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Toros, drogas y política: Andrés Calamaro, un provocador más allá de la música
Sus miles de fanáticos lo han acompañado incondicionalmente en su carrera como solista, de donde nacieron himnos como Loco, Flaca y Crímenes Perfectos. Hoy ya suma 17 álbumes, unas 300 composiciones y una locura a prueba de todo.
Quienes lo conocen de cerca, saben bien que no es un hombre fácil. Andrés Calamaro Macel es obsesivo, perfeccionista, conversador prolijo, fan incorruptible de Bob Dylan y puede pasar semanas enteras encerrado en un estudio de grabación produciendo un nuevo disco.
Es imposible no recordar su paso por Los Abuelos de la Nada, en la década de los 80, y Los Rodríguez, en los 90. Dos grupos que se hicieron parte de la banda sonora de toda una generación con temas inolvidables como Mil Horas y Sin Documentos.
Sus miles de fanáticos lo han acompañado también incondicionalmente en su carrera como solista, de donde nacieron himnos como Loco, Flaca y Crímenes Perfectos. Hoy ya suma 17 álbumes, unas 300 composiciones y una locura a prueba de todo.
Su obsesión con la música lo llevó a imponer un récord con Honestidad Brutal, que se considera el trabajo discográfico más largo de la historia argentina. Tiene 38 cortes.
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“Honestidad Brutal fue una grabación larga y casi heroica. Terminarlo y publicarlo fue casi un triunfo. Y el principio de algo: que me gusta grabar de un modo incansable”, sostiene el artista.
Sus seguidores le han perdonado incluso esa ‘egomanía’ llamada El salmón, un álbum quíntuple para el que compuso unas 700 canciones, que luego redujo a poco más de 100.
Es que, quienes lo conocen de cerca, saben también de su carácter pendenciero. El Salmón, como muchos lo llaman en la música, ha construido una exitosa carrera en la que bien puede brillar por sus genialidades musicales, o bien puede encender polémicas con sus declaraciones públicas.
Hace apenas unos días lo vivió en Medellín, ciudad que incluyó en su Tour 2022 con el que recorre cinco ciudades de Colombia, entre ellas Bogotá, donde se presentará el próximo jueves. En la plaza taurina de la capital paisa fue abucheado después de comentarles a sus seguidores en medio de su presentación: “Ojalá La Macarena vuelva a estar llena de toros”.
El comentario no cayó bien. Y minutos más tarde, el argentino de 61 años se vio obligado a dar una suerte de disculpa: “¿Cierto que seguimos siendo amigos?, qué vivan los veganos de Medellín, qué vivan los animalistas de Medellín”.
La escena ya se había repetido en Ciudad de México. “Toros en México siempre tiene que haber, no permitamos que cierren la Monumental, si hace falta vamos todos a la puerta principal de la plaza. No podemos permitir la prohibición de los toros aquí, ni por política, ni por ideología y ni por oportunismo, ¡Vivan los toros en México!”.
¿De dónde viene esa defensa de la tauromaquia? “El nacimiento y la muerte no definen nuestro paso por la vida, tampoco la del toro bravo (…) Morir en la plaza lo diferencia de las otras especies animales. Las que mueren en el frío tormento de un matadero, aquellas desgarradas por la dentellada de otro animal más grande y con más hambre, los insectos pulverizados por venenos, el propio hombre abrazado a una fe que se diluye en la proximidad de la muerte, el ateo que pide a dios por mas vida... Morir en un minuto, en apenas segundos, no es una mala forma de terminar”.
Es que la polémica, la provocación y la incorrección política han sido una constante en la extensa carrera musical de El Salmón.
Muchos aún recuerdan cuando el 19 de noviembre de 1994, en La Plata, Argentina, el artista dijo al numeroso público que se había reunido para corear sus canciones: “Me estoy sintiendo tan a gusto que me fumaría un porrito”. La confesión le valió una denuncia del secretario de seguridad bonaerense.
Pero quizás una de sus manifestaciones más polémicas ha sido su apoyo a partidos de derecha como Vox, de España, país en el que ha vivido largas temporadas. ¿Por qué lo dice? “Prefiero el vértigo de los patriotas y reaccionarios, a su manera me representan más que los moderados”, asegura el argentino.
Ante las críticas, Calamaro ha tenido que arroparse con una bandera más conciliadora, como la que exhibe ahora durante su gira por Colombia: “Mis únicas banderas son la libertad, el bien común, servir a la música, honrar a mis amigos, mi familia, a mis maestros y al público que me trajo hasta donde estoy. Respeto los pensamientos que me son ajenos en democracia”.
Calamaro se defiende a su manera: “La conciencia social de los cantantes me tiene sin cuidado, no somos intelectuales, ni ensayistas, ni peones de campo. Los cantantes son cantantes, y ya está. Un cantante puede tener sus principios y Groucho Marx tiene otros. Sí, hay que blindar la dulzura de los folklores y la tolerancia entre ideas contrastadas no siempre idénticas”, asegura el argentino.
Por eso, dice enfático, prefiere hablar de música. “Los cantantes vamos a las canciones como un soldado va a la guerra. Luego la música permanece y crece en emociones, como una planta. El suceso es escuchar a estos cantantes interpretando estos versos, en este caso estos y en otros casos, otros”.
Confiesa que no es un “adicto a la nostalgia”. En Madrid “cumplí 30 años, celebré el amor, la soledad y me doctoré como músico de rock. No soy adicto a la nostalgia, no echo nada de menos ni de más”.
Y a pesar de que no pocos aún evocan con esa nostalgia de la que él desdeña su paso por Los Rodríguez, él no cambiaría por nada la carrera que ha construido como solista. “Antes de Los Rodríguez, había montado una banda donde oficiaba como vocalista principal, pero hasta entonces era músico de teclados o batería, músico preparado para tocar con bandas o artistas solitarios, con ciertas habilidades en el estudio de grabaciones. Soy músico de rock, una subespecie musical, a las formalidades de un contrato”.