Lista Arcadia 2019
‘Cartucho’ de Nellie Campobello: uno de los trece libros más votados de la Lista Arcadia 2019
Una reseña de Miguel Ángel Manrique.
La revolución que fue bella
Se llamaba Francisca Ernestina Moya Luna, pero tuvo otros nombres: Nellie Francisca Ernestina Campobello, María Francisca Luna, Francisca Moya Luna, Nellie Campbell Morton, Francis, Xica, Zobeida, por la adivinadora de Egipto; la “Amapola que baila”, porque fue bailarina; Rica Moya María, Nelly, Tatacita, de cariño; “la niña comanche”, como la recordó José Juan Tablada, o simplemente Nellie Campobello, como la conocemos, la Centaura del Norte.
La autora duranguense escribió como las inmortales, fue la única narradora verdaderamente audaz de la Revolución mexicana y la precursora indiscutible de Juan Rulfo. Su obra, breve y cautivadora, tan solo ocupa un tomo de cuatrocientas páginas. Publicó el libro de poemas Francisca Yo!; Cartucho, relatos de la lucha en el norte de México; Las manos de mamá; Apuntes sobre la vida militar de Francisco Villa; Tres poemas (Abra la roca), y el prólogo a Mis libros.
Cartucho (1931) es un recuento de fusilados que adquieren la dimensión de los mártires y los santos, vistos con los ojos de una niña. Nellie Campobello se dio cuenta de cómo cientos de hombres y mujeres se sacrificaron en nombre de una lucha que tuvo en principio unos ideales épicos, es decir, nacionales, pero que luego fue decantándose por unos intereses mezquinos.
Dividido en tres partes –“Hombres del norte”, “Fusilados” y “En el fuego”– Cartucho es una “galería de escenas revolucionarias”, de estampas de la Revolución mexicana. Nellie Campobello no solo fue precisa en las descripciones de los héroes villistas, a los que reconoció, sino que los inmortalizó con frases deslumbrantes: “El Kirilí se quedó dentro del agua enfriando su cuerpo y apretando, entre los tejidos de su carne porosa, unas balas que lo quemaron”.
En Cartucho abundan los muertos conocidos, con nombre propio, los rostros sangrientos de padres y parientes, las tripas en bandeja de generales, como las del general Sobarzo que llevaban a enterrar, las masacres de los soldados villistas, los cadáveres desmembrados de los vecinos y amigos expuestos con naturalidad y belleza: “José Díaz, joven hermoso, murió devorado por la mugre; los balazos que tenía se los dieron para que no odiara el sol”.
La técnica de narrar las partes atroces y crueles de la guerra con el tono de una niña le permitió disfrazar la ironía de ingenuidad y el realismo gore de las escenas, de naturalismo. Sin ocultar su brutalidad, para esta niña comanche la guerra tuvo su parte bella. Sobre un enfrentamiento entre villistas y carrancistas escribió: “El caso es que las balas pasaban por la mera puerta, a mí me parecía muy bonito”.
Nellie Campobello entendió la literatura como una construcción de sí misma; su obra es una expresión tanto de su vida como de su entorno: los recuerdos de una niña sobre los fusilados de la revolución que fueron para ella los verdaderos héroes.