Especial Con sello colombiano
El papel vital de las empresas en el desarrollo económico de Colombia
Potenciar el desarrollo del país y que los colombianos mejoren sus condiciones de vida depende, en gran medida, del papel de las empresas en la economía. Los esfuerzos de los sectores productivos son vitales para impulsar la competitividad de los territorios.
La competitividad puede entenderse como el conjunto de factores, recursos e instituciones sobre los que se construye la productividad de una economía, de sus personas. Avanzar en materia de competitividad es brindarles herramientas a las personas para mejorar sus vidas y, en escala, permite que toda la sociedad participe de un proceso de crecimiento incluyente.
Los avances implican atender de forma integral diversos aspectos de distinta índole. Hay que lograr generar condiciones habilitantes para que la población participe del proceso productivo y logre unir esfuerzos. Así, dentro de un tejido empresarial, su trabajo rendirá mayores frutos, logrando más desarrollo.
Para conseguir que este proceso sea incluyente y que no se fortalezcan fenómenos como la inequidad, debemos buscar cerrar las brechas de acceso y aprovechamiento a las oportunidades, además de crear capacidades entre distintos sectores económicos, segmentos de la población y, claramente, también entre regiones.
Colombia tiene realidades que varían mucho. Esto es especialmente desafiante para los hacedores de política, en particular cuando no existe una única fórmula de desarrollo que puedan replicar todos los departamentos, los cuales son de por sí divisiones aleatorias del territorio, y que atienda de manera integral las necesidades específicas de cada población y región.
Alrededor del 20 por ciento del PIB manufacturero nacional se genera en la región de Antioquia y el Eje Cafetero, mientras que cerca del 50 por ciento del PIB minero se produce en los Llanos Orientales y la Orinoquia. En lo que respecta al empleo, alrededor del 20 por ciento de la población ocupada en la región central trabaja en el sector de servicios sociales, comunales y personales, mientras que más de un tercio de la población ocupada en la Amazonia se emplea en el sector agropecuario.
En el nivel socioeconómico también se observan algunas diferencias importantes entre regiones. En 2022, si bien el 22,7 por ciento de la población de Cundinamarca estaba bajo condición de pobreza monetaria, en el departamento del Chocó esta proporción alcanzó el 66,7 por ciento. Una diferencia de 44 puntos porcentuales entre ambos. Estas enormes brechas han sido una preocupación y un tema recurrente de estudio para el Consejo Privado de Competitividad, que, en alianza con la Universidad del Rosario, elabora anualmente el Índice Departamental de Competitividad (IDC), una medición que ilustra este fenómeno para los 32 departamentos de Colombia y la ciudad de Bogotá, a través de 108 indicadores.
Las complejidades del diseño de la política pública y las democracias actuales son tales, que las empresas son cada vez más relevantes a la hora de mejorar los entornos productivos. Contrario al Estado, estas tienen ya su producción en el territorio y son conocedoras de su idiosincrasia. Sin embargo, asumir ese rol exige esfuerzos en innovación y asunción de riesgo, buscar alianzas estratégicas y pensar creativamente en formas de mejorar su productividad y la del tejido social que las rodea.
Desafío TIC
Existen fuentes de información que les permiten educar sus esfuerzos y corroborar con las cifras sus observaciones puntuales nacidas de la experiencia. En la versión más reciente del IDC correspondiente a 2023, uno de los resultados más importantes fue el deterioro observado en el desempeño competitivo en buena parte de los departamentos. En términos generales, se registró un aumento en la diferencia en el puntaje global entre el mejor (Bogotá) y el peor de la medición (Vichada), y 20 de los 33 territorios evaluados registraron una caída en su puntuación, en comparación con el cálculo del año anterior.
En cuanto a las dimensiones evaluadas, las brechas más significativas entre los departamentos se presentaron en adopción TIC, sistema financiero, sofisticación, diversificación e innovación. La diferencia en puntaje entre el mejor y el peor fue superior a 9,0 en una escala entre 0 y 10. En particular, se encontró que el desempeño relativo de los departamentos fue bastante heterogéneo en indicadores como ancho de banda de Internet fijo, inclusión financiera, diversificación de la canasta exportadora e investigadores per cápita, por citar algunos ejemplos.
Si bien algunos de estos indicadores responden a acciones que se concentran en la esfera de la política pública, muchos de ellos pueden ser afectados por las políticas y acciones del entorno productivo. Pero incluso si es difícil afectar el entorno, todas las empresas deben estar al menos en una búsqueda constante de fuentes de innovación y productividad.
Debemos buscar nuevos productos, nuevos mercados y focos de inversión. Los niveles de inversión sobre PIB han llegado a niveles muy bajos que no veíamos desde 2006. No es posible que desde el ámbito privado movamos la inversión pública, desconociendo que la privada sigue siendo el motor fundamental del desarrollo económico y social de cualquier país.
Este es el momento de apostar al enorme poder del tejido empresarial, a la expresión de la capacidad que ganamos como sociedad cuando nos unimos, juntamos talentos y capacidades. Aunque este esfuerzo debe materializarse en inversión, debemos empujar al país en una mejor dirección. Con la experiencia y el conocimiento que les da estar presentes en la producción regional y ser partícipes de la riqueza que genera tener una población urbana dispersa en un territorio amplio y diverso, este es un momento importante para el empuje empresarial y su capacidad de jalonar los sueños del resto del país.
* Presidenta del Consejo Privado de Competitividad