Especial Pacífico
Así es el imparable esfuerzo regional por proteger la biodiversidad del Pacífico
Proteger los ecosistemas, las especies de fauna y flora y darle un impulso al desarrollo de las poblaciones más vulnerables es una tarea que desde la región lideran colectivos y asociaciones. Así avanzan.
En las profundidades del Pacífico colombiano se encuentran múltiples tesoros, que influyen activamente en la preservación de los ecosistemas del país e, incluso, mueven su economía. Uno de ellos es choibá, un árbol nativo de la región que regula la calidad del agua y alberga en sus ramas a múltiples especies. Además, produce frutos que por generaciones han alimentado decenas de familias y que incluso hoy se están estudiando porque con ellos se podría dar origen a un nuevo tipo de aceite comestible.
A pesar de que esta especie es de gran valor para la región, la deforestación tiene en riesgo su supervivencia. Para hacerle frente a esta amenaza, organizaciones sociales y comunitarias trabajan en recolectar semillas, adecuar viveros para propagar la especie y sembrar los ejemplares en terrenos protegidos. Hoy, los primeros frutos de esa nueva generación de árboles se están cosechando.
Al igual que esta, son varias las iniciativas que crecen alrededor de la conservación de la biodiversidad y los ecosistemas de la región, un territorio que según la Región Administrativa y de Planificación del Pacífico, alberga al menos el 71 por ciento de los manglares de Colombia, el 11,6 por ciento de los ecosistemas estratégicos del país y cuyas áreas naturales protegidas equivalen al 10 por ciento del total del territorio continental y al 17 por ciento del marino.
Otra muestra de ese compromiso con la conservación de los recursos naturales de la región es Chao Plástico del Mar, una iniciativa que nació de un grupo de jóvenes en Buenaventura cuyo propósito es limpiar las playas en jornadas de recolección en las que participan tanto turistas como locales. A este esfuerzo se suman acciones que involucran, además del componente ambiental, el beneficio social. En Quibdó, por ejemplo, Arte y Joya ha ido ganando terreno gracias a sus coloridas prendas de vestir y accesorios elaborados con fibras vegetales. Actualmente, su papel es protagónico en la ciudad porque en la producción participan asociaciones de artesanos, diseñadores y confeccionistas, lo que genera con ello un importante impacto económico en un territorio marcado por la pobreza.
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En el caso de Nariño, la Fundación Ayuda en Acción puso en marcha una estrategia para cambiarles la vida a más de 450 lideresas del departamento y a sus familias, a través del cultivo y la comercialización del cacao. “El proyecto nace con la idea de generarles un sustento digno, que las aleje de las prácticas ilícitas y les abra las puertas de un mercado internacional en el que creemos que pueden sobresalir con sus productos a base del cacao”, afirmó María Isabel Cerón de Sousa, directora de Ayuda en Acción. Y precisó que más allá del beneficio económico, en el centro de la operación también está el cuidado de los ecosistemas. “Nada es sostenible sin el medioambiente. El éxito de este tipo de estrategias está en la simbiosis de las comunidades con iniciativas que sean amigables con la flora y fauna de la región”, concluyó.