Ambiente
Una austriaca lidera la recolección de basura submarina en la bahía de Taganga
Elisabeth Aichberger encontró en este pequeño corregimiento de Santa Marta un lugar para vivir de lo que más le gusta: el buceo. Su labor ha ido más allá y gracias a su gestión se recogen más de 300 kilos de basura durante el año.
Elisabeth Aichberger ha recorrido el mundo buceando en Asia, África, Centroamérica y Latinoamérica. Desde el 2016 llegó a Colombia con la intención de aprender español, pero tras conocer la bahía de Taganga se enamoró del paisaje y vio la oportunidad perfecta para materializar su sueño: tener su propio centro de buceo. Desde este lugar decidió además impulsar la limpieza de las playas y el mar. Solo este año ha recogido más de 300 kilos de basura.
“El mar llamó mi alma y yo respondí con todo mi corazón”, pregona Elisabeth, quien antes de encontrarse con el buceo, se dedicó a la industria del marketing y la publicidad, hasta que en el 2012 tomó la decisión de viajar a Indonesia. “Allí hice un entrenamiento para ser buzo de rescate e instructor”, recuerda.
Una vez certificada, empezó a recorrer el mundo trabajando en diferentes playas de las Maldivas, Fiyi, Sint Maarten y República Dominicana. Hasta esta última isla llegó con la intención de aprender español. “Me di cuenta de que todo el mundo hablaba inglés, entonces fue imposible”, cuenta.
Así fue como comenzó a buscar en qué países realmente podía aprender este idioma y encontró en Colombia el destino ideal. “Llegué en el 2016 a Medellín y me metí a una escuela de idiomas, a la par empecé a conocer ciudades como Bogotá, Cali, Cartagena, Santa Marta, Barranquilla, Salento, San Gil, Bucaramanga, Buenaventura, Bahía Solano, Nuquí”, señala.
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En el hostal que vivía un amigo le recomendó la costa Caribe para pasar las fiestas de fin de año. “Conocimos varios sitios, pero cuando llegamos a Taganga vi un gran potencial”, recuerda. Después de aquel viaje volvió a Sint Maarten para trabajar un tiempo, hasta que decidió regresar a Colombia.
“Es muy fácil viajar en este país, además la gente es muy amable, hospitalaria, por eso volví y me quedé”, confiesa Elisabeth, quien empezó a trabajar en escuelas de buceo, hasta que vio una oportunidad para abrir su propio centro en el 2017. “Era un sueño que tenía desde antes de llegar al país, pero aquí me di cuenta de que había varios lugares para hacerlo, ninguno como Taganga”.
Bajo los estándares internacionales de PADI (Asociación Profesional de Instructores de Buceo), Elisabeth creó ‘Ocean Lovers’, un centro de buceo para principiantes y profesionales, en donde priman el espíritu de conservación y cuidado del medioambiente. Para responder a esa filosofía realizan jornadas de recolección de basura submarina y conservación de corales. “En la zona hay un problema de contaminación por plásticos, lo cual es una amenaza a la biodiversidad de nuestro mar y los habitantes de la costa”, señala.
Como faltan canecas y contenedores, mucha de la basura es arrastrada por el viento y la lluvia hacia las playas y el mar. “Esto también afecta a las personas porque aquí muchos pescan. Entonces si hay tanta basura los peces la empiezan a consumir y al final nosotros terminamos comiéndola”, advierte.
Cada dos semanas se reúne con su equipo y voluntarios que quieran participar de las jornadas de limpieza para que de dos a cinco de la tarde recolecten basura entre los tres y seis metros de profundidad. Paralelamente en tierra un equipo de colaboradores limpia la playa. “Quien más desechos recolecta gana una jornada de buceo para que vea con sus propios ojos el problema del plástico y otras basuras en el mar”, añade.
Al terminar regresan con toda la basura al centro de buceo, donde se organiza y clasifica para ser entregada a los recicladores y a la empresa recolectora de basura. Elisabeth se muestra sorprendida con la cantidad de desechos que pueden recoger en una jornada. “Los primeros años recolectamos cerca de 400 kilos, en lo que va de este año hemos realizado ocho limpiezas, en cada una sacamos entre 35 y 65 kilos de basura, para un total de 380 kilos, de esos el 60 por ciento es puro plástico”.
Aunque parezcan pequeñas, Elisabeth está convencida de que estas acciones son generadoras de cambios y costumbres. “Aún nos falta mucho, pero todo está en nuestras manos. Si cada persona cambia algo pequeño en su día a día iremos cambiando y mejorando el mundo de a poquitos”, concluye.
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