Opinión
Colombia y el nuevo orden comercial: el momento de una diplomacia económica audaz
En medio de la creciente guerra arancelaria entre potencias globales, Colombia enfrenta un dilema estratégico: adaptarse al nuevo orden económico mundial o quedar rezagada.

En el tablero de ajedrez geopolítico, los aranceles se han convertido en las nuevas piezas de ataque. Lejos de los campos de batalla tradicionales, la llamada “guerra arancelaria” redefine las reglas del poder global. Estados Unidos, China, la Unión Europea, India y otras potencias comerciales han intensificado una contienda silenciosa pero devastadora: la reconfiguración compleja del orden económico internacional. ¿Qué se juega en esta partida? Mucho más que cifras: se juega el dominio del orden económico internacional, la seguridad nacional y el futuro de países como Colombia, atrapados en una red de intereses que no controlan, pero de la que dependen.
Los intereses tras las trincheras comerciales
A simple vista, los aranceles parecen medidas técnicas destinadas a equilibrar balanzas comerciales. Pero detrás se esconden motivaciones estratégicas. Estados Unidos, por ejemplo, ha reavivado su retórica de “America First”, no solo como un lema político sino como una doctrina económica. La imposición de aranceles a productos chinos, europeos y latinoamericanos busca, entre otras cosas, relocalizar cadenas productivas, proteger su industria y contrarrestar la influencia tecnológica de Pekín.
China, por su parte, responde con la misma moneda. Su apuesta por la autosuficiencia, la expansión de la Ruta de la Seda y su liderazgo en industrias clave como la inteligencia artificial y los minerales críticos es vista por Occidente como una amenaza directa. La Unión Europea, dividida entre mantener su modelo de comercio libre y responder a las presiones proteccionistas externas, ha optado por un proteccionismo selectivo, principalmente ambiental (con su Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono).
Lo que está en juego no es solo quién vende más, sino quién controla los flujos tecnológicos, energéticos y financieros del mundo en la próxima década.
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Las ondas expansivas globales
Las consecuencias de esta guerra arancelaria son profundas. El comercio mundial, que ya venía resentido por la pandemia y los conflictos bélicos como el de Ucrania, enfrenta ahora una fragmentación que amenaza con romper décadas de integración. Las cadenas globales de valor se reorganizan, encareciendo bienes, reduciendo márgenes de ganancia y limitando el acceso a mercados.
Los países en desarrollo, especialmente aquellos que dependen de exportaciones de bajo valor agregado, son los más vulnerables. La incertidumbre genera fuga de capitales, devaluaciones y una presión inflacionaria generalizada. Además, el proteccionismo puede agravar la desigualdad entre países que tienen capacidad de producción industrial y tecnológica, y aquellos que no.
¿Y Colombia en este escenario?
Colombia, como economía abierta y altamente dependiente de sus exportaciones minero-energéticas y agroindustriales, está en una posición delicada. Las tensiones arancelarias globales afectan directamente los precios de los productos básicos que exportamos (como café, carbón, flores o petróleo) y encarecen la importación de bienes de capital e insumos tecnológicos.
No obstante, existe una oportunidad y es aprovechar la tendencia a la relocalización productiva (nearshoring), para lo cual se debe tener muy claro que el país debe invertir decididamente en infraestructura, educación técnica, estabilidad normativa y seguridad jurídica. De lo contrario, quedará al margen de los nuevos centros de manufactura regional.
En este orden Colombia se encuentra en un momento crucial para redefinir sus prioridades internas y su inserción internacional. Apostar únicamente por Estados Unidos puede representar una falsa zona de confort: ofrece estabilidad a corto plazo, pero limita el margen de maniobra estratégico. En cambio, una estrategia de diversificación inteligente —sin romper con Washington— permitiría a Colombia posicionarse mejor en un mundo multipolar, aprovechando nuevas oportunidades sin caer en la trampa de la dependencia.
Diversificar sin dividir: la diplomacia económica que Colombia necesita
Colombia no tiene que elegir entre Estados Unidos y Asia. Puede construir una diplomacia económica triangular que potencie los avances ya logrados mediante el:
- Fortalecimiento de la relación estratégica con EE. UU., pero desde una lógica de corresponsabilidad y mayor equilibrio. No es posible desconocer que Estados Unidos sigue siendo el principal socio comercial de Colombia, absorbiendo el 29% del total de sus exportaciones en 2024.
- Aumento de su presencia en Asia-Pacífico a través de acuerdos comerciales como el Acuerdo de Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés), participación en foros, ferias, diplomacia científica y atracción de inversión asiática.
- Consolidación del bloque de la Alianza del Pacífico, con visión pragmática de integración regional y proyección conjunta al mundo. En diciembre de 2024, Colombia asumió la Presidencia Pro Tempore de esta Alianza, lo que le brinda la oportunidad de liderar iniciativas regionales en comercio, digitalización y cooperación económica durante 2025.
La guerra de aranceles no es una tormenta pasajera, sino un síntoma de la transición hacia un nuevo orden mundial. Colombia, lejos de ser una espectadora pasiva, debe decidir si juega a la defensiva o si apuesta por una diplomacia económica activa, audaz e inteligente. Porque en tiempos de incertidumbre, el país que mejor desarrolle capacidades institucionales y diversifique sus alianzas será el que más margen tenga para escribir su propio destino.
Rocío Pachón, experta en seguridad, estabilización territorial, construcción de paz y cooperación internacional.