Opinión

El síndrome de la abeja reina: cuando el aguijón pica a su propia colmena

El síndrome de la abeja reina persiste en entornos laborales. ¿Por qué algunas mujeres en el poder bloquean a otras? Una mirada crítica a este fenómeno y una invitación a liderar distinto.

Janeth Rodríguez
16 de junio de 2025, 7:29 p. m.
La verdadera sororidad no se predica, se practica: en cómo damos espacio, en cómo reconocemos talento, en cómo celebramos los logros ajenos como si fueran propios.
La verdadera sororidad no se predica, se practica: en cómo damos espacio, en cómo reconocemos talento, en cómo celebramos los logros ajenos como si fueran propios. | Foto: 123rf

En el imaginario colectivo, la abeja reina es la figura central de la colmena. Sin embargo, en la práctica real de esta especie, la reina no gobierna; su función principal es la reproducción, mientras que las obreras toman decisiones clave y pueden incluso reemplazarla en momentos en los que no puede ser productiva.

En el ámbito laboral, el “síndrome de la abeja reina” describe a mujeres en posiciones de liderazgo que, en lugar de apoyar a otras mujeres, las ven como amenazas y obstaculizan su progreso. Esta actitud no solo perpetúa la desigualdad, sino que también socava la cohesión y el rendimiento del equipo. Sin duda, no existe un trono más solitario.

Irónicamente, en más de una ocasión, este comportamiento es una respuesta a entornos laborales marcadamente dominados por hombres, donde las mujeres han tenido que esforzarse el doble para alcanzar puestos de liderazgo. Al llegar a la cima, algunas adoptan actitudes competitivas y excluyentes, replicando las mismas dinámicas que enfrentaron en su ascenso.

Parece entonces que estuviéramos inmersas en una especie de carrera —al mejor estilo de la selección natural— para probarnos entre nosotras mismas. Y no es de extrañarse si se tiene en cuenta que solo el 26 % de los cargos ejecutivos globales son ocupados por mujeres, a pesar de representar la mitad de la fuerza laboral en el mundo.

Datos que pican

Un estudio de la Universidad de Arizona (2021) reveló que el 25 % de las mujeres en posiciones de liderazgo han experimentado resistencia de otras mujeres líderes en algún momento de su carrera. ¿Paradójico? Mucho. ¿Lamentable? Muchísimo.

No de gratis, Madeleine Albright, exsecretaria de Estado de EE. UU., afirmó que “hay un lugar especial en el infierno para las mujeres que no ayudan a otras mujeres”. A la lista de mujeres en posiciones de poder que han podido percatarse de este creciente fenómeno se sumó Cecilia Harvery, ejecutiva tecnológica y fundadora de Tech Woman Today, indicando que “las abejas reinas son como versiones adultas de las chicas malas de la escuela”.

Yo también he sentido el aguijón

Después de tantos años abriéndome paso en una industria liderada por hombres —la tecnología, uno de los entornos más masculinizados del mundo corporativo— sería fácil justificar una actitud defensiva o excluyente. Pero me niego a ser la abeja que se convierte en reina por miedo a ser reemplazable. No quiero proteger mi lugar a picotazos, ni ser esa figura intocable a la que se le teme más de lo que se le admira.

Muchas líderes dentro de mi industria quizás se preguntarán, ¿cómo no sentirse solas en la cima cuando tan solo el 28 % de las profesionales en tech en el mundo son mujeres?, ¿cómo evitar caer en esta idea nociva y contraproducente de que existe un “trono” por defender? La respuesta está en construir colmenas, no tronos.

Soy fiel creyente de que, para combatir este síndrome, es esencial fomentar una cultura de apoyo y de colaboración entre nosotras las mujeres. ¿Por qué? Porque el éxito compartido no se divide, se multiplica. Porque cuando una sube y jala a otra, no pierde altura, gana fuerza.

Y aunque urge que más mujeres lleguen a liderar, no se trata de llenar colmenas con abejas al azar solo por cumplir la cuota. La verdadera inclusión no florece a punta de estadísticas, sino de mérito, de preparación, de vuelo propio. No queremos liderazgos simbólicos; queremos líderes reales, con alas firmes y visión clara. Porque ser mujer no debería ser el único requisito para volar alto, pero tampoco debería ser nunca un obstáculo.

La verdadera sororidad no se predica, se practica: en cómo damos espacio, en cómo reconocemos talento, en cómo celebramos los logros ajenos como si fueran propios. Porque si algo aprendí es que romper techos de cristal no sirve de nada si dejamos los vidrios rotos regados para las que vienen detrás.

Volar sin miedo al zumbido ajeno

El verdadero empoderamiento comienza cuando entendemos que el vuelo propio no depende de la aprobación ajena. El zumbido de la envidia, la crítica o el juicio nunca será más fuerte que la fuerza de nuestras alas. Cuando confías en lo que eres y en lo que haces, cada paso hacia adelante se convierte en un testimonio de tu poder personal.

El miedo a ser observada, juzgada o cuestionada desaparece cuando te das cuenta de que, al final, solo importa lo que tú crees de ti misma. No hay viento que frene a quien ya ha encontrado su rumbo, y no hay zumbido que apague el eco de una voz que resuena en su verdad. Volar con confianza es recordar que el cielo está hecho para todas, y que el miedo solo se convierte en obstáculo cuando lo permitimos.

Janeth Rodríguez, vicepresidente de Revenue Latam en Infobip.

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