ENTREVISTA
“La violencia nos cambia la vida a los que la sufrimos”
Mariela Barragán, viuda de Bernardo Jaramillo, espera que la historia de la Unión Patriótica no se repita. Una víctima que confiesa sus sentimientos antes de la firma de la paz.
Veintiséis años, seis meses, cuatro días. Mariela Barragán lleva muy claras las cuentas desde aquel 22 de marzo de 1990 en que la vida le cambió por completo. Ese día, ella y su esposo, Bernardo Jaramillo Ossa, hacían una pausa en la extenuante campaña presidencial. Él, como candidato de la Unión Patriótica, quería apartarse de discursos y plazas públicas. Unos días de descanso en Santa Marta, con la barranquillera de la que se enamoró a primera vista, y a la que pidió su mano solo dos meses después de haberla conocido.
Días antes, Bernardo Jaramillo estremeció al país con unas declaraciones a la prensa, en el Congreso de la República: “con toda serenidad lo digo, yo sé que me van asesinar”. El dirigente de izquierda venía denunciando en sus discursos a las “fuerzas oscuras” que querían llevar al país por el sendero del fascismo. Se refería a los paramilitares. Y desde entonces aseguraba que en Colombia no habría paz mientras no se combatieran los grupos paramilitares.
Como más de 5.000 dirigentes de la Unión Patriótica, Jaramillo fue asesinado por sicarios. A pesar de tener 20 escoltas cuidando sus espaldas, uno identificado como Andrés Arturo Gutiérrez lo interceptó en pleno Puente Aéreo de Bogotá y le descargó cuatro disparos, dos de ellos en el tórax.
Bernardo cayó al piso, en el interior de una droguería y en los brazos de su esposa. Mariela recuerda con dolor aquel momento, y las últimas palabras que le escuchó a su esposo: “Amor, estos hp me mataron. Abrázame y protégeme”. De inmediato fue trasladado al Hospital Central de la Policía. Ya era tarde. Llegó sin signos vitales.
“Mañana voy a llorar”, dijo Mariela Barragán horas antes de que en Cartagena de Indias el gobierno colombiano firmara la paz con la guerrilla de las FARC, y con la melancolía de que Bernardo, quien hace dos décadas entregó su vida para que este día llegara, no lo pudo ver.
“Perdí mucho, perdí mi vida personal, la violencia siempre nos cambia la vida a los que la hemos sufrido”, dice Mariela. “Con la muerte de Bernardo el país perdió un líder que lo único que quería era trabajar por Colombia. Se perdió el respeto por las ideas ajenas, la capacidad de ser tolerantes, el respeto al contrario”.
Veintiséis años, seis meses y cuatro días después, Mariela tiene un temor: que se repita la historia de la UP. “Espero estar equivocada esta vez, confío que este país pueda ser diferente”.