Diario
Juan Manuel Roca y sus días en aislamiento
A través de un diario publicado en la red, el poeta y crítico de arte Juan Manuel Roca comparte sus reflexiones sobre la rutina, el paso del tiempo y la nueva vida en confinamiento. ARCADIA comparte unos apartes.
En tiempos de pandemia y confinamiento todos somos vulnerables. Pero no todos abordamos nuestros pensamientos y nuestras emociones de la misma manera.
El destacado crítico de arte y poeta colombiano Juan Manuel Roca, autor de obras como Biblia de pobres y Cantar de lejanía, doctor honoris causa de la Universidad Nacional de Colombia y ganador de diversos premios de poesía, eligió llevar un diario de sus vivencias en cuarentena, y compartirlo en la red.
Poemas para llevar
El diario tiene 41 entradas hasta la fecha. Están siendo publicadas en el sitio web del colectivo español "La Vorágine". En ellas cuenta, por ejemplo, de las conversaciones entre rejas que ha tenido con sus vecinos, y de las lecturas que ha retomado. También describe los cambios en la percepción del tiempo, y el ritual de probarse un sombrero -para no salir con él al final- mientras juguetea un poco con la expresión quitarse el sombrero: un gesto de admiración, que se ha ido disolviendo en la costumbre de cubrirse la cabeza.
Roca también se toma la libertad de opinar sobre el momento. En la entrada más reciente -que corresponde al lunes 1 de junio- el poeta de 74 años se manifiesta en contra de las restricciones de movilidad que el Gobierno colombiano ha impuesto a los mayores de 70, así como la infantilización y condescendencia con que los tratan. El título es: Apuntes de un fantasma.
A continuación, ARCADIA comparte algunos apartes. Puede acceder al resto del diario a través de este enlace.
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Oigo hablar al ministro de Salud, un tipejo que parece que hubieran graduado con anestesia, Fernando Ruiz Gómez. Obediente a un tarado en pleno ejercicio, Iván Duque, jamás se dará cuenta que la palabra más digna que debiera balbucir sería la palabra “renuncio”. No, ellos piden que los adultos mayores o “abuelitos” no salgan, lo cual es un crimen larvado toda vez que si algo necesita un cuerpo viejo en disfunción con un cerebro joven es precisamente una constante movilidad.
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Se nos quiere convertir en seres pasivos porque tenemos mucha juventud acumulada.
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Lo mejor de la juventud es que eso con el tiempo se nos quita.
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Se nos quiere convertir en fantasmas por el peligro comunista de que recorramos el mundo. Según el diccionario de la academia de la lengua, los fantasmas son definidos con esta vuelta de tuerca (salud, viejo joven Henry James), son personas muertas que, según algunos espiritistas se les aparecen a los vivos. Bien “vivos” son estos vendedores de humo que decretan normas a destajo porque no saben qué otra cosa hacer con ellos mismos, con sus cuerpos singular y verdaderamente deshabitados. “En sus almas espantan”, decía un viejo díscolo que salía disparado como ante la vista de un peligro cuando encontraba a estos seres calcáreos, a estos “hombres huecos”, como los llamaba T. S. Elliot.
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Un fragmento de “Canto de guerra de las cosas”, un poema de Joaquín Pasos, sin duda el más grande poeta de Nicaragua luego de la irrupción de Rubén Darío, va a manera de coda: “Cuando lleguéis a viejos, respetaréis la piedra,/ si es que llegáis a viejos,/ si es que entonces quedó alguna piedra./ Vuestros hijos amarán al viejo cobre,/ al hierro fiel./ Recibiréis a los antiguos metales en el seno de vuestras familias,/ trataréis al noble plomo con la decencia que corresponde a su carácter dulce;/ os reconciliaréis con el zinc dándole un suave nombre;/ con el bronce considerándolo como hermano del oro,/ porque el oro no fue a la guerra por vosotros,/ el oro de quedó, por vosotros, haciendo el papel de niño mimado,/ vestido de terciopelo, arropado, protegido por el resentido acero…/ Cuando lleguéis a viejos, respetaréis el oro,/ si es que llegáis a viejos, si es que entonces quedó algún oro”.
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Así que nos quieren volver fantasmas.