Lecturas
El país que escribió Germán Castro Caycedo: los libros más queridos del legendario periodista colombiano
“Perdido en el Amazonas”, “Mi alma se la dejo al diablo” y “El Karina” fueron publicados hace décadas, pero siguen conquistando admiración por el periodista y escritor, cuya muerte lamenta la cultura en Colombia.
Solo García Márquez era más leído que Castro Caycedo en Colombia y ello se debía al modo en que él sabía plasmar con su pluma las vivencias personales que recogía en sus apasionantes viajes e investigaciones. El periodista, fallecido hoy a los 81 años, también fue pionero de la narrativa de no ficción en el país y su elección fue un éxito debido a que supo intuir la riqueza de historias que envuelve un lugar tan variado y complejo como Colombia.
El cronista, que se preciaba de haber tenido el periodismo como una profesión en su vida, fue un autor prolífico, incluso en los últimos años de su vida. Deja una obra de 23 títulos, varios de ellos llevados a la televisión.
Pero si hubiera que escoger tres obras para empezar a entusiasmarse con Castro Caicedo, lo más adecuado sería incluir a Perdido en el Amazonas, Mi alma se la dejo al diablo y El Karina, cada una de las cuales hizo época.
El primero, publicado en 1978, traducido a siete idiomas y objeto de múltiples reediciones, fue su segundo libro y su éxito más sonoro. El texto, con el cual arrancó la narrativa de no ficción en Colombia, surgió cuando el periodista supo de la historia del exmarinero Julián Gil Torres, un explorador obsesivo que desapareció en la inconmensurable jungla. La clave podría estar en una tribu hasta entonces desconocida, con la cual él había entrado en contacto antes de esfumarse.
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Por supuesto, Castro Caycedo se trasladó a la apartada región del sur del país, la cual describe en profusión, para rastrear los pasos de Gil, en busca de respuestas y de los testimonios de quienes lo conocieron. Siempre que evocaba esa época, el autor traía a cuento que viajar al Amazonas en los años 70 no era lo mismo que hoy. No había transporte aéreo y para llegar al sitio de los hechos había que hacer toda una travesía de tres semanas por el río, desde Leticia hasta La Pedrera.
A pesar de las difíciles condiciones, Castro resistió los ocho meses que le tocó permanecer alejado de la civilización para recoger toda suerte de informaciones y detalles. Si algo cautivó de Perdido en el Amazonas fue el modo en que el escritor respetó los nombres, los lugares y las fechas que tejieron la historia. Así mismo, transmitió los testimonios de sus entrevistados de la manera más fiel posible, de modo que por su habla y expresiones se puede saber más de ellos.
Cuatro años más tarde vino Mi alma se la dejo al diablo, frase tomada del testamento del protagonista de la narración, un hombre que murió abandonado en los llanos del Yarí, también en el sur de Colombia. Castro se interesó por el caso al leer una pequeña nota en un periódico de Cali y viajó hasta ese apartado escenario para investigar.
Allí dio con el lanchero que halló el cadáver en una choza ubicada en un paraje a orillas del río Yarí. Desde ese momento se fue involucrando cada vez más en los hechos, gracias a que entró en contacto directo con otros que tuvieron algo que ver con ellos.
“Un año después, cuando creí que conocía la historia, busqué a quienes lo habían abandonado y finalmente logré llegar en un avión anfibio hasta el punto donde aún se encontraba el esqueleto de Benjamín Cubillos. Así se llamaba el muerto”, contó Castro Caycedo. La obra ha sido traducida a diez idiomas y se han vendido más de treinta mil copias.
En 1985, una lectura obligada de cualquier bibliómano era El Karina y surgió también del deseo de hurgar en una información de prensa que para muchos pasó inadvertida, pero no se pudo escapar de la curiosidad y el olfato de Castro Caycedo para detectar dónde había una buena historia.
En 1981, el periodista se sintió intrigado por un titular de prensa: “La Armada Nacional hundió un buque cargado con armas para la guerrilla del M-19”, grupo subversivo que estaba en plena actividad en ese momento y era noticia casi que a diario.
Semejante arista de un tema de tan candente actualidad le pareció perfecta al periodista para meterse en uno de los mayores factores de preocupación para el país en ese momento. Entonces, Castro buscó a los líderes de la organización, quienes autorizaron a su gente a contarle lo que había pasado con El Karina, como se llamaba la embarcación.
Las pesquisas lo llevaron a encontrar al hombre que había comprado la nave en Hamburgo, hasta donde viajó para entrevistar a otro que sirvió de intermediario en la negociación. Luego, en Berlín, halló al proveedor de las municiones para los mil fusiles que debía transportar el barco. Panamá, La Guajira, la Amazonia y la costa del Pacífico colombiano fueron otras escalas necesarias para mostrar la aventura del barco, pero también cómo era la vida en la clandestinidad y cómo era el accionar del grupo guerrillero dentro y fuera del país.
El Karina ha sido traducido a nueve idiomas y, gracias a él, Castro Caycedo recibió en 1999 el premio Rodoldo Walsh en España.
Lo sorprendente de estas obras es que si bien son documentos para la memoria reciente del país, también es verdad que se mantienen vigentes porque, de diversas maneras, mucho de lo que cuentan no ha cambiado desde que ese apasionado y maestro del periodismo que fue su autor las escribió.