Manuel Zapata Olivella

Agne Brown: un grito libertario

La escritora Jenny de la Torre analiza el papel de las heroínas en Chambacú, corral de negros y Changó, el gran putas.

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Jenny de la Torre
14 de diciembre de 2020, 9:19 p. m.

Por Jenny de la Torre podría llevarnos la vida entera profundizar en la obra de Manuel Zapata Olivella. La dificultad crece porque nos encontramos ante lo innombrable, lo ignominioso y lo deplorable, eso que no se puede borrar porque es origen, raíz y Muntu (1) de algo que tampoco se puede repetir: “sacar a un contingente de seres humanos del vientre de la madre África, que no tuvo más remedio que llorarlos, soltarlos y luego permitir que se fundieran en otros brazos”.

En esa tarea me encontré frente a frente con el héroe de las mil caras: ese Changó, ese gran putas que antes de decidir hacer el viaje al origen recorrió su tierra de adopción, Cartagena, para introducirse en Chambacú, corral de negros (1963) y dibujar un arrabal con sus héroes y heroínas, pero que no responde a esa África que añora.

En esa búsqueda de las mujeres en la obra del maestro Zapata he pedido la compañía de una valiente: la Coteña, madre de Máximo, el héroe de Chambacú, corral de negros, a quien reivindico a pesar de que su hijo la describe como “del bando de los resignados”. Yo, en cambio, la coloco en el pedestal de las defensoras de derechos humanos. Con ella, las heroínas del maestro comienzan a hacerse notar. Mucho antes de la aparición de Agne Brown en Changó, el gran putas (1983).

“La Coteña rumiaba, escuchaba los lamentos, fumaba su tabaco, olía y escupía”, cuenta Zapata en Chambacú. Cuando todos dormían, ella me condujo al corazón de ese antiguo barrio, cerca de la ciudad amurallada, y me llevó a ver por una rendija a las rudecindas, con sus viejos vestidos de bataclán y sus labios chorreando carmín mientras manos de albañiles, soldados y ladrones callejeros, untadas de cemento, de basura, de lascivia, recorrían sus cuerpos buscando en el sexo pagado alivio para sus penas.

José Raquel, también hijo de la Coteña, se convierte en soldado y es enviado a la guerra de Corea. A su regreso lo acompaña Hervé, la ‘europea’, blanca como la leche, la sensación del corral de negros y quien, junto a la Carioca, a la maestra Domitila y a la Clotilde (hija de la Coteña) formarán un contingente de mujeres empoderadas que no encontramos en Changó: ahí el héroe se levanta solo y reivindica en cada saga más y más héroes: Bolívar, José Prudencio Padilla, José María Morelos y otros que serán desbancados de su reinado cuando aparezca Agne Brown con su grito libertario.

(1) Muntu: alude a la fuerza que une en un solo nudo al hombre con su ascendencia y descendencia inmersas en el universo presente, pasado y futuro. ‘Cuaderno de bitácora. Mitología e historia’.

*Jenny de la Torre es abogada y socióloga. Doctora Summa Cum Laude en sociología, experta en perspectiva de género en las ciencias sociales. Asesora del Ministerio de Cultura.

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