Opinión

Participar sin esperar el día de las elecciones: llamado de urgencia ciudadana a involucrarnos en política

Ante la crisis institucional, la desconfianza en las instituciones, el bajo crecimiento económico y la migración de jóvenes, hace un llamado a la acción ciudadana más allá del voto: vigilar, exigir, proponer y construir desde ya un país más justo, ético y representativo.

Marcela Velásquez
22 de mayo de 2025, 2:51 p. m.
Elecciones, votaciones, voto
Participar en política no es un favor que le hacemos al país: es nuestra responsabilidad. | Foto: DANIEL JARAMILLO

Aún no he decidido a quién apoyar en las próximas elecciones presidenciales. Pero eso no me impide participar activamente en política. No desde una campaña ni desde una tarima, sino desde mi lugar como ciudadana, empresaria, mujer y madre que, como millones de colombianos, se levanta cada día para sacar adelante una empresa, una familia y un país.

Durante mucho tiempo he observado la política como quien ve una película de terror: con miedo, incredulidad y una creciente sensación de impotencia. Pero tras escuchar recientemente la intervención de María Corina Machado —sí, una mujer venezolana, valiente y lúcida— en una conversación de la Revista Semana, algo hizo clic en mí. No podemos seguir esperando. No podemos seguir viendo el país deshacerse mientras reservamos nuestra voz solo para el día de las elecciones. Participar es ahora, y desde ya.

Colombia atraviesa un momento crítico. Desde lo institucional, vivimos una erosión progresiva de la confianza pública. Según la última encuesta de Invamer (abril de 2024), apenas el 19 % de los ciudadanos confía en el Congreso, y solo el 23 % en el sistema judicial. Esa desconfianza se traduce en apatía, y la apatía es el abono perfecto para el abuso de poder y la corrupción.

La economía, por su parte, ha dado señales de alerta: el crecimiento proyectado para 2025 apenas bordea el 1,5 %, según el Banco Mundial, y el desempleo juvenil se mantiene por encima del 17 % (DANE, marzo 2025). No sorprende, entonces, que cada vez más jóvenes decidan buscar futuro en el extranjero. Más de 560.000 colombianos emigraron entre 2020 y 2023, de acuerdo con Migración Colombia. Perdemos talento, ideas, y energía joven que podría transformar el país.

Pero lo que más duele es que esta migración masiva ocurre en un país lleno de potencial. Colombia alberga una de las cinco mayores biodiversidades del mundo (WWF, 2024), cuenta con más de 40 millones de hectáreas cultivables, una ubicación geoestratégica privilegiada entre dos océanos y una red de tratados de libre comercio que pocos países en desarrollo pueden igualar. Además, el 55 % del territorio nacional aún carece de servicios básicos esenciales como energía y saneamiento. Esto representa un mercado interno de más de seis millones de colombianos —equivalente a la población de Barranquilla— que requieren inversiones productivas para satisfacer necesidades fundamentales y activar el desarrollo regional. El impacto de desarrollar ese 50 % del país tendría implicaciones profundas no solo en lo económico, sino también en lo social, ambiental y en términos de seguridad. ¿Cómo es posible que un país con tantas ventajas compita en la carrera global con un lastre político tan pesado?

Lo que no está funcionando no es el país. Es la política. Y parte de esa responsabilidad es nuestra: hemos dejado la política en manos de unos pocos, como si se tratara de un sector de la economía exclusivo, distante del día a día de quienes trabajamos, emprendemos y soñamos desde las regiones.

¿Cuáles serían los temas que los ciudadanos quieren incluir en los debates presidenciales? ¿Dónde están las voces ciudadanas en la construcción de las campañas? En lugar de hacer que los candidatos trabajen para nosotros, terminamos siendo nosotros los que trabajamos —a veces ciegamente— para sus campañas.

Pero hay otra forma. Podemos organizarnos. Podemos crear grupos de participación ciudadana que analicen propuestas, exijan coherencia, impulsen agendas locales y regionales. Podemos interpelar a los candidatos y candidatas desde ya, hacerlos debatir, comprometerse, responder. Y por qué no, ayudar a moldear un nuevo gobierno que de verdad refleje lo que Colombia necesita.

No se trata de caer en el fanatismo, ni de militar por un nombre sin reflexión. Se trata de actuar con la convicción de que participar es más que votar. Es exigir, vigilar, proponer. Es crear un marco de límites éticos para quienes aspiran a representarnos. Es dejar claro qué comportamientos son inaceptables en la política colombiana: el clientelismo, la mentira, el populismo irresponsable, la falta de transparencia, el uso del poder para perpetuarse.

Desde mi empresa, veo cada día cómo los colombianos quieren crecer: en sus oficios, en sus ingresos, en sus familias. Queremos crecer nuestras regiones, hacerlas sostenibles y competitivas. Pero ese esfuerzo choca constantemente con decisiones políticas que no nos representan, que nos frenan o nos ignoran.

Por eso escribo esta columna. No como experta, ni como militante, sino como una ciudadana que se dio cuenta de que esperar es un error estratégico. Participar en política no es un favor que le hacemos al país: es nuestra responsabilidad. Y aunque nos dé pereza —sí, a veces la política produce rechazo—, necesitamos transformar esa incomodidad en energía. En preguntas. En acción. En vigilancia. En propuestas.

El momento de participar es ahora. No cuando falte una semana para las elecciones. No cuando todo esté decidido. No cuando ya no haya tiempo. Participar sin haber escogido aún un candidato es posible, y necesario. Porque la política no es solo de quienes la ejercen profesionalmente: es de todos los que nos levantamos cada mañana con la esperanza de un país mejor.

Marcela Velásquez Posada, vicepresidente y CFO de DUE Capital and Services.

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