CRÓNICA
Buki, uno de los hipopótamos del Magdalena Medio, ahora vive en un zoológico
Nació hace dos años en Puerto Triunfo, en inmediaciones del río más importante del país. Es rosado, pesa 230 kilogramos, mide 1,1 metros de altura y ahora habita en el Zoológico de Santa Cruz. Se convirtió en el primer individuo juvenil de esta especie en ser reubicado.
A comienzos de 2018, a Luis Eduardo Chaguala, un hombre de 30 años que vive en el municipio de San Antonio del Tequendama (Cundinamarca) y trabaja desde hace una década en la Fundación Zoológico Santa Cruz, la vida le dio un cambio sorpresivo.
Debido a su disciplina y por ser el más experimentado en el manejo de animales herbívoros como bisontes, dantas, avestruces y venados, sus patrones le anunciaron que tendría una nueva labor, una actividad para muchos colosal.
Se iba a convertir en el cuidador de un hipopótamo africano juvenil que había sido ubicado por la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare (Cornare) en Puerto Triunfo (Antioquia), en una zona de manejo construida cerca al río Magdalena.
Aunque el miedo y la zozobra se apoderaron de todo su ser al escuchar la noticia, Luis Eduardo aceptó el reto e inmediatamente empezó a documentarse.
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“Vi documentales en Animal Planet sobre hipopótamos, lo cual me alarmó más. Descubrí que eran territoriales y agresivos, y que en África eran los animales que causaban más muertes”, recuerda este joven de tez trigueña y estatura mediana.
Pero al conocer la historia del “peso pesado” que llegaría al zoológico, en donde habitan 5.000 animales silvestres en su mayoría víctimas del tráfico de fauna, este joven soltero y sin hijos se llenó de adrenalina.
Los expertos de Santa Cruz le contaron que su nuevo compañero es descendencia de alguno de los cuatro hipopótamos que tenía Pablo Escobar en la Hacienda Nápoles, y los cuales no fueron reubicados tras la muerte del capo en 1993.
En el zoológico fue adecuada una zona para que el juvenil hipopótamo se refresque. Fotos: Mauricio Sánchez y Zoológico Santa Cruz.
Estos cuatro animales (tres hembras y un macho) quedaron libres en medio del Magdalena Medio antioqueño y empezaron a reproducirse, con tal éxito que ya hay más de 50 en las zonas inundables cercanas a Nápoles.
Mientras Luis Eduardo imaginaba como sería su primer encuentro con el juvenil hipopótamo, Cornare y el Zoológico Santa Cruz empezaron un arduo trabajo para trasladarlo.
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Durante ocho meses, el zoológico tramitó los permisos para movilizarlo e invirtió 43 millones de pesos para adecuar el área de cuarentena y el nuevo hábitat.
Entre tanto, la Corporación se concentró en lograr la captura definitiva del hipopótamo en la zona de manejo de 60 hectáreas ubicada cerca al Parque Temático Hacienda Nápoles.
Con cebos de pasto aguja y zanahoria común, el pequeño mamífero ingresó al área, se apartó de la manada y se fue acostumbrando a las nuevas condiciones. Fue encerrado en un corral para sedarlo y hacerle los chequeos médicos.
No fue amor a primera vista
El 16 de agosto fue el día cero. El animal ya estaba listo para iniciar un viaje de 269 kilómetros desde Puerto Triunfo hasta San Antonio del Tequendama.
Expertos de Santa Cruz, sitio visitado al año por 250.000 personas, llegaron en un camión de 1,8 metros de ancho por 2,2 metros de alto para transportarlo, proceso que tuvo un costo de $12 millones.
Casi 10 horas duró la travesía del hipopótamo dentro de un guacal con paja. Cada hora se hicieron paradas técnicas para monitorearlo, hidratarle la piel y alimentarlo.
De los 60 trabajadores del zoológico, Luis Eduardo era el más ansioso. Y con toda razón, ya que sería él quien tendría mayor contacto con el imponente mamífero.
En el zoológico el hipopótamo fue bautizado como Buki, palabra africana utilizada por las comunidades indígenas colombianas que significa comelón. Fotos: Mauricio Sánchez y Zoológico Santa Cruz.
El hipopótamo, rosado, con 230 kilos de peso y 1,1 metros de alto, primero pasó por una cuarentena en un recinto ubicado al frente de su nuevo hábitat.
Para generar un mayor vínculo entre el animal y el cuidador, expertos del zoológico lo bautizaron como Buki, palabra africana utilizada por las comunidades indígenas colombianas que significa comelón.
Al cruzar las primeras miradas con su cuidador, no fue amor a primera vista.
“Cuando lo llamé desde afuera del encierro abrió el hocico y se me botó enfurecido. Fue muy agresivo, lo cual me asustó mucho”, cuenta con risa nerviosa Luis Eduardo.
Mientras pasaban los días de cuarentena, Buki se fue acostumbrando a la presencia de su amigo humano.
“Lo visitaba dos veces al día para entregarle el alimento y limpiar el escenario. Ya me considera parte de su vida y él de la mía”.
Su nuevo hogar
A mediados de septiembre, Buki pasó a su lugar definitivo: un terreno de mil metros cuadrados cercado por barreras y dividido en dos zonas.
Una de manejo con un lago de 1,7 metros de profundidad y 11 de largo, una piscina con lodo, sitios para el sol y la sobra y una pequeña casa para dormir; y una de alimentación con una poceta para los alimentos y ducha para que se refresque.
Para su traslado, que duró tres horas, no fue sedado ni amarrado. Lo fueron atrayendo con comida puesta en el camino.
Su nuevo hábitat tiene tres árboles grandes que le dan sobra y 10 de menor tamaño con los cuales poco interactúa. Comparte con tres pavos reales y dos ñeques, que de vez en cuando le roban las zanahorias, además de aves silvestres que se posan en su lomo rosado.
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Todos los días, a las 8 de la mañana, Luis Eduardo le lleva a Buki su primera ración de comida: 10.600 gramos de zanahoria, lechuga, dos concentrados y pasto.
“Yo soy el encargado de prepararle los alimentos y dejárselos en la poceta. Para avisarle que puede comer utilizo un pito y lo llamo por su nombre. Él responde moviendo las orejas. Lo estimulo botándole zanahorias desde afuera. Aunque siento que ya se acostumbró a mí, nunca lo toco ni le doy el alimento en el hocico. Todo se le deja en el área de comida”.
Mientras come, Buki queda encerrado bajo llave en la zona de alimentación. Al mismo tiempo, Luis y otros trabajadores limpian el lago artificial, el lodazal y la choza donde duerme.
En un terreno de mil metros cuadrados cercado por barreras y dividido en dos zonas vive Buki. Fotos: Mauricio Sánchez y Zoológico Santa Cruz.
“El agua del lago se cambia cada ocho días y se desinfecta con hipoclorito, ya que defeca todo el tiempo”, dice su cuidador.
A las 3 de la tarde, Luis Eduardo repite la rutina. “Ha perdido un poco su agresividad, pero cuando ve extraños lanza miradas intimidantes y se impone. Es su comportamiento natural. Es un reto diario, ya que crece rápido y por lo que me han dicho va a ser de gran porte”.
El guardián es enfático en asegurar que éste ha sido el reto más grande y satisfactorio de su vida.
“Estoy muy feliz, pocos pueden darse el lujo de conocer un animal como estos. Siempre soy muy cuidadoso con mi trabajo, por lo cual espero no llevarme ningún susto”.
Actúa como en casa
El hipopótamo africano permanece la mayor parte del día metido en el lago refrescándose y excretando. Puede pasar hasta 16 horas sumergido dentro de su mundo acuático, y solo sale cuando escucha el pito y la voz de Luis o para dormir en la choza.
Dura hasta cinco minutos bajo el agua sin respirar, hasta que saca las grandes fosas de su nariz. Cuando se aburre, sale a paso lento para comer pasto o a dar giros en el lodo, actividad que hace en las tardes para hidratar la piel.
En las noches es más activo. Bajo la luz de la luna pasta por todos los recovecos del encierro, pero no despierta a sus vecinas avestruces y venados, ya que rara vez emite ruidos.
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“Se comporta como si estuviera en su hábitat natural”, dice Vivian Bernal, directora comercial del zoológico. “Está a gusto, no siente estrés y se alimenta con normalidad”.
Según Bernal, el animal sigue siendo territorial y procuran que no pierda esa característica.
“Ya sabe hasta dónde puede ir y conoce el sitio de alimentación, pero si algún extraño se acerca mucho se va hacia atrás y mira desafiante. Eso significa que está cómodo y hay bienestar animal. El clima ayuda, ya que es una zona de bosque húmedo”.
Los retos
Daniel Bernal, zootecnista y jefe de salud y bienestar animal del zoológico, también se empapó de conocimientos para la llegada de Buki.
“Revisé investigaciones y estudios a nivel mundial para establecer la dieta. Expertos del Parque Nápoles y el zoológico Jaime Duque me aconsejaron. Sin embargo, tenía algo de conocimientos, ya que hice mi práctica en un safari en África”, dijo.
Sumando a esto, otros zoológicos como La Aurora en Guatemala, Mundo Marino en Argentina y el Parque de las Leyendas en Perú, aportaron sabiduría para el manejo del animal, que es familia de los cetáceos, es decir pariente de la ballena.
La dieta de Buki está a punto de cambiar. “Le vamos a dar cuatro raciones de comida al día, ya que le están creciendo los colmillos y tiene que irlos desgastando para que no se perfore el labio superior. En su estado natural lo hace por medio de peleas con los otros machos”, asegura el zootecnista.
El lugar fue adecuado con una piscina con lodo, sitios para el sol y la sobra, una pequeña casa para dormir y una zona de alimentación con una poceta para los alimentos. Fotos: Mauricio Sánchez y Zoológico Santa Cruz. Un hipopótamo puede alcanzar las cuatro toneladas, tres metros de altura y tiene su despertar sexual entre los 4 y 6 años.
“Comen 0,6% de su peso. Por ahora invertimos $200 mil semanales en alimentación, cifra que se incrementará con el paso del tiempo, ya que cada mes necesitará más comida. Esta especie puede llegar a vivir 45 años”, apuntó.
En el poco tiempo que lleva en el zoológico, descubrieron que es selectivo para comer.
“No se come los tallos de los pastos. Es difícil entender cómo hace para seleccionar con esa boca tan grande. Cada día aprendemos algo nuevo sobre él, por lo cual los retos siempre serán constantes”.
Por su parte, la Directora del zoológico afirmó que no descarta recibir a otro hipopótamo en el futuro. “Tenemos las puertas abiertas para ver si podemos traer otro. No es una especie solitaria, vive en manadas. Pero en el caso de que llegara una hembra tendríamos que esterilizarlos a ambos, un proceso que cuesta alrededor de $30 millones”,
Impactos
En África, los hipopótamos se reproducen solo en época de lluvia, una vez al año. Su periodo de gestación dura aproximadamente siete meses, y solo dan una cría.
Pero en el Magdalena Medio lo pueden hacer en cualquier mes, ya que el clima es húmedo. Además, al no contar con especies que los ataquen y compitan, no hay controles.
Estas condiciones han disparado la población a más de 50 hipopótamos en Puerto Triunfo, pero según Cornare debe haber muchos más en otros sitios aledaños al río Magdalena.
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David Echeverri, Director de la Corporación, manifestó que la manada de hipopótamos está desplazando fauna nativa como el manatí, especie en vía de extinción, la nutria y el chigüiro.
“Además, como permanecen casi todo el tiempo en el agua, el excremento y la orina alteran las condiciones de diversidad de los lagos, lagunas y ríos. Actualmente, desarrollamos un estudio del impacto ambiental con las Universidades Javeriana, de Antioquia, UPTC y la de San Diego (Estados Unidos)”.
La Directora del Santa Cruz concuerda con esta teoría. “Al defecar en el agua nace una flora distinta a la de los ríos colombianos, lo que hace que los peces no se alimenten y mueran o que se genere una competencia por alimento con otras especies. Los pescadores se han visto afectados por la disminución de peces nativos”.
Primer juvenil reubicado
Desde hace tres años, para empezar a controlar la invasión de esta especie exótica, Cornare adaptó una zona de manejo cerca al Parque Nápoles con barreras naturales y cebos con comida y pastos para atraer a los hipopótamos; un estilo de corral, pero sin rejas.
Echeverri informó que al comienzo ingresaron solo animales adultos, los cuales dañaron el corral y se fueron.
“Al poco tiempo encontramos una cría de hipopótamo, que fue trasladada al zoológico del Jaime Duque. Este fue un caso atípico, ya que es raro que la madre se desprenda de las crías”.
Luego, Cornare observó a un juvenil sin la manada, el cual se adaptó a los cebos y la comida. “Corrimos con suerte”, apuntó el biólogo. “A esta zona se acercan más que todo hipopótamos adultos, que son complicados y costosos de manejar. El joven era ideal para el traslado, por lo cual nos comunicamos con el Zoológico de Santa Cruz para que preparara las locaciones”.
Un hipopótamo puede alcanzar a pesar cuatro toneladas y medir tres metros de altura. Esta especie puede llegar a vivir 45 años. Fotos: Mauricio Sánchez y Zoológico Santa Cruz.
“Este se convirtió en el primer hipopótamo juvenil que logramos reubicar. El zoológico de Guasca en Cundinamarca ha manifestado su interés por tener uno de estos animales. A nivel internacional estamos trabajando con zoológicos de Ecuador, Perú, Uruguay y México”, afirmó.
Sumado a esto, la Corporación realiza una investigación sobre esterilización química con medicamentos, ya que la normal, que incluye capturarlos y esterilizarlos, puede costar más de $20 millones por animal.
Juan Camilo Mendoza, médico veterinario de Santa Cruz, aseveró que la esterilización es riesgosa y costosa.
“Los machos, al ser tan pesados, pueden sufrir de necrosis y muerte muscular en la intervención. Además, las dosis de los sedantes deben ser grandes por su peso, y son difíciles de conseguir en Colombia. Solo 10 miligramos de un anestésico supera el millón de pesos”.
Sacrificarlos no es una opción. “Así sea una especie introducida, no apoyamos la eutanasia para estos animales. No fue su culpa llegar a Colombia y que el Estado se haya demorado tanto en tomar medidas. Aunque hasta ahora solo uno se ha trasladado, este es el primer paso para solucionar la problemática”, concluyó la Directora del Santa Cruz.