Moda
Haider Ackermann: la historia de genio colombiano de la moda que fue adoptado por franceses y hoy viste a celebridades
El desaparecido Karl Lagerfeld lo llamó genio y Lady Gaga ha lucido sus diseños. El colombiano Haider Ackermann, nombrado director creativo de Tom Ford, tiene un brillante recorrido en la alta costura. Puntadas de una historia admirable.
En 2010, cuando Karl Lagerfeld, uno de los diseñadores más legendarios del planeta y el hombre detrás de la casa de modas Chanel por varios años, aseguró en una entrevista para la revista francesa Numero que la persona que imaginaba como su “legítimo sucesor” era Haider Ackermann, el colombiano se vio obligado a apagar su teléfono móvil.
“Fue una locura”, cuenta ahora, más de una década después, pues el diseñador alemán había sido generoso en sus halagos: lo llamó “príncipe” y también “genio”. Ackermann, sorprendido y algo asustado, lo asumió con humildad. “El hecho de que te nombre alguien con el poder que él tenía hace que todo el mundo te voltee a mirar. La vida nos da regalos y ese ha sido uno grande. Yo lo tomé como una manera de decir: sigue adelante, estás haciéndolo bien”, relata el diseñador.
Ahora mismo está de nuevo en los titulares de la prensa. La casa Tom Ford, una de las más importantes de la alta costura, lo nombró su director creativo. Y, para sorpresa de muchos, Ackermann aceptó. En el pasado su nombre había estado sobre la mesa de otras grandes firmas, pero el bogotano las rechazó. Luego se excusaría. Y contaría que se encontraba en una búsqueda personal, un largo viaje para la construcción de un estilo propio. Para 2005 fundó su taller en París y sintió que no estaba listo para tomar las riendas de marcas ajenas, pues incluso sonó para reemplazar a Riccardo Tisci en Givenchy.
De 53 años, piel morena, pelo revuelto y gafas redondas, Ackermann tropezó con el mundo de la moda siendo muy joven y llegó a escena con el comienzo del milenio a través de prendas para mujer.
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Se había destacado como estudiante en la Real Academia de Bellas Artes de Amberes y, años después, fue becario durante cinco meses de John Galliano, en la casa Dior, antes de aventurarse a crear su propia marca. Más tarde sería director creativo de Berluti, una antigua y reconocida firma francesa masculina.
Las primeras colecciones que llevaron su sello e hicieron su aparición en las pasarelas parisinas se caracterizaban por vestidos cruzados de jersey, pantalones sarouel y cortes perfectos, en los que primaban negros, azules y grises.
El aplauso de la crítica le llegó casi de inmediato. Era el año 2001 y el enorme talento que dejó en la edición de ese año en la Semana de la Moda de París le mereció un contrato con la compañía Ruffo Research, especialista en ropa de cuero de alta calidad, gracias a la cual obtuvo dos años después el premio Swiss Textiles, uno de los más importantes en Europa y que le otorga alrededor de 100.000 euros a talentos emergentes cada año.
Tras esa notoriedad, claro, llegaron las llamadas de grandes figuras de Hollywood, como Lady Gaga, Penélope Cruz, Tilda Swinton y Timothée Chalamet, que no han querido perderse la oportunidad de llevar un Ackermann puesto.
A Haider, sin embargo, le cuesta verse como un modisto de celebridades. “No es interesante leer artículos de prensa en los que primero hablan de los famosos y luego de la ropa. La primera fila de los desfiles está recibiendo más atención que la ropa en la pasarela, y eso no está bien”, se lamenta el colombiano.
Infancia por el mundo
Más que un diseñador, Haider asegura que su trabajo consiste, en realidad, en confeccionar “prendas de ropa bonitas, buscar cierto tipo de belleza. Si una persona se siente atractiva en ellas, entonces he conseguido hacer mi trabajo”. Después de consolidar su estilo en prendas para mujeres, Ackermann apostó por una línea masculina. “Justamente, me preguntaba quién era el hombre detrás de la mujer Ackermann”.
El 2011 fue su año definitivo. Fue portada de la revista Vogue, en la que Lady Gaga lució una de sus creaciones. La publicación lo bautizó como una estrella emergente de la industria y lo incluyó en la lista Vogue 120. Karl Lagerfeld, que un año atrás se había rendido a sus pies, le entregó el premio Fashion Group International.
Hoy se describe a sí mismo como un “proveedor de sueños e historias”. Cuando se diseña, dice, “solo tienes que pensar en la historia que quieres contar”. Su historia personal parece sacada de la imaginación de un avezado guionista.
Nacido en marzo de 1971 en Bogotá, Haider fue adoptado con solo 9 meses por una pareja de franceses que ya habían llevado a su hogar otros dos pequeños: uno de origen vietnamita y otro coreano. Con una madre profesora y un padre cartógrafo que trabajó para Amnistía Internacional, Haider se pasó buena parte de su vida recorriendo el mundo hasta que finalmente se radicaron en Bélgica.
Y con todo ese acervo multicultural que abrevó de sus viajes se matriculó en la Royal Academy of Fine Arts de Amberes dispuesto a convertirse en diseñador de modas. Tuvo claro que ese era su destino desde que con apenas 13 años descubrió en una revista los diseños de Yves Saint Laurent. Haider se detuvo en las prendas, en las formas, en los colores. Se imaginó que algún día podía lograr lo mismo, y lo hizo.
Celoso de su vida personal, Ackermann recuerda que Saint Laurent dijo alguna vez que “la elegancia es discreción”. Y no entiende por qué la gente “se deja llevar por esas expresiones vulgares de mostrar todo sobre su vida. No hay respeto por sí mismos, no se guardan nada para la intimidad”.
Reconoce, eso sí, que tardó en reconciliarse con la idea de ser colombiano. “Colombia es tan lejana como cercana, una pregunta que me he hecho desde la infancia. Por muchos años no quise ir como una manera de protegerme”.
Aceptó hacer un primer viaje a su país natal para complacer a sus padres y al llegar se sintió intimidado. Luego viajó en otras ocasiones, una de ellas para participar como gran invitado en Colombiamoda. “Hoy no puedo decir que es mi hogar, pero ya no me siento extranjero. Comencé una historia de amor con mi país. Desde que fui la primera vez logré una cierta calma conmigo mismo”.