tiempo y tenemos una mirada similar del mundo.

Es difícil porque lo que nos gusta hacer y consumir no siempre conecta con el gran público, y él también ha sentido la dureza del medio, la dificultad de pertenecer. Nos encontramos en esa ‘rareza’. Lo más gratificante de crear es cuando, trabajando para otra persona o director, logras entregar algo que supera la expectativa original.

SEMANA: Si no hubiera sido actriz, ¿qué sería hoy?

J.R.: Yo creo que trabajaría en una morgue arreglando muertos. Siento que es un arte, y lo digo en serio. Es una labor que admiro mucho.