Medioambiente

Sonso, resiste: Así es la lucha de pescadores y líderes ambientales para salvar el último gran humedal del río Cauca

En medio de vegetación invasora y la disminución del agua, surgen iniciativas comunitarias que intentan mantener viva su fuente de trabajo y de vida.

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27 de octubre de 2025, 8:33 p. m.
La Laguna de Sonso o del Chircal, se encuentra ubicada sobre la margen derecha del río Cauca, entre los municipios de Buga, Yotoco y Guacarí.
La Laguna de Sonso o del Chircal, se encuentra ubicada sobre la margen derecha del río Cauca, entre los municipios de Buga, Yotoco y Guacarí. | Foto: JOSÉ LUIS GUZMÁN / EL PAÍS

En el centro del Valle del Cauca, entre los municipios de Buga, Yotoco y Guacarí, un espejo de agua lucha día a día por mantenerse vivo. La Laguna de Sonso, el último gran humedal del valle geográfico del río Cauca, resiste a la invasión del buchón, la sedimentación y el olvido. Es un ecosistema que respira con dificultad, pero que no se rinde.

“Este es el último de los relictos de bosque seco tropical que existen en la región. Es un humedal de importancia internacional porque influye en el clima, alberga más de 190 especies de aves y es el vaso regulador del río Cauca”, explicó Omaira Rendón Rayo, lideresa socioambiental del Centro de Educación Ambiental Buitre de Ciénaga, una de las organizaciones comunitarias que trabaja en su conservación.

Omaira acompaña como guía a los visitantes que llegan hasta este rincón del país como parte de una iniciativa de la misma comunidad. La entrada no tiene costo, lo único que piden es cuidar ese territorio de basuras o residuos para no afectar el ecosistema. Omaira prácticamente nació en la laguna y conoce cada rincón del lugar, donde todavía es posible ver aves como garzas, cormoranes y martines pescadores.

Durante años, el humedal ha sido un cuerpo herido: vegetación como el buchón de agua y el pasto alemán cubrieron gran parte del espejo, reduciendo el oxígeno y desplazando a los peces. La profundidad del agua, que antes alcanzaba seis metros, hoy apenas llega a uno. Aun así, la vida se niega a desaparecer. Hace diez años, el sitio fue declarado Distrito Regional de Manejo Integrado (DRMI) por la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), y desde entonces se convirtió en un laboratorio natural para la restauración ambiental.

Las cámaras trampa instaladas por la corporación, como parte del programa nacional Red Otus, han registrado el desfile silencioso de especies como yaguarundíes, zorros cañeros, chigüiros e iguanas que deambulan entre guaduales. Cada imagen es una prueba de que la naturaleza se rehace, incluso cuando todo parece perdido.

“Hace 20 años la laguna tenía otra profundidad y los peces abundaban, pero seguimos cuidándola porque de ella depende nuestra vida”, dijo Jair Palacios Acosta, vocero de la Asociación de Pescadores Defensores del Río Cauca y la Laguna de Sonso.

Voces que vienen del agua

Hay varias iniciativas de conservación que mantienen viva la esperanza. En el Centro Ambiental Buitre de Ciénaga, niños y jóvenes de las comunidades aledañas aprenden que el agua también enseña. “Formamos a los muchachos para que cuenten la historia de la laguna y entiendan que la conservación también puede ser un proyecto de vida”, explicó Omaira. Desde hace más de dos décadas, la comunidad acompaña a los visitantes, capacita a los guías y realiza talleres de educación ambiental con colegios y empresas.

Palacios reconoció que necesitan recursos para concretar varios proyectos. “Pero no limosnas. Lo que necesitamos es una máquina anfibia para dragar la laguna y recuperar su profundidad. Esto no se arregla con pañitos de agua tibia”.

Hay varias iniciativas de conservación que mantienen viva la esperanza en la Laguna de Sonso.
Hay varias iniciativas de conservación que mantienen viva la esperanza en la Laguna de Sonso. | Foto: VW Pics/Universal Images Group via Getty Images

También advirtió que la expansión cañera confinó parte del humedal y la vía Buga-Buenaventura alteró su dinámica natural. “La construcción de esa carretera fue la perdición de la laguna”, afirmó. Por eso, interpusieron una acción popular en Buga junto al abogado Harold Moreno para obligar al Gobierno nacional, la Gobernación y la CVC a restaurar el flujo del agua. Hasta ahora, siguen esperando respuesta.

Mientras tanto, los pescadores hacen trinchos con palos y costales para evitar que el humedal se seque. “Nos toca mover el buchón con los motores y anclarlo en los potreros. No es que nos guste, es que sin espejo de agua no hay pesca ni comida”, resumió el vocero de la asociación de pescadores, que ha dedicado toda su vida a esa actividad.

A su vez, el turismo comunitario se ha convertido en una nueva forma de cuidar. Desde el Centro Buitre de Ciénaga inician los recorridos de avistamiento de aves y las lanchas de la Ruta Náutica del Vuelo del Garzón Azul, un proyecto impulsado por las asociaciones de pescadores junto con la Alcaldía de Buga y la Gobernación del Valle.

“Queremos que la gente venga, pero que entienda que esto no es un balneario. Aquí se viene a aprender, a observar y a respetar”, insistió Rendón y contó que en una mañana clara un grupo de avituristas puede registrar hasta 100 especies distintas: garzas, cormoranes, espátulas rosadas, colibríes diminutos que sobrevuelan los totorales.

Cada recorrido se realiza bajo control, pues la CVC estableció un límite de 65 visitantes por día para proteger el equilibrio del humedal. Las agencias privadas incluyen experiencias de kayak y navegación segura, con itinerarios que parten desde Cali y combinan deporte, interpretación ambiental y cocina local.

No es un turismo masivo, sino de aprendizaje. En las orillas las cocineras tradicionales preparan pescado frito y sancocho de gallina. Los visitantes que almuerzan en el mirador pueden escuchar historias de los pescadores que hablan del río, del calor y de los días aciagos en que el agua parecía desaparecer.

Así, la laguna no solo resiste: enseña. La calidad del agua ha mejorado gracias a las plantas de tratamiento que construye la CVC, y poco a poco el río Cauca empieza a recuperar su tono de vida. “El pescado vuelve a saber a río”, comentó Palacios con optimismo.