La sala de lectura infantil en la Virgilio Barco.

LEER ES VOLAR

La revolución de las bibliotecas en Bogotá

La red de bibliotecas públicas de la capital, Biblored, cumple 15 años. Arcadia presenta un recorrido por este proyecto que ha cambiado el rostro y la vida de la ciudad.

Camila Gómez Caro y Carlos Sánchez Rangel*
17 de abril de 2016

A Johan Esteven nadie le dice qué hacer. Sabe bien, pese sus 11 años, cómo invertir el tiempo libre en su barrio. Arborizadora Alta es una zona alejada de los centros culturales y recreativos de Bogotá; además del fútbol y la charla ociosa al borde del andén, no hay mucho para hacer.

Pero en una inclinada calle de Ciudad Bolívar, desde donde se ve toda Bogotá, hay una pequeña biblioteca pública. Y el primero en estar a sus puertas, cada mañana, es Johan. La primera vez llegó por curiosidad, exploró los libros, y un día solicitó el préstamo de un computador, que jamás había usado. Al principio no sabía encenderlo. Hoy navega con agilidad. “Aprendí yo solito”, cuenta orgulloso. Johan podría estudiar en su hogar, pero le gusta hacerlo en la biblioteca. “La verdad, me siento un poquito mejor que en casa. Algunos niños cogen calle de una, pero que haya una biblioteca hace que otros vengan para acá”, dice.

Las 19 bibliotecas que forman BibloRed han sido, desde que surgió la red hace 15 años, un factor positivo en Bogotá: mejoraron el panorama urbano, les dieron a miles de personas el acceso al conocimiento y se constituyeron como espacios de construcción de ciudadanía. Para el Alcalde Mayor de Bogotá, Enrique Peñalosa, “las bibliotecas hacen que Bogotá sea más igualitaria, más sostenible en lo social, porque permiten el acceso de todos al conocimiento”. Un enfoque que comparte Carlos Hoyos, director de la Virgilio Barco: “La nueva biblioteca –esa que propone la red– es un espacio de encuentro y de construcción colectiva, pero también de esparcimiento. Ya no se viene sólo a trabajar”.

Para lograrlo, la biblioteca sale a las calles en busca de usuarios a través de promotores que van a instituciones de toda índole, como escuelas, hospitales o la cárcel La Picota. Esta acción es puesta en marcha por toda la red. Es un espacio dinámico que estudia y satisface las necesidades culturales de su entorno.

La meta de las bibliotecas es formar relaciones con la comunidad que la rodea. Basta con ver cómo desde las 8:00 de la mañana, decenas de personas esperan a que la biblioteca Gabriel García Márquez, en Tunjuelito, abra sus puertas. Algunos vienen a leer el diario, otros a estudiar. Los alumnos de prejardín están ansiosos por ir a la ludoteca. La biblioteca pública permite a quienes no tienen los recursos trabajar en un computador, acceder a libros que no pueden comprar o disfrutar de actividades culturales sin costo. Las bibliotecas nodales cuentan con poco más de 50 computadores, entre portátiles y de escritorio, mientras que las menores oscilan entre una y dos docenas. Estos equipos son uno de los recursos más utilizados en la red.

Gracias a la Gabriel García Márquez, Eddy Rodríguez, quien cursa el cuarto grado, ha conocido un mundo nuevo. Desde hace cuatro años pasa las tardes en la ludoteca. Antes se quedaba en el puesto ambulante de su madre. Para él y los hijos de otros vendedores de la zona del Tunal, el cambio ha sido notorio.

La diversidad de la red

La biblioteca pública de Bosa funciona en un centro comercial y sus directivos afirman que es uno de los mayores atractivos. Para Hilda Orozco, diciembre es un buen mes porque los chicos que crecieron en esa biblioteca, donde ella es celadora, la invitan a celebrar sus grados escolares. La ayuda y atención de Hilda, así como la del resto de los funcionarios, fue crucial en sus estudios. Dice que es la mejor recompensa a su trabajo.

BibloRed está conformada por establecimientos muy distintos. En una ciudad tan grande y diversa como Bogotá, no podía ser de otra forma. Desde 2015, la red opera con un esquema que divide la ciudad en cinco nodos independientes, cada uno de los cuales lleva el nombre de su biblioteca central, que es la encargada de coordinar a las de los barrios y trabaja con base en las características de su comunidad. Los cinco nodos son: Julio Mario Santo Domingo, en el norte de la ciudad; Gabriel García Márquez, en la zona de El Tunal; Tintal Manuel Zapata Olivella, en el occidente; Virgilio Barco, en Teusaquillo, y Carlos E. Restrepo, en el suroriente de Bogotá.

Tales diferencias hacen que las colecciones no sean idénticas. “Vimos que libros que se movían muy bien en la Virgilio o la Julio Mario, ni siquiera habían sido abiertos en otras bibliotecas”, destaca Diana Rey, directora de Fundalectura, institución a cargo de la concesión de BibloRed.

Tal descubrimiento determinó una de las políticas clave de BibloRed: jamás imponer lo que debe leerse. Hoy desarrolla talleres como el de creación de libro cartonero, la elaboración de un mural colectivo sobre historietas o de lectura en voz alta para bebés “Chiquilecturas”. El Plan Distrital de Lectura y Escritura –del cual forma parte Biblored– busca promover y facilitar el disfrute de la lectura y la escritura desde la primera infancia, lo que se traduce en crear programas que permitan mejorar las capacidades para leer y para escribir, que hoy son muy desiguales, y también promover el gusto por la lectura y la escritura como prácticas habituales en la vida diaria, explica Ana Roda, directora de Lectura y Bibliotecas de la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte.

Con ese objetivo se busca unificar a BibloRed con los 51 Paraderos Paralibros Paraparques, las seis bibloestaciones de TransMilenio y el programa Libro al Viento, que publica y distribuye ejemplares en espacios no convencionales. Esfuerzos en pro de que la lectura sea cada vez más cotidiana.


Mapa de las bibliotecas y equipamientos de lectura en la ciudad.

Pero la transformación en las bibliotecas no solo ha sido conceptual. Lo que en otro tiempo fue una planta de transferencia de basuras es, desde 2000, un ícono cultural y arquitectónico: la Biblioteca El Tintal Manuel Zapata. En torno a este espacio evolucionó la localidad. Se construyeron centros comerciales, hospitales y proyectos residenciales a su alrededor. En los pasillos en los que antes olía a basura, hoy grupos de mujeres de la tercera edad bailan y toman cursos de alfabetización informática o de primaria. La afluencia diaria ronda las 2.500 personas.

Más que un almacén de textos

En la Biblioteca Carlos E. Restrepo, ubicada en el cruce de la avenida Primero de Mayo con la calle 19, surgió un club autónomo de lectura conformado por pensionados. Semanalmente se comparte y se discute un texto.

El amor por los libros, sin embargo, no se percibe solo en los mayores. Los hermanos Grillo son también lectores voraces. Todos los sábados, mientras su mamá atiende un puesto en la Plaza del Restrepo, ellos leen, miran películas y juegan. La Carlos E. Restrepo refugia a los hijos de los comerciantes de la zona.

Esos edificios repletos de palabras son, aunque a menudo se olvide, un gran posibilitador. La biblioteca es esa interminable escalera que permite la construcción colectiva de una mejor sociedad. Se asemeja al Aleph de Borges, ese “punto donde convergen todos los puntos”, el lugar en el cual se concentra el saber y la memoria de la humanidad. BibloRed suma, a la fecha, una colección de 653.000 ejemplares de dotaciones públicas en su mayoría.

Desde la mejora en el panorama urbano hasta la formación de comunidades empoderadas y proactivas, la incidencia de BibloRed ha sido crucial. “Los principios de la democracia no se cumplen cuando una comunidad carece de biblioteca, ya que sin acceso a la información es imposible construir ciudadanía”, piensa Carmen Barvo, experta en fomento a la lectura.

Los usuarios de BibloRed son proactivos, demandan tanto un espacio de consulta como un lugar para la recreación. Una biblioteca de la cual puedan apropiarse. Un ejemplo es el reciente festejo de los 37 años de la Biblioteca La Victoria, en la localidad de San Cristóbal. Allí, junto a los cerros orientales de Bogotá, los usuarios cambiaron, durante un día, los libros por el sancocho y el tejo. En La Victoria, un barrio con muchas necesidades sin atender, acercar a los niños a otras realidades les permite descubrir que no están determinados por su entorno. Los libros, las películas e internet les muestran nuevas posibilidades, destaca Ángela Meza, promotora de lectura del lugar.

Mientras en los jardines se celebraba, en la sala general Yonnier Martínez, de 28 años, escudriñaba los libros. Sostenía entre sus manos un papel lleno de títulos. No ha tenido la oportunidad de ir a la universidad pero, desde hace cuatro años, está tratando de recuperar el tiempo que desperdició al no leer, afirma. En este lapso ha leído 350 títulos y es capaz de hablar de Joyce, de Baudelaire o de Dostoievski.

Para estos usuarios, la biblioteca es necesaria. Hace un par de años, por problemas en su estructura, La Victoria fue cerrada, pero debido a la presión de los vecinos, reanudó sus operaciones tan pronto como fue posible.

Cambio de vida

Víctor Hugo escribió que el libro reemplazaría la arquitectura, así que resulta peculiar que uno de los monumentos arquitectónicos más emblemáticos de Bogotá sea precisamente una biblioteca, la Virgilio Barco. El primero en llegar, cada mañana, es Cristian Lozano, un habitante de calle. Primero lee los diarios o consulta algún libro, luego navega en internet. “Una persona que no lee se limita en todos los aspectos y es más lenta que los demás”, sostiene Cristian.

En otro lado de la biblioteca, Manuel Amaya es un ejemplo del cambio positivo que pueden ser los libros. Luego de ser pensionado entró en depresión. El azar lo trajo a la Virgilio y hoy concursa en el certamen de cuento del adulto mayor. “Escribir me devolvió la vida. Es un ejercicio para conectar las ideas”, dice. Los adultos mayores han sido uno de los grupos que más se han apropiado de las bibliotecas. En ello coinciden los directores de todos estos centros: los talleres para personas de la tercera edad presentan los mayores niveles de asistencia –de 20 a 30 usuarios en las menores, y hasta 45 en las mayores–. “Los programas que tenemos para el adulto mayor son un éxito total, si hay un club que no falla en la red, es ese”, apunta Ruth Vallejo, gerente de BibloRed.

Pero con los jóvenes, dicen en BibloRed, el asunto es más complicado. Muchos admiten haber acudido a una biblioteca pública tan solo un par de veces en el último año y únicamente por motivos escolares. Aún se considera la biblioteca un espacio exclusivo para el trabajo donde no cabe la diversión. Diana Rey, directora de Fundalectura, recuerda cómo en su colegio todo castigo implicaba ser mandado a la biblioteca.

BibloRed dejó de pertenecer a la Secretaría de Educación y pasó a la de Cultura y con ello se logró que las bibliotecas dejaran de ser un elemento al servicio de la escuela, para adquirir relevancia cultural propia y atraer a otros tipos de públicos. “Hay que conocer a los jóvenes, saber qué los mueve, pero también proponerles”, apunta Roda, para quien parte de esa labor implica reconocer los nuevos medios de lectura. Distrito Gráfico, el más reciente proyecto de BibloRed, atenderá esta cuestión mediante la promoción de salas especializadas en novela gráfica, historieta y diseño. Esa apuesta por atraer a distintos sectores impulsó la creación de la primera biblioteca especializada de la red: la del deporte, en el estadio El Campín. A sus talleres deportivos asisten decenas de adultos y su ludoteca, que cuenta con videojuegos, está llena de niños.

La oferta de actividades de la red es amplia. Va desde cursos de yoga, alfabetización informática o cultivos urbanos hasta talleres de lectura y escritura tradicional y braille. También se ofrecen exposiciones de arte, conciertos y obras de teatro.

Para los más pequeños están las bebetecas de la Biblioteca Carlos E. Restrepo o de la Julio Mario, lugares que fortalecen la relación entre las familias. Los mayores de 3 años cuentan con espacios recreativos que dejarán impresionado a más de un papá. Basta con ver, cada sábado, la fila de carritos de bebé que se forma afuera de la Sala Infantil de la Santo Domingo para jugar en el castillo que allí construyeron los empleados. Esta biblioteca ofrece los mayores espacios de acceso para las personas en condición de discapacidad. Como las otras cuatro bibliotecas nodales, cuenta con equipos para mejorar las lecturas de personas con deficiencia visual.

A unos kilómetros, en pleno centro de Suba, está la Francisco José de Caldas. Aunque no es biblioteca mayor, tiene poco que envidiarles a las grandes. Trabaja de domingo a domingo y es el referente cultural en la zona. Por increíble que parezca, para muchos habitantes de Suba el plan de sábado por la tarde es ir a la biblioteca. Valentina Souza y Juan David Estrada llegaron para tener allí una cita poco habitual: leer juntos. El libro de la jornada es de Lovecraft, La llamada de Cthulhu. A esta pareja de adolescentes le fascina la literatura de terror.

El futuro de la red

Durante los últimos 15 años, BibloRed ha consolidado uno de los esquemas más modernos del país. Su ágil evolución ha rendido frutos, sabe leer y atender las necesidades de la sociedad a la que se debe.

De acuerdo con datos de la red, el volumen mensual de visitas en las 19 bibliotecas ronda los 420.000 usuarios, lo que al año suma poco más de 5 millones en los 19 establecimientos. Esta cifra ha ido creciendo a razón de entre 1 y 2% anual.

El público reconoce estos espacios como sitios construidos para y por la comunidad. Las relaciones que han establecido algunos barrios con las bibliotecas menores son todavía una tarea pendiente para otras como la Virgilio Barco o la Julio Mario. Por su tamaño y sus dinámicas, no se ha logrado que los vecinos se apropien de estos lugares con la fuerza que ha sucedido en otras localidades.

BibloRed ya es un referente en América, pero no cumplirá su misión hasta que cada biblioteca sea un fiel reflejo de la comunidad que le da vida.

Germán Patiño, uno de los usuarios emblemáticos de la red, considera que sin bibliotecas las sociedades se empobrecen: “Si uno crece en un entorno sin libros, cuando sea adulto ¿cómo va a ser un buen lector? Al tener la oportunidad de acceder a una biblioteca, el gusto por la lectura y sus consecuencias –como una mente amplia y un pensamiento crítico– durarán toda la vida”.

*Periodistas