Especial Norte de Santander
Ángel Barajas, el niño prodigio de la gimnasia colombiana
Es talentoso, constante y a punta de tesón ya suma más de una decena de medallas –nueve son de oro– en competencias internacionales. Arrancó a los 4 años y hoy con 17 ya ha tocado la gloria.
Basta con conocer la habitación de Ángel Barajas en su casa ubicada en el barrio El Trigal, en Cúcuta, para entender un poco el camino que ha recorrido en 17 años de vida, 12 de ellos dedicados a la gimnasia. Se pueden ver colgadas todas las medallas que ha ganado y una foto en la pared del japonés Koehi Uchimura. “Para mí es el mejor gimnasta del mundo”, dijo sobre su ídolo.
El legado del siete veces medallista olímpico ha inspirado a Ángel a perseguir muchos de los sueños que ya ha cumplido en su joven carrera, como las dos medallas de oro, la de plata y la de bronce que obtuvo en el Mundial juvenil de gimnasia artística disputado este año en Antalya, Turquía.
Pero no es la primera vez que sus ídolos le marcan el norte. Su destino como gimnasta empezó a insinuarse intentando imitar a Sportacus. El protagonista de la serie Lazy Town cautivó a Ángel con sus saltos y él, de unos 5 años, empezó a recrearlos. Se subía al mueble del televisor y se lanzaba hacia la cama, brincaba muros y trepaba rejas.
También se disfrazaba del personaje que le dio fama mundial al actor y gimnasta islandés Magnus Scheving, y seguía la alimentación que este recomienda en la serie de televisión, con la firme convicción de que comer manzanas le daría más habilidad para trepar y saltar. “Nunca me dio miedo y nunca me caí”, recordó. Sus maromas llamaban la atención por la calle y un vecino convenció a su mamá Angélica María de que lo inscribiera en clases de gimnasia en el coliseo Eustorgio Colmenares.
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Efectivamente tenía madera. “Desde que lo vi me impactó”, recordó Jairo Ruiz, entrenador de Ángel desde entonces. “Tenía la pinta, se le veía el porte. Recuerdo que le hicieron unas pruebas y fácilmente quedó”. Cuando Sportacus fue quedando en el recuerdo, se presentó un nuevo modelo por seguir: Jossimar Calvo, también cucuteño y también formado por Jairo Ruiz. Para ese momento ya era medallista del ciclo olímpico.
Con Jossimar en el espejo, se puso en manos de Jairo Ruiz y a los siete años se dio cuenta de que tenía futuro. Se dedicó por completo y al día de hoy sigue convencido de que tomó la mejor decisión a pesar de los sacrificios que ha implicado, como combinar las más de ocho horas diarias de práctica con sus clases virtuales en la noche para graduarse de bachiller.
“Él nunca ha faltado a un entrenamiento. Es una virtud que tiene: la disciplina”, aseguró Jairo Ruiz. “Es un ejemplo en ese sentido. Por eso está pasando por un momento glorioso”. Ruiz está convencido de que, si sigue así, puede superar el legado de Jossimar Calvo.
Eso sí, no le espera un camino fácil. A veces se frustra cuando no logra los resultados esperados y baja los brazos. Su mamá, al igual que sus dos hermanos mayores y Ruiz lo contienen y encarrilan, así sea dejándolo dos semanas sin celular para que no pierda el foco. “Yo tengo mi carácter. Pero es bueno que me aprieten porque debo aprender a estar tranquilo cuando las cosas no salen”, dijo Ángel.
A veces también lo invade el miedo a caer mientras compite o entrena. “El miedo siempre está ahí, pero prefiero darle para adelante y a lo loco para romper el hielo”. Lo importante es lanzarse al vacío y confiar, como cuando creía que era Sportacus e iba a salvar el mundo.