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Conozca los secretos jamás contados de Sergio Barbosa, el hombre que convirtió la televisión en una pasarela
Sergio Barbosa revela su archivo más íntimo. Las historias no conocidas detrás de las presentadoras que llevó a la fama.
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Darwin Schneider Correa Parra
Periodista junior de la Dirección general de proyectos y foros de SEMANA. Periodista de contenido comercial, enfocado en el desarrollo y ejecución de proyectos estratégicos para marcas y aliados. Combina visión periodística y enfoque comercial para impulsar iniciativas que fortalecen la reputación empresarial y generan valor para las audiencias.

Hablar de Sergio Barbosa es hablar de un hombre que convirtió la televisión en pasarela y a las presentadoras en joyas, pero para entender esa mirada hay que volver a su origen familiar, a su abuela Ana Veronia Rubiano, una mujer imponente, de ojos verdes, pianista y elegante hasta en los detalles más pequeños. Era admirada y envidiada, y su esposo, Marco Antonio Barbosa Velásquez, uno de los abogados más influyentes de su tiempo, se encargó de consolidar su lugar en la historia al defender al Estado colombiano en el caso de las minas de Chivor, un hito de soberanía.
Cada triunfo profesional se traducía en un regalo para su esposa, y uno de ellos fue un collar de perlas que terminó convertido en metáfora de vida para su nieto. Durante un viaje a Nueva York, en la época en que Audrey Hepburn inspiraba los desayunos en Tiffany, las perlas fueron cambiadas por unas falsas.
Nadie las quiso cuando Ana Veronia murió; Sergio las rescató, las mandó restaurar y las convirtió en un tesoro que regaló tiempo después a su mejor amiga. Ese collar fue la clave de todo: supo que su misión sería transformar lo que parecía común en una joya verdadera.

Con esa lección entró a QAP, donde Gabriel García Márquez le enseñó que las noticias no se transmiten, se cuentan. Luego llegó a RCN. En La Noche creó un nuevo lenguaje para el entretenimiento y Daniel Coronell le confió la sección que lo haría leyenda.
La primera fue Catalina Aristizábal. Al principio no le parecía nada especial, pero decidió arriesgarse: se inventó una pasarela dentro del set de noticias, puso un video beam y hasta una chaise longue en pleno noticiero.
Todos lo miraron como si estuviera loco, pero el resultado fue histórico: más de treinta puntos de rating, una cifra que ni siquiera alcanzan hoy las finales de fútbol. Catalina, que iba a ser solo suplente de fines de semana, se convirtió en la primera gran estrella y, hasta hoy, Sergio afirma que ninguna presentadora ha superado su impacto.

Junto a ella estaba Andrea Serna, muy distinta a la mujer sofisticada que conocemos hoy. Sergio la veía como un prototipo atlético, fuerte, casi masculino, y le inventó la sección Andrea al extremo: montar a caballo, saltar en parapente, correr maratones.
La gente empezó a adorarla por esa mezcla de belleza y fuerza. Con el tiempo, la vida se encargó de invertir los papeles: en los eventos de gala pedían a Catalina, no a Andrea, pero años después fue Andrea quien se convirtió en la gran presentadora elegante de Colombia, demostrando lo que Sergio resume en una frase: “la constancia vence lo que la dicha no alcanza”.
En una sala de edición Sergio escuchó una voz fresca y divertida. Era Diva Jesurum, corresponsal en Barranquilla, quien prefería el orden público y las noticias duras, su verdadera pasión. Ella se resistía al entretenimiento, pero Sergio la convenció. No tenía el 90-60-90 de las demás, pero su personalidad desbordó la pantalla.
Así nació la Diva de la televisión colombiana, un fenómeno que rompió con todos los moldes y redefinió la idea de belleza en pantalla.
Con la llegada de Protagonistas de novela, Sergio descubrió a Cristina Hurtado y a Catalina Gómez. De Cristina recuerda aquella mezcla de dulzura y fuerza que lo cautivó desde la primera prueba. Tenía el cabello oscuro, ojos claros y una energía que llenaba el set, pero más allá de su belleza, lo que lo impresionó fue su historia. Venía de un barrio humilde de Medellín, Machado, donde todos la conocían por su carácter alegre, sus habilidades para el fútbol y su orgullo por llevar la camiseta del Independiente Medellín, el equipo de su corazón.
“No sé en qué momento se cambió al Nacional”, dice Sergio entre risas, recordando ese primer encuentro en el que entendió de dónde venía su fortaleza. Fue él quien decidió transformarla: la volvió rubia, la vistió con jean y camiseta blanca, y le dio un aire joven y fresco que rompió esquemas. Cristina impuso las ondas de agua, ese peinado de glamour relajado que sigue marcando tendencia.
Catalina Gómez, por su parte, fue definida por Sergio como el mejor cuerpo que ha pasado por la televisión, belleza pura, impecable en cada toma.

Luego apareció Isabel Sofía Cabrales, elegante y deslumbrante, la primera cuota costeña que enamoró al país, pero su historia cambió cuando Tomás Uribe, hijo del presidente, se cruzó en su camino. “Era profesional, hermosa y carismática, pero con el matrimonio dejó atrás lo que pudo ser una carrera estelar”, comenta el presentador.
La era digital trajo nuevos experimentos. Sergio organizó el primer concurso por internet para reemplazar a Isabel Sofía. El público eligió a Lina María Polanía, que llevó su cultura del Huila y convirtió al bambuco en parte del programa. Ella fue la presentadora que más tiempo duró en Estilo, negociante nata, creó su propia marca y actualmente cubre las principales ferias de moda del mundo.
Milena López, finalista de ese concurso, tenía un parecido a Claudia Bahamón y gustaba más a los directivos que a Sergio. Aunque no brilló en Estilo, encontró su espacio con Jota Mario en las mañanas.

Julieta Piñeres llegó con clase y una elegancia que atrapó desde el primer instante. Una noche, le dejó a Sergio una carta escrita a mano debajo de la puerta de su casa, pidiéndole una oportunidad para demostrar su talento. Ese gesto lo conmovió y, al conocerla, comprendió que tenía frente a sí a la sucesora perfecta de Andrea Serna.
Sin embargo, su brillo y preparación incomodaron a algunas ejecutivas que terminaron cerrándole el camino. Mientras tanto, Laura Tobón insistía desde las pasarelas con la misma determinación. En ese entonces, Sergio la veía aún en proceso de encontrar su imagen para televisión, pero su disciplina fue más fuerte que cualquier prejuicio. Con el tiempo, se consolidó como rostro del noticiero y musa del lujo digital.
En un Concurso Nacional de Belleza, Sergio descubrió a Natalia Valenzuela, candidata del Huila que generó tal furor que el teatro casi estalla cuando no fue coronada. Convencer a Raimundo Angulo de permitirle dar el salto a la televisión no fue tarea fácil, pero Sergio insistió hasta lograrlo y demostró que tenía razón: Natalia brilló con naturalidad y elegancia.
Hoy, al comparar aquellas reinas con las de los nuevos certámenes, lamenta que se haya perdido la preparación y el porte que antes definían a una verdadera Miss.

En medio de rumores de inconformidad en Muy Buenos Días, la presidencia de RCN le ordenó integrar a Jéssica Cediel a su nómina. Sergio odiaba las imposiciones, pero terminó rindiéndose a su talento: en poco tiempo se convirtió en una de las presentadoras más queridas del país.
Con Sara Uribe vivió otra historia de pasión por el oficio. Desde la primera clase en Protagonistas de novela notó su talento. Cuando finalmente ganó el reality, Sergio la llevó al set, convencido de que tenía algo distinto. Recuerda con cierta molestia que, por decisiones internas del canal, Sara trabajó en su programa sin recibir remuneración durante un tiempo, algo que él siempre consideró una injusticia. “Esa niña lo hacía todo por amor al medio”, dice con tono de admiración. Y tenía razón: su entrega y autenticidad la convirtieron en una de las figuras más queridas por el público.

A Daniela Álvarez la llamaba “Miss Universo” desde el primer día. Su perfeccionismo y compromiso la hicieron destacar, y esa misma energía sigue definiendo su carrera: hoy, abrir un desfile de L’Oréal en París es uno de sus mayores logros.
Luego llegó Macry Vélez, sofisticada y culta, que vivió una situación similar a la de Julieta Piñeres; su elegancia incomodó a algunas ejecutivas, pero su salida, según Sergio, fue la mejor decisión. Hoy brilla como empresaria y confirma que el estilo también puede ser independencia.
Barbosa admite que el casting más difícil que enfrentó fue el de Zajira Benavides, una presentadora impuesta que no tenía el factor X, como él lo llama. También recuerda con furia el día en que le cambiaron el set sin avisarle. Y aunque muchos creen que el secreto está en la perfección de la imagen, Sergio asegura que a veces es contraproducente: “los directivos prefieren la chabacanería”.

Frente a las redes sociales reconoce que permiten lo que la televisión no: el ingreso de nuevas caras. Y cuando se le pregunta si sería posible repetir lo que hizo en los noventa y dos mil, responde con seguridad: “con el respaldo de una buena marca, sí”. Para él, el legado es claro: “ellas fueron las primeras influencers de moda y lo siguen siendo. Dejaron pasión por la moda y por la televisión”.
Por eso, cuando sentencia que “no hay nuevas estrellas porque cerré la fábrica; nadie las hace, solo las rescatan”, no habla con arrogancia sino con certeza. Desde aquel collar de perlas falsas que convirtió en tesoro hasta cada mujer que pulió hasta volverla ícono, Sergio Barbosa sigue siendo el hombre que supo distinguir lo verdadero de lo impostado y que hizo brillar a las perlas más valiosas de la televisión colombiana.




