Opinión

Esa mujer que respira

El individualismo, entendido en su forma sana, no es egoísmo ni una indiferencia hacia los demás. Es, en realidad, la base de una libertad responsable: la capacidad de conocernos, reconocernos como seres autónomos con criterio propio y voz auténtica.

María Angélica Bula
5 de junio de 2025, 5:58 p. m.
Una persona  no se define desde afuera, con sus títulos, sino que se descubre en lo íntimo.
Una persona no se define desde afuera, con sus títulos, sino que se descubre en lo íntimo, en su esencia. | Foto: 123RF

A lo largo de mi trayectoria, he aprendido que las enseñanzas más valiosas muchas veces llegan en los momentos menos esperados y desde los lugares más simples. Comparto un aprendizaje que ha marcado mi vida y que recientemente se vio reforzado gracias a una conversación con Borja Castelar, durante el más reciente encuentro del Círculo de Mujeres Semana-Dinero, donde se refirió al fin de los títulos como factor de éxito social.

La enseñanza a la que me refiero llegó cuando estaba en el colegio, en una clase de filosofía. El profesor se dirigió a cada una de nosotras con una pregunta aparentemente sencilla, pero que escondía una profundidad inmensa: ¿Quién eres? Respondimos, como lo haría cualquier adolescente, con nuestros nombres. Pero él insistió: No te estoy preguntando cómo te llamas, ni dónde vives, ni qué te gusta. Mi pregunta es: ¿quién es esa que respira?

Desde entonces, esa pregunta me ha acompañado como una brújula silenciosa. No sé si algún día encontraré una respuesta definitiva, pero me esfuerzo por conocerla, por escucharla, por entender a ‘esa’ que está muy en el fondo. Más allá de nuestra profesión, de nuestros títulos, logros o roles, existe una identidad más profunda, más auténtica. Una que no se define desde afuera, sino que se descubre en lo íntimo. En lo esencial.

Y aunque es una pregunta incómoda —porque nos obliga a despojarnos de etiquetas y máscaras— también es liberadora. Nos invita a habitar nuestro propio cuerpo y a hacernos responsables de nuestra existencia. A vivir con intención. Y a tomar decisiones más conscientes.

En una realidad en la que el colectivo cobra cada vez más fuerza —como debe ser— no podemos perder de vista el valor fundamental de lo individual. El individualismo, entendido en su forma sana, no es egoísmo ni una indiferencia hacia los demás. Es, en realidad, la base de una libertad responsable: la capacidad de conocernos, reconocernos como seres autónomos con criterio propio y voz auténtica.

Es aceptar que, aunque formamos parte de un todo, cada uno tiene un camino único, y que nadie puede vivir por otro, así como nadie puede respirar por ti. Es el reconocimiento de que nuestra libertad termina donde empieza la del otro, y que solo desde esa consciencia personal podemos contribuir verdaderamente al bienestar colectivo.

El colectivismo —cuando se lleva al extremo— puede derivar en la pérdida de la individualidad, en una uniformidad que minimiza la diversidad y la creatividad. Sin embargo, también hay un valor profundo en pensar en el colectivo, en reconocer que vivimos en una red de relaciones e interdependencias. Lo importante está en encontrar ese equilibrio: respetar y valorar la singularidad de cada persona, sin que ello implique la ruptura con el tejido social.

Desde esa conciencia de lo propio, del conocimiento y reconocimiento de nuestra autonomía, podemos construir una sociedad más sólida y auténtica. Reconocer a ‘esa que respira’, con su historia, aspiraciones y desafíos, es el primer paso para dialogar con respeto, valorar la diversidad y aportar desde la sinceridad y la profundidad. Cuando cada uno entiende su papel y su capacidad de influir, florecen las relaciones genuinas y transformadoras que fortalecen el tejido social.

En definitiva, esa llama interna que nos invita a conocernos y ser responsables de nuestra existencia no solo enriquece nuestro crecimiento personal, sino que también nutre el ecosistema colectivo. Mantener viva esa pregunta, esa búsqueda constante, es lo que nos permite seguir avanzando como individuos y como comunidad. Porque, al final, descubrir quiénes somos en lo más profundo es el camino para entender quiénes podemos llegar a ser en conjunto.

María Angélica Bula Nader, gerente general de Dr. Andrés Durán Plastic Surgery