Thomas Krüger, director de la bpb. Foto: Pilar Mejía.

Entrevista

“La educación política nunca ha sido neutral”: Thomas Krüger

La bpb, institución del Estado alemán, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial trabaja en impulsar la comprensión de la política y fortalecer la conciencia democrática. Hablamos con su director sobre el desafío de formar criterios en los tiempos que corren, y sobre Colombia.

Hernán D. Caro*
1 de octubre de 2019

Este artículo forma parte de la edición 167 de ARCADIA. Haga clic aquí para leer todo el contenido de la revista.

Thomas Krüger –por su soltura, su audacia y su papel en el largo proceso de reunificación de las dos Alemanias, hoy una figura sin igual en el panorama político alemán– dirige desde 2000 la Central Federal de Educación Política Ciudadana en Alemania (conocida por millones de alemanes por la sigla en minúsculas bpb). Antes de ello, este teólogo evangélico fue activista de la oposición en la antigua República Democrática Alemana, último alcalde encargado de Berlín Oriental –en los meses entre la caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989, y la reunificación en octubre de 1990– y miembro del Parlamento Alemán por el Partido Socialdemócrata. Hace pocas semanas visitó Bogotá invitado por el Instituto Colombo-Alemán para la Paz (Capaz) y habló sobre la experiencia alemana en la construcción y el fortalecimiento de la educación democrática y cívica en su país. A propósito de su viaje a Colombia, aproveché para entrevistarlo en Berlín.

¿Qué debemos entender por “educación” o “formación” política ciudadana?

La educación política en Alemania se ha entendido siempre en contraposición a la propaganda o agitación política. La educación política –ante todo como misión estatal– quiere lograr que los individuos puedan hacerse a una opinión política propia. El Estado se encarga a sí mismo la misión de apoyar a sus ciudadanos en la clasificación de diferentes argumentos, pues no todo el mundo puede acceder o explotar todas las fuentes de información existentes. Así, nuestra tarea es de apoyo infraestructural: mostrar las diferentes perspectivas sobre un tema político mediante la difusión de información por medio de libros, contenidos en línea, conferencias, etc., para hacer posible una formación de opiniones pluralista. Podríamos decir que es una forma de invertir en la democracia.

¿Cuál es la diferencia con la propaganda política?

En nuestro trabajo nos basamos en tres principios centrales. Primero, lo que es controversial en la sociedad debe ser reflejado en la educación política, a fin de que la gente misma pueda tomar decisiones. Segundo, la prohibición de adoctrinar. La educación política no puede agobiar y manipular emocionalmente a los ciudadanos a favor o en contra de una posición política. Y tercero, es importante que los ciudadanos tengan la capacidad analítica de saber cuáles son sus propios intereses políticos. Hoy se habla no solo de la capacidad analítica, sino también de la aplicación de lo aprendido. Por lo demás, a veces hemos tenido que discutir con ministerios u otras instituciones oficiales que creen que no es correcto que la bpb divulgue también las opiniones de la oposición. Pero la educación política no puede solamente presentar la perspectiva del Estado.

En los últimos años han tomado fuerza en muchos países partidos de ultraderecha, a menudo con posiciones abiertamente nacionalistas y xenófobas. En el caso alemán, esto lo representa el partido AfD (Alternativa para Alemania), que ha tenido buenos resultados en el este del país. ¿Cómo enfrentar ese desafío?

A este respecto hay que tener en cuenta dos cosas. Por una parte, la AfD intenta desacreditar la labor de la educación política diciendo que nuestro trabajo no es neutral. Sobre ello hay que decir que la educación política nunca ha sido neutral. Ha sido siempre normativa. Es decir, examinamos el marco constitucional y actuamos dentro de él. Un partido político legitimado democráticamente tiene obviamente derecho a participar en la formación de opiniones políticas. Pero no tiene derecho a no ser contradicho. Y eso es válido tanto para la AfD como para cualquier otro partido: ¿actúan en el marco de la Constitución? Mientras el respeto por la dignidad humana, la libertad de opinión, la libertad de religión se encuentren establecidos en la Constitución, no es legítimo expresar posiciones antimusulmanas o xenófobas. Todo lo contrario. Hay que entrar en controversia con la AfD, pues el límite es la Constitución. Pero no cabe duda de que la AfD es un desafío difícil de enfrentar.

Lo segundo es aprender a examinar los temas que la AfD explota, y que habían recibido poca atención de otros partidos. Por ejemplo, el distanciamiento entre las infraestructuras urbanas, bien equipadas, y las regiones rurales relegadas. Este es un tema que la AfD ha capturado sagazmente. Hay que ocuparse de estas disparidades. En la bpb tenemos un programa que intenta apoyar multiplicadores, representantes en zonas rurales; animar el trabajo democrático en el campo y de esta forma, implícitamente, enfrentarse a posiciones xenófobas.

¿Pero qué sucede cuando la gente ya no quiere creer en esa información? ¿Cómo hacer educación política en nuestros tiempos?

Es muy importante que en los medios se represente la pluralidad. Los monopolios temáticos llevan muchas veces a la pérdida de diversidad de opiniones. Así que una autocrítica es necesaria en los medios. En Alemania, por ejemplo, los migrantes siguen subrepresentados entre los periodistas. Y ante las fake news, la cientificidad y la validez de la información se ponen en duda. Pero esto tiene remedio. Al revisar el tema de las fake news en los colegios, nos hemos dado cuenta de que los jóvenes en las ciudades están acostumbrados a confrontarse con diversas culturas y opiniones. También invitamos a la gente a confrontarse con hechos, y ahí incluimos formatos no convencionales. Por otra parte, cada vez nos vemos más enfrentados a teorías conspirativas, y por eso el año pasado creamos un canal de noticias falsas en YouTube llamado Wahre Welle TV (Onda Verdadera TV), en el que mostramos durante varios días videos muy bien hechos, que parecían verdaderos y giraban en torno a teorías descabelladas. Era un formato irónico. Solo después de cinco días le dijimos a la gente que nosotros estábamos detrás de eso. Hubo una discusión enorme sobre si una entidad estatal puede acudir a la controversia y a la sátira. Las opiniones, en su mayoría, fueron positivas, pues se trataba de despertar a la gente y decir: ¡No crean en cualquier cosa en internet!

¿Cómo se aproximan a las personas mayores?

Es un desafío alcanzar a la gente adulta. Tiene poco tiempo para preocuparse por los asuntos políticos, pues están el trabajo y la familia. Nuestro análisis está dirigido entonces a preguntar si los medios están planteando los debates políticos de forma adecuada; si necesitamos nuevas maneras de cooperación para impulsar la educación política, a fin de retratar la pluralidad de opiniones políticas dentro de la sociedad. ¿Cómo evitar que el poco tiempo que la gente tiene sea invertido solo en consumir entretenimiento? Este es un problema, pues el entretenimiento suele despolitizar.

Ante esa dificultad de llegarle a la gente, ¿nos encontramos frente a una crisis del programa ilustrado de la educación política?

Sin duda falta mucha discusión y reflexión sobre eso. Debemos preguntarnos, ante todo, si en años pasados logramos llegarle a la gente, y en qué medida debemos reajustar nuestro trabajo, por ejemplo, mediante el fortalecimiento de la educación política en las empresas y los sindicatos: a un empleador no le interesa que haya posiciones racistas en su empresa; no es bueno para los negocios. Por otra parte, nos parece necesario revisar la forma como la gente se prepara para enfrentar una controversia política. Lo estamos haciendo con formatos de redes sociales. Ahora mismo, por ejemplo, tenemos un servicio de WhatsApp llamado “Tu dosis diaria de política”. Cada mañana nuestra redacción envía una corta nota de WhatsApp sobre un tema o una pregunta política actual con información al respecto. Queremos que las personas vuelvan a ser agentes interesados en el proceso político.

¿Cómo entran en diálogo con la gente joven?

En el caso de los jóvenes, hemos hecho avances considerables en los últimos veinte años. Muchos ya no leen medios tradicionales, pero para quienes sí lo hacen tenemos ofertas como Fluter, una revista visualmente fresca y sin embargo profunda, que tiene muchos suscriptores jóvenes y se usa en escuelas. Los jóvenes tienden a informarse de modo audiovisual, pero eso no significa que sean apolíticos. Para ellos tenemos ofertas de educación audiovisual en la televisión clásica y en línea; trabajamos con influencers famosos, buscamos temas que ellos puedan examinar en sus comunidades con credibilidad. Hemos insertado contenidos políticos en formatos de entretenimiento o comedia populares. Incluso hemos organizado encuentros entre refugiados y futbolistas de la Bundesliga, que tienen ellos mismos la experiencia de ser refugiados, para discutir sobre ese tema en un documental y en las páginas de Facebook de los equipos y los deportistas. Así llegamos a gente con que nunca habríamos entrado en contacto por los caminos tradicionales.

¿Cómo podría impulsarse la educación política estatal en un país como Colombia, con un déficit educativo considerable, divisiones ideológicas profundas y un conflicto armado aún activo?

La educación política no siempre está atada al nivel de educación. Hay que poder dar con formatos adecuados, que le interesen a la gente y reflejen la vida cotidiana. En esa medida, una oferta mediática con influencers en internet es siempre una posibilidad para discutir y negociar sobre diferentes perspectivas políticas. Ahora, en una sociedad en conflicto, o posconflicto, se debe entender cuán importante, cuán sensible, es reflejar diversas perspectivas. Una educación política que sea una herramienta prolongada de solo un lado del conflicto jamás tendrá credibilidad. Esto aplica ante todo en las zonas rurales de Colombia, donde mucha gente ha sufrido el conflicto armado y la sensibilidad es particularmente fuerte. Por ello, lo primero sería discutir abiertamente sobre diferentes perspectivas, no despreciarlas a rajatabla; entender primero las motivaciones, las utopías, los deseos para enfrentar la injusticia. El objetivo de la educación política debe ser crear una sociedad más justa. Si ese no es su objetivo, se convierte en propaganda. Siento que en el caso colombiano, se debe seguir fortaleciendo el trabajo de multiplicadores desde la sociedad civil. Según sé, en el país ya hay una gran variedad de proyectos desde diversas comunidades. Pero hay que pensar a largo plazo, y se necesita una política que no sea terca, sino que realmente quiera zanjar un conflicto.

Yo vivo en Alemania, y a menudo escucho sobre todo lo que Colombia puede aprender de los alemanes. ¿Cree también que es posible aprender de las experiencias colombianas?

Sin duda. También en Alemania nos enfrentamos a dilemas. Y en Colombia me ha impresionado la soberanía, el aplomo de la gente, a la hora de enfrentarse enérgicamente con experiencias terribles del pasado. Esas energías y esa autoconfianza –que he conocido entre actores de la sociedad civil en Colombia, por ejemplo en los grupos indígenas o en mujeres activistas– las podríamos usar en Alemania a la hora de enfrentar los silencios que han surgido sobre nuestro propio pasado, para volver a encontrar modos de hablar.

*Caro es doctor en Filosofía y periodista cultural. Es coeditor de la revista Contemporary And América Latina.