Libros
"Este sigue siendo un país de papel": director de la Editorial UN
El stand de la Universidad Nacional de Colombia en la FILBo tuvo que trasladarse a la red. ARCADIA habló con Gustavo Silva, director de la Editorial UN, sobre la relevancia de los libros académicos y el salto digital en la industria editorial universitaria.
Trastear el stand de la FILBo a la red
El stand que la Universidad Nacional de Colombia monta en cada edición de la Feria Internacional del Libro de Bogotá es siempre grande y activo: la radio universitaria transmite desde Corferias, los libreros atienden con diligencia a lectores y curiosos, los autores miran a los ojos a quienes leerán sus nuevas obras y los bachilleres preguntan cómo inscribirse a la cohorte siguiente. Según Silva, las actividades para esta edición de la FILBo se estaban preparando desde octubre del año pasado: “teníamos muchas cosas, casi un 90 por ciento estaba adelantado”. El distanciamiento social pospuso la presentación de un catálogo editorial que cuenta con unas 130 novedades.
Adaptar a la red las actividades que se habían preparado para un stand tomó dos meses de logística y decisiones difíciles. Dos semanas de agenda se volvieron una y las novedades destacadas se redujeron a 35: “Muchas se quedaron por fuera y vamos a tener que promocionarlas de otra manera o por otros espacios”, lamenta el director. Los roles de todos los involucrados también cambiaron.
Los libreros diligentes ya no permanecen de pie junto a las estanterías; ahora son community managers, pendientes de los comentarios de quienes asistan a los eventos virtuales. “Cuando uno de los asistentes dice que está interesado en el libro, pregunta por el índice o no sabe cómo comprar, inmediatamente el librero de turno se comunica con la persona y le resuelve”, explica Silva. “Esa habilidad que tienen los libreros en el mundo presencial sigue muy presente y es muy importante en esta virtualidad: están al tanto para sugerir, contestar preguntas y guiar en la lectura”, señala Silva.
Una preocupación que tenían desde la editorial era la resistencia de los autores a hacer lanzamientos virtuales. Sin embargo, el director cuenta que la idea fue bien acogida: “Creo que tiene que ver con que muchos son profesores y ya han venido trabajando en las plataformas virtuales estos últimos dos meses, dando clases y sufriendo un poco ese asunto. Entonces, más o menos se quitaron el miedo al tema de las conferencias virtuales”. Y claro, la tradición ferial de firmar libros también sufrió cambios: “Ya cuadramos con todos los autores para que nos envíen los libros firmados. Nosotros se los hacemos llegar a ellos, los firman, los recogemos y se los enviamos a los compradores”.
Una parte de la adaptación los tomó por sorpresa: la virtualidad no sabe de aforos ni de distancias. El primer día de feria virtual arrojó un promedio de 80 asistentes por evento, cuando “a una conferencia presencial en nuestro stand de la FILBo normalmente llegan de 30 a 40 personas”. Además, Silva dice que le reportan sintonía “desde Pitalito (Huila), desde Bolívar, de Santander... es decir, este es un muy importante canal que estamos descubriendo ahora para llegar directamente a los rincones más apartados del país con nuestro conocimiento, con nuestros aportes científicos”.
El propósito de las editoriales universitarias
De las universidades, en general, se dice que han dejado de servir a la sociedad para convertirse en máquinas productoras de textos que nadie lee: papers con paywalls inaccesibles, citaciones arregladas y libros escritos para alimentar el ego y el puntaje del investigador —en cristiano, subirse el sueldo a sí mismo—. Silva rechaza esta crítica a la misión de la universidad y defiende los procesos de edición académica, que considera más rigurosa y difícil que la de ficción.
En primer lugar, el texto académico enfrenta a un editor que Silva describe como más curador que enamoradizo: “Para publicar un libro de ficción usted tiene que tener suerte y, por supuesto, capacidades de buena escritura. Ahí no hay tantos filtros: simplemente debe esperar que un editor se enamore del texto. En cambio, los editores académicos no es que se estén enamorando todos los días de los textos; todo el tiempo están mirando qué filtran y qué no”. Silva también apela a la evaluación por pares, que se hace a ciegas y “mucho más del 50 o 60 por ciento de los libros que se presentan no pasan de ahí”.
Por otro lado, según el director, la compleja red académica que compone la Editorial UN habla por sí sola de su liderazgo en divulgación científica. Sin embargo, sí están planteándose estrategias diferentes para que ese conocimiento sea más cercano a públicos menos especializados, como los niños. Para ello se prepararon colecciones como Mi primer libro de ciencias y hay otros trabajos en proceso: “Como misión de la universidad también está el formar lectores y futuros científicos o ingenieros”.
La editorial también se está abriendo a editar literatura y poesía. Ejemplos de ello son colecciones como Obras Escogidas y trabajos como Cuestiones del decir. “Esto no es para que debilitemos lo que sabemos hacer, la producción académica como tal, sino para que la enriquezcamos, le demos fuerza y le demos nuevas caras”, concluye.
Edición en tiempos de coronavirus
“Este sigue siendo un país de papel”, responde el director cuando se le pregunta por los cambios en los procesos editoriales por cuenta del coronavirus. Las rutas editoriales prácticamente no han cambiado: los equipos editoriales se trasladaron a sus casas y, desde allí, por intercambio de correos electrónicos, los manuscritos todavía se convierten en textos evaluados, editados y diagramados.
Las últimas fases del libro, la impresión y la distribución, fueron las grandes damnificadas por la covid. Con las imprentas y las librerías cerradas, varios libros se quedaron listos para imprimir o empacados en sus cajas. El contenido de estos textos casi siempre es investigativo y no siempre envejece bien, así que no distribuirlo pronto es un problema.
Una buena salida para esta barrera sería el libro electrónico. La venta de este formato en la editorial ha aumentado un 28 por ciento con respecto a la misma temporada del año pasado. Además, el catálogo ya suma unas 700 publicaciones en formato e-pub. Aún así, Silva dice que todavía falta alimentar la cultura del libro electrónico. “Llevamos dos meses tratando de llegar a través de los canales virtuales y a través de las publicaciones electrónicas. Todavía los lectores no se acostumbran a leer en electrónico. Entonces, esa también es una cultura que hay que empezar a fortalecer sin dejar de lado, por supuesto, el papel, que también es muy importante”.
Esta discusión sobre migrar a lo digital no es nueva: lleva prácticamente una década. Silva sugiere que las editoriales universitarias son más bien conservadoras y se resisten a los cambios drásticos. Antes de la covid, asumir las complejidades de una feria virtual sería impensable. Ahora, el valor de las ferias presenciales se discute por videoconferencia y a la vista de todo el que quiera escuchar —este jueves 28, los directores de cuatro ferias internacionales del libro se conectarán para hablar precisamente sobre esto—. Otros cambios podrían estar a la vuelta de la esquina. Amanecerá y veremos.
La feria virtual irá hasta el próximo 31 de mayo. Consulte la programación de las actividades en el sitio de Facebook de la editorial.