Opinión
El motor oculto de la economía está en las personas migrantes
En el Día Internacional de las Personas Refugiadas, hago un llamado al sector empresarial y a la sociedad en general para que reconozcan que estas poblaciones representan una ventaja concreta y una oportunidad transformadora para Colombia.
Vengo de una familia migrante. Mi madre, Haltica Chedid Turbay, dejó El Líbano para construir una vida en Colombia, donde ella se convirtió en la primera mujer de nuestra familia —y de nuestra ciudad, Barranquilla— en dirigir un banco. En una época en que las mujeres no eran reconocidas como líderes, y las personas migrantes apenas eran vistas, ella abrió un camino con dignidad, resiliencia y una determinación imparable. No rompió el molde, lo reinventó. Crecí viéndola entrar en salas donde nadie esperaba que hablara, mucho menos que liderara, pero su sola presencia era ya motivo de progreso. Eso marcó profundamente quién soy y lo que defiendo hoy.
La historia de mi mamá no es única. Es reflejo de millones de personas migrantes que, forzadas a empezar de nuevo, convierten la adversidad en oportunidad. En Colombia, esto ya no es una realidad lejana. Es cotidiano. Somos el país que ha recibido a más personas venezolanas en América Latina —cerca de 3 millones— y muchas de ellas tienen el talento y las ganas de aportarlo al desarrollo del país. Sin embargo, según el informe de ManpowerGroup de 2025, nos enfrentamos a una escasez de talento del 59 %, especialmente en sectores clave como la construcción, agroindustria, salud, transporte, logística, hotelería y tecnología. Seis de cada diez empresas reportan falta de personal. La paradoja salta a la vista.
El trabajo no es solo una fuente de ingreso. Es identidad. Es arraigo. En Tent Partnership for Refugees trabajamos con empresas de Europa y las Américas —incluida Colombia— para que integren a personas refugiadas y migrantes a sus equipos. Porque cuando se le abre una puerta a quien lo ha perdido todo, no se le da solo un empleo, se le devuelve su razón de ser. Y lo cierto es que las empresas reciben más de lo que dan.
En sectores desde fabricación hasta tecnología, las personas migrantes y refugiadas demuestran su valor con adaptabilidad y compromiso, justo lo que el mercado laboral necesita. También ofrecen mayor lealtad y menor rotación. Esta es una ventaja concreta y una oportunidad transformadora para Colombia. Más allá de lo económico, la integración de la población migrante enriquece nuestras comunidades, tal como los colombianos han fortalecido sociedades globales, ahora ellos nutren y dinamizan nuestro entorno.
Contratar personas migrantes y refugiadas no es un acto de caridad. Es una decisión empresarial inteligente. Y los consumidores también lo saben. Encuestas recientes que ha realizado Tent en varios de los países donde tenemos presencia, incluidos los de Latinoamérica, muestran que los consumidores son más propensos a comprar productos de empresas que contratan a esta población. No es solo una tendencia: es un mandato ético y económico. La inclusión ya no es una estrategia; es una exigencia del mercado.
Pero el ánimo global está polarizado, por eso hoy más que nunca debemos alzar la voz para compartir que la migración no es una amenaza. Es una estrategia de supervivencia. Y muchas veces, de reinvención. Detrás de cada persona migrante hay una historia de coraje. He visto mujeres retomar sus profesiones después de años de pausa forzada, y jóvenes liderar equipos con una nueva confianza. Estas historias no solo transforman sus vidas. También impactan a quienes trabajan a su lado y a las empresas que los incluyen.
Como tantas otras personas, mi madre migrante se convirtió en pionera. Su vida demuestra que, cuando se ofrece una oportunidad, el talento y el coraje pueden desafiar cualquier expectativa. Hoy, mi familia es un ejemplo vivo: mujeres en los negocios, la medicina, las finanzas y la tecnología. Todo esto fue posible porque alguien les abrió la puerta a nuestros antepasados con nombres desconocidos, y al hacerlo, no solo transformó nuestro futuro, sino también las sociedades a las que hoy contribuimos.
Sí, enfrentamos una crisis migratoria sin precedentes. Pero la verdadera crisis es la del miedo, la desinformación y la oportunidad desperdiciada. Las personas migrantes son una gran oportunidad para Colombia. Y el sector privado debe ser protagonista. Cuando las empresas actúan con visión y propósito, no solo apoyan a quienes migran: construyen mejores equipos, y un país más fuerte, más justo y más preparado para el futuro.
Por Natalia León Chedid, Directora de Tent Partnership for Refugees en Colombia