Entrevista
Maía confiesa en SEMANA el duro camino que vivió para ser mamá; “lograrlo a los 40 ha sido maravilloso”
Nunca imaginó hacer una carrera en la música. Pero hoy, dos décadas después de su éxito ‘Niña bonita’, Maía sigue vigente. La barranquillera habla de su más reciente disco ‘La vida’ y revela dónde quedó su carrera de ingeniera.
Han pasado 22 años desde que Colombia conoció la voz de Mónica Andrea Vives Orozco. Lo logró con Niña bonita, la canción que le dio nombre a su primer álbum. Desde ese momento, arropada por la fama, todos la conocen simplemente como Maía.
Por ese entonces, la barranquillera había tomado una de las decisiones más arriesgadas de su vida: dejar de lado una prometedora carrera como ingeniera en Estados Unidos para apostar por la música. Con apenas 20 años, Sony, que la había descubierto años atrás en un concurso, le puso sobre la mesa un contrato exclusivo. Maía aceptó sin estar muy convencida y con el secreto temor de no triunfar como artista, en una época en la que los sonidos del tropipop tenían numerosos exponentes y las fusiones con la música tradicional, que era en parte su propuesta musical, estaban a la orden del día.
Hoy cree que ese riesgo valió la pena. Así lo cuenta en SEMANA convertida en mamá y con una nueva canción, La vida, en la que justo agradece todos esos regalos con los que ha sido bendecida.
SEMANA: Hoy está sonando con La vida, que forma parte de su más reciente disco. ¿Cuál es la historia detrás de este profundo tema?
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Maía: Nace en un momento en el que no podía ser mamá. Después de casarme, dije: “Ahora que estoy con el amor de mi vida, me imagino teniendo un hijo”. Y comencé esa búsqueda. Los ginecólogos me decían que estaba perfecta, que todo estaba en orden. Solo era esperar a que la vida fluyera. Pero, como nunca he sido muy de que las cosas fluyan porque soy acelerada y me gusta controlarlo todo, comencé a pelear con la vida porque no lograba quedar embarazada. También a amargarme, a desilusionarme cada que me llegaba el periodo. Entré en un estado de tristeza absurda.
SEMANA: ¿Y eso afectó su carrera?
M.: Sin duda. Hasta que un día hablé con mis papás y me preguntaron por qué me empecinaba en que todo se diera a mi modo y por qué mejor no agradecía lo que la vida me ha dado: “Tienes salud, amor, un esposo”. Al rato, entré a bañarme, tú sabes que el agua es sanadora. Y en ese momento se me ocurrió la letra de la canción. Cambié mi estado de conciencia. Entendí que no era una víctima, que la vida ha sido buena conmigo y no podía esperar a que ese milagro, que es la vida, llegara cuando yo quería. Un hijo no se desea como si se tratara de un carro. De esa experiencia nació La vida, que grabé con la disquera que fundé en 2018 con Alberto, mi esposo: Maía Records. Y no es una canción llena de optimismo excesivo. Es una invitación a valorar lo bueno. A veces hay que abrazar el dolor para superarlo. Y, estando en los preparativos de la canción, me enteré de que estaba en embarazo. Habían pasado casi cuatro años de intentarlo.
SEMANA: Justo cuando ya había dejado de lado la ansiedad...
M.: Exacto. Desde entonces, esta canción se volvió mi mantra. Porque así como la vida te pone a prueba, también te da regalos maravillosos que hay que saber valorar.
SEMANA: ¿Cómo ha vivido el reto de ser mamá de Magdalena a los 40?
M.: Maravilloso. Aún hoy se cree que si no tienes hijos más joven te ha dejado el tren. Y como mujeres nos damos palo. Pero ha sido la edad perfecta. Yo pedía cantar con ese pedacito de cielo en mi panza y lo hice hasta los ocho meses. Incluso me caí, pero a ella no le pasó nada. A veces me preguntaba si sería capaz de ser mamá, pero convertirme en madre a esa edad es una bendición, pues ya tenía una carrera, sueños cumplidos, ya había rumbeado. Estaba lista para ser mamá. Y luego el temor de cómo volver a trabajar, ya siendo madre, pero a los pocos meses de llegar Magdalena me invitaron a La descarga. Mi hija me ha enseñado que no hay que temerle al cambio y también a tener paciencia. Hoy, ella vibra con la música conmigo. Con ella entendí que para ser una mamá feliz debo ser una mujer feliz. Siento que ahora canto mejor, con más ánimo. La maternidad me ha dado superpoderes.
SEMANA: Todo esto lo vivió al lado de Alberto, su esposo, a quien por poco se pierde la oportunidad de conocer...
M.: Yo estaba en mis 34 años y organicé una reunión en mi casa. Poco antes, mi papá me había dicho que no me afanara por buscar el amor porque el amor iba a tocar a mi puerta. Y fue así, literalmente. Un amigo me llamó y me avisó que iba a la fiesta con dos amigos. “A uno lo conoces; al otro, no”, me dijo. Y le respondí: “Al que no lo conozco no lo dejo entrar”. Pero, al final, cedí. Y entonces, tocaron a la puerta: entraron mis dos amigos y luego el que no conocía, y resulta que era guapísimo. ¡Qué lindo muchacho!, dije. Desde entonces no nos hemos separado.
SEMANA: Y con él ha crecido como artista. Pero lo curioso es que en la música usted terminó por casualidad.
M.: La música fue una sorpresa en mi vida. Al principio, no lo entendía. A los 16 años gané el concurso Colombia Suena Bien, como mejor vocalista pop. El premio era grabar un disco con Sony, pero lo rechacé porque no me imaginaba siendo artista. Pensaba que no era para mí. Yo había llegado de Alemania y quería estudiar en la universidad. Estudié Ingeniería Mecánica, pero desde los 5 años había tenido profesores para aprender música, era de las que estaban metidas en los grupos de danzas y de folclor, pero no me imaginaba viviendo de la música, solo grababa demos con mi voz. Después del concurso, mi papá siguió en contacto con la gente de Sony y él les mandaba demos. A los 20, cuando estaba en las prácticas de mi carrera en Estados Unidos, mi papá me contó que Sony me quería ofrecer un contrato. También me dijo que me dejara sorprender por la vida y que disfrutara de esa gran pasión que tenía por la música. Yo tenía miedo de no triunfar en la música. “Si no funciona, te devuelves”, me dijo. Y, sí, dejé todo y me fui para Bogotá. Y me enamoré de eso de escribir canciones, grabarlas, la vida en un estudio de grabación. Lanzamos Niña bonita y la canción se pegó a los seis meses. Desde entonces no he parado.
SEMANA: ¿Y dónde quedó la ingeniera?
M.: Sigue estando presente. Me gusta mucho la parte del sonido y meter la mano en esa parte con mi música. Pero la ingeniería se volvió un hobby; mi oficio es ser artista.
SEMANA: ¿Cómo fue recibir la fama de manera tan rápida, a los 22 años?
M.: Aún no lo creo. Aunque Niña bonita se volvió éxito seis meses después de que saliera mi primer álbum, luego fue imparable. A tal punto que a Fernando Gaitán le encantó la canción y la volvió la banda sonora de La costeña y el cachaco y comencé a sonar todas las noches en horario triple A. Después salió Se me acabó el amor, Candela y me apuré para el segundo disco. Ahí fue cuando las cosas se complicaron.
SEMANA: ¿En qué sentido?
M.: Porque comenzaron las presiones de cómo hacer para mantenerme en la música con ese nuevo producto que era yo. Si sigues siendo tú mismo, o te arriesgas con otras cosas que están de moda. Eso me hizo sentir incómoda. Con el segundo álbum no estuve convencida de algunas cosas. A muchos Ingenuidad les sonaba igual a Niña bonita. Después del segundo disco, me separé del equipo inicial, conformé una nueva banda y comencé una búsqueda. Me dediqué a hacer fusiones, una exploración conmigo misma para saber hacia dónde quería ir. No les temo a las fusiones, pero que siempre quede mi esencia. En algún momento me retaron para hacer música urbana y entendí que si lo iba a hacer, lo haría en mi propia versión, sonar a lo Maía. Grabé un álbum de ese género que alcanzó a estar nominado al Grammy. Después de eso fundé mi propia disquera. Hoy miro hacia atrás con agradecimiento. Como lo canto en La vida, una vida que celebro con todo lo bueno y lo malo que me ha dado.