Opinión

La fuerza de liderar con hijos: una nueva mirada al talento femenino

Si hay algo que la maternidad hace, es multiplicar las capacidades de la mujer. No les resta fuerza: la inyecta. Por eso, las organizaciones deben pasar de evaluar disponibilidad a valorar capacidad de adaptación.

Camila Vargas
23 de mayo de 2025, 8:55 p. m.
La maternidad enseña a priorizar, a lograr una mejor organización y a fortalecer nuestra capacidad de tomar decisiones.
La maternidad enseña a priorizar, a lograr una mejor organización y a fortalecer la capacidad de tomar decisiones. | Foto: 123RF

Durante años, la maternidad ha sido vista en el mundo laboral como una pausa, una barrera, un obstáculo para el crecimiento profesional. En procesos de selección, no es raro que aparezca —de forma sutil o explícita— la idea de que una mujer embarazada o con hijos pequeños será “menos disponible”, “menos enfocada” o “menos comprometida”.

Desde mi rol como headhunter y consultora en talento, lo veo con frecuencia: mujeres brillantes, con trayectorias impecables, que son “descartadas” o pierden competitividad frente a sus pares por el simple hecho de estar en una etapa de maternidad activa.

Este sesgo no solo es injusto, está profundamente equivocado. Porque si hay algo que la maternidad hace, es multiplicar nuestras capacidades. No nos resta fuerza: nos la inyecta. Nos transforma.

Ser madre no significa frenar. Significa avanzar con más propósito. Quienes hemos vivido esta experiencia sabemos que los hijos nos enseñan a priorizar, a organizarnos mejor, a desarrollar una sensibilidad especial por las personas y a fortalecer nuestra capacidad de tomar decisiones.

Nos impulsa una fuerza profunda que, lejos de limitarnos, nos conecta con lo esencial. El viejo dicho de que “los hijos llegan con el pan debajo del brazo” no se refiere a la suerte, sino a esa energía transformadora que traen consigo. Una energía que nos mueve a querer ser mejores, no solo por nosotras, sino por ellos.

Y aunque no es una experiencia exclusiva de las mujeres, ni de quienes tienen hijos, vale la pena visibilizar cómo muchas líderes encuentran en la maternidad un motor que potencia su forma de liderar: más humana, más enfocada, más resiliente.

Una mirada desde la selección y proyección del talento

Desde mi experiencia acompañando procesos de alta dirección, he visto cómo muchas empresas todavía ven con recelo a las candidatas que atraviesan la maternidad. Se preguntan si podrán asumir el ritmo, si tendrán flexibilidad, si estarán “ciento por ciento disponibles”.

Pero lo que deberían preguntarse es:

¿Cómo podemos aprovechar el liderazgo fortalecido que emerge de esta etapa? ¿Qué estamos perdiendo como organización al dejar por fuera a estas mujeres?

Y sobre todo: ¿Estamos creando entornos donde la maternidad y el liderazgo se potencien mutuamente? ¿Ofrecemos la flexibilidad necesaria para que el talento florezca en todas las etapas de la vida?

¿Contamos con redes de mentoría y desarrollo que reconozcan y acompañen esta experiencia como un activo de liderazgo? Cuando entendemos que la maternidad no detiene, sino que impulsa, la pregunta ya no es si incluir: es cómo potenciar ese talento en su máxima expresión.

Cuando una empresa descarta o desconfía de una mujer por estar embarazada o tener hijos pequeños, no solo está incurriendo en un sesgo: está dejando pasar una oportunidad estratégica. Más allá del discurso de equidad o diversidad, se trata de reconocer que el talento no se detiene con la maternidad: evoluciona. Y si las organizaciones no aprenden a verlo, atraerlo y potenciarlo, están limitando su propio desarrollo.

Es necesario un cambio de enfoque. Las organizaciones deben pasar de evaluar “disponibilidad” a valorar capacidad de adaptación. De dudar de la “entrega” a entender la profundidad del compromiso que surge de liderar desde la experiencia vital. De asumir que ser madre resta, a comprender que puede sumar visión, foco y una motivación poderosa.

Solo pensemos que en Colombia, según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ECV) 2024 del DANE, el 46,5 % de los hogares tienen jefatura femenina, lo que representa aproximadamente 8,6 millones de hogares. De estas, seguro, un gran porcentaje son madres. Esta cifra no solo refleja una realidad demográfica, evidencia una fuerza silenciosa pero poderosa de liderazgo cotidiano.

Son mujeres que no solo guían sus hogares, sino que también lideran con determinación en sus profesiones y, cada vez más, en sus organizaciones. Ignorar este potencial es perder la oportunidad de integrar experiencias que fortalecen la toma de decisiones, la empatía y la resiliencia en el entorno laboral

¿Cómo no reconocer y valorar esa experiencia? ¿Cómo no considerarla una fuente de liderazgo real y aplicable al mundo organizacional? Como líderes, como responsables de talento, como tomadores de decisiones, tenemos una tarea urgente: cuestionar nuestros supuestos, romper paradigmas obsoletos y construir culturas que integren —no excluyan— las distintas etapas de la vida profesional y personal.

Cuando dejamos que el miedo y el sesgo guíen las decisiones de contratación o promoción, no solo perdemos talento. Perdemos visión, diversidad, fuerza, humanidad y resultados.

Maternidad y liderazgo: un nuevo modelo

La maternidad no solo nos cambia: nos potencia. Las mujeres que lideran siendo madres lo hacen, muchas veces, con una visión más amplia del bienestar, del equilibrio y de la sostenibilidad. Pero además, desarrollan un estilo de liderazgo más enfocado, determinado y orientado al logro.

Quienes lideran desde esta experiencia lo hacen con una conciencia más aguda del valor del tiempo, de la necesidad de priorizar, de la importancia de ser estratégicas sin perder empatía. Porque para muchas, se trata de hacerlo todo: con inteligencia, con corazón y con resultados.

El tiempo, lejos de perderse, se vuelve más valioso. La estrategia se vuelve más afinada. La motivación se duplica. Las decisiones son más rápidas y certeras. Y el compromiso con el propósito se vuelve más sólido.

Por eso, no deberíamos hablar de conciliación como si fuera un problema, sino como una fuente de innovación. No deberíamos ver la maternidad como una pausa, sino como una evolución que fortalece competencias críticas para el liderazgo de hoy.

Es momento de dejar atrás la idea de que una mujer debe elegir entre ser madre y ser líder. Es momento de permitir que ambos roles convivan, se nutran y se potencien mutuamente.

Las organizaciones que lo entienden y lo respaldan no solo apuestan por la equidad: apuestan por el talento en su forma más potente.

Los hijos no nos detienen. Nos despiertan. Nos transforman. Y nos impulsan a liderar con ambiestralidad, sensibilidad y sobre todo, con una poderosa fuerza interna que construye con inteligencia, corazón y determinación.

Camila Vargas, socia en Aristos y Managing Director de Stanton Chase Colombia