Entrevista
“Florinda Meza no me dejó despedir de Chespirito”: La Chilindrina revela en SEMANA cómo terminó su amistad con Roberto Gómez Bolaños
La eterna niña de la televisión latinoamericana llegó a Colombia para despedir su carrera con una obra de teatro. En SEMANA, María Antonieta de las Nieves habla de cómo pasó del drama a la comedia y del dolor de haberse distanciado de su gran amigo, Roberto Gómez Bolaños.
María Antonieta de las Nieves comenzó a sentir, varios años atrás, que había llegado el momento de despedirse de la actuación y de los escenarios. Y lo hace en Colombia con Los huevos de mi madre, una obra de teatro escrita, dirigida y actuada por el artista paisa Fernando Botero, que solo en México completa más de 1.300 funciones.
La eterna niña de la televisión latinoamericana evocó en SEMANA sus orígenes en la televisión, cómo nació la Chilindrina, el dolor que le produjo la partida de Ramón Valdés, don Ramón en El chavo del 8, y la conversación que le quedó pendiente con Roberto Gómez Bolaños.
SEMANA: ¿En qué momento decide que llegó la hora de decir adiós?
María Antonieta de las Nieves: Un poco antes de la pandemia, estaba en Perú en una gira muy larga. Tenía una infección muy fuerte y no sabía qué me la provocaba, y resultó que era una muela que tenía mala. Me devolví a México, me quitaron dos muelas. En eso llegó la pandemia, que nos obligó a todos a quedarnos en la casa. Y fue en ese momento que pensé: ya estuvo bueno, ya es justo que disfrute de mi casa, de mis cinco nietos y de mi vida. Decidí guardar a la Chilindrina, con todo el amor y el agradecimiento, de no haber sido por ella, no habría viajado por el mundo. La guardé y dije: solo la voy a sacar para algo muy especial y esa ocasión ha llegado aquí, en Colombia, porque al final de la obra Los huevos de mi madre salgo a saludar al público vestida de la Chilindrina.
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SEMANA: Todos hemos crecido pensando que su nombre es María Antonieta de las Nieves, pero De las Nieves forma parte de su nombre, no de su apellido. ¿Cómo es esa historia?
M.N.: Lo que pasa es que una de mis abuelas se llamaba Antonia. Y la otra era Nieves. Y, al nacer, peleaban por qué nombre iba a llevar yo, pero como ambos resultaban algo fuertes para una niña, resolvieron ponerme María Antonieta y le agregaron De las Nieves. Claro, nunca pensaron que me iba a convertir en actriz y que para un actor su nombre es como una marca.
SEMANA: Usted comienza en la actuación siendo muy niña, pero en realidad quería ser una actriz dramática, al estilo de las grandes divas mexicanas.
M.N.: Yo salí en la primera telenovela mexicana, que se llamó Senda prohibida, en la que estuve dos capítulos, no tenía más de 8 años. Y después siguieron las grandes telenovelas de don Ernesto Alonso, una figura icónica en la historia de las telenovelas mexicanas. Siempre hice de niña. Y entonces me fui haciendo una actriz dramática. Y recuerdo que en una de esas novelas hice de niña mala, que era egoísta con su madre y con su abuela. Y por ese personaje me eligieron como mejor actriz infantil. Eso cambió diez años después, cuando conocí a Chespirito y me dediqué a la comedia.
SEMANA: Háblenos de ese encuentro con Roberto Gómez Bolaños, quien le ofrece ese primer papel cómico de su vida...
M.N.: Cuando me ofreció el personaje, dije: “Gracias, pero no, no soy actriz de comedia, soy actriz dramática”. Y él me responde: “Entonces no eres tan buena actriz como creías”. Y eso me afectó. “Un buen actor sabe hacer comedia y drama. Hace llorar y hace reír. Y es más fácil hacer llorar a la gente que hacerla reír”, dijo Roberto. Yo me dije: quiero ser eso, quiero aprender eso. “Enséñeme”. Y él me explicó que para el personaje que estaba buscando yo le daba el físico perfecto: jovencita y chiquita. Y fue él quien me enseñó, en un tiempo en el que la televisión se grababa en vivo. Me indicaba en qué palabra parar, porque sabía que en ese momento el público se iba a reír.
SEMANA: Todo un reto grabar en vivo...
M.N.: ¡En vivo! Era terrorífico. No había apuntador. Todo me lo tenía que aprender. Él me entregó el material un miércoles, y el sábado estaba ya al aire. Y debuté como comediante: y la primera risa que desperté entre el público me generó mariposas en el estómago, así como dicen que pasa cuando uno se enamora. Me enamoré varias veces en la vida, pero la verdad nunca experimenté esa sensación.
SEMANA: ¿Ese primer personaje fue la Chilindrina?
M.N.: No. Ninguno de los dos sabíamos que la Chilindrina iba a existir. Hice muchos personajes con Chespirito. Y un día a él se le ocurre ponerme a hacer de niña. Me quité las pestañas postizas, no me maquillé y me fajé los senos para verme como una niña. Yo tenía unos 18 años, pero tenía cuerpo de mujer. Y como mi mamá tenía una tienda de maternidad, le pedí una de las batitas que vendía para disimular las caderas y la cintura pequeña de mujer. Mi mamá me hizo el primer vestido que usé para ese personaje. Y después diseñó el vestido verde que caracterizaba ala Chilindrina.
SEMANA: ¿Cómo apareció el saquito torcido, característico del personaje?
M.N.: La construcción del personaje fue paulatina. Para las colitas del cabello, por ejemplo, pensé: “La Chilindrina no tiene mamá”. Así que las colitas deben ser una más arriba que la otra. Me puse pecas, me ‘quité’ un diente para parecer muequita. Y luego, en unas grabaciones, en una ocasión en que tenía gripa, le pedí a producción que me prestaran un saco. Y sin querer me lo puse ‘chuequito’. De repente escucho que dicen: ¡Corte! Pregunté por qué y me dijeron que me acomodara el saco. Yo les dije: “No, ella lo usa así”. Y así se quedó para siempre. Lo único que cambió fue el color: primero fue verde y después el rojo que la mayoría conoce.
SEMANA: Lo curioso es que su infancia transcurrió en una vecindad, como la de El chavo del 8.
M.N.: Sí, los primeros años de mi vida los viví en una vecindad. Pero no recuerdo muchos detalles esos años, era muy niña. Me fui de allá cuando tenía unos 8 o 7 años. Esa vecindad nos ayudó mucho en la época en la que mis papás tenían tiendas de ropa y nos quedaban cerca porque no teníamos auto. Yo me pasé buena parte de mi infancia en esos lugares.
SEMANA: Muchos de los actores que dieron vida a los personajes del programa ya no están. Pero, sin duda, uno de los más cercanos a su corazón fue Ramón Valdés...
M.N.: Fue increíble poder trabajar con él. Cuando muere mi papá, a quien le decía “papito lindo, mi amor”, tal como lo hizo después la Chilindrina con Don Ramón, yo comienzo a actuar con Ramón. Él siempre fue mi “papito lindo, mi amor”, incluso fuera del set. Es más, los hijos de él me llaman hermanita. A Ramón Valdés lo quise muchisísimo. Cuando él muere yo estaba en Perú, y tuve que cancelar la función. Me dio un ataque de nervios y me tuve que ir al hospital.
SEMANA: Otro de esos grandes personajes que nos dejó fue Roberto Gómez Bolaños. ¿Pudo reconciliarse con él después del pleito legal que tuvieron?
M.N.: La relación con Roberto fue maravillosa. Con él aprendí de comedia. Fue una persona única que nos cuidó a todos. Lo que pasa es que al principio él pensó que yo sería la Chilindrina nada más en el programa, en el circo y el teatro. Pero no quiso que yo la usara en el cine. No quería eso de ninguno de los personajes. Hubo años de litigio por el nombre. Inicialmente, para evitar el conflicto, quise registrar el personaje como ‘la Chilis’, pero me hicieron caer en cuenta que el personaje, tal como yo lo había creado, con las pecas, las colitas chuecas y las gafas, no estaba registrado. Y eso generó distanciamiento. Pero nunca nos dijimos una palabra fuera de lugar.
SEMANA: ¿Lo volvió a ver después de eso?
M.N.: Una vez, en Miami. Nos encontramos en un hotel y le dije: “Chespirito: ¿si tanto te quiero por qué estamos distanciados?”. Y él me respondió: “Yo también te quiero mucho, María Antonieta”. Y nos abrazamos. “Quiero que hablemos”, le dije. “Cuando quieras”, dijo él. Y le pidió a Florinda Meza que me diera el teléfono de la casa. A los días lo llamé y nunca me pasó al teléfono. Insistí después y tampoco. Creo que él nunca supo de eso, creo que no le quisieron avisar de mis llamadas.
SEMANA: ¿Tuvo que ver Florinda Meza en eso?
M.N.: Ella nunca quiso que yo le hablara a Roberto. Y bueno, ella era la que mandaba y la que decidía qué hacer en su casa.