Uno de los mayores desafíos que enfrentamos hoy es la desinformación. En Colombia, México y otros países de la región, la ciudadanía señala la desinformación como una de las mayores amenazas para la calidad del debate público y los procesos electorales.

Opinión

América Latina frente a la IA: del riesgo a la oportunidad

América Latina no puede limitarse a observar el desarrollo de la IA, debemos verla como una aliada estratégica para cerrar brechas, fortalecer instituciones y promover la participación social.

Por: Juliana Uribe Villegas
1 de julio de 2025

En tiempos donde los titulares nos hablan del riesgo existencial que representa la inteligencia artificial (IA), es urgente equilibrar la conversación. No para ignorar los desafíos que supone esta revolución tecnológica, sino para reconocer el enorme potencial que encierra si la abordamos con estrategia, ética y visión. Ver el vaso medio lleno de la IA no es ingenuidad: es una invitación a no quedarnos paralizados por el miedo, sino a actuar con responsabilidad y proactividad.

Vivimos en una región —América Latina— marcada por profundas desigualdades, baja confianza institucional y democracias en tensión. En este contexto, la IA podría parecer una preocupación lejana. Sin embargo, su adopción ya está en marcha y está transformando diversos sectores.

Según un estudio de NTT DATA y el MIT Technology Review, el 79 % de las empresas latinoamericanas están involucradas en proyectos de IA, y el 71 % reconoce su potencial transformador para los negocios. Además, herramientas como ChatGPT han ganado popularidad en la región; en Colombia, por ejemplo, se encuentra entre los cinco países con mayor uso de esta tecnología.

Uno de los mayores desafíos que enfrentamos hoy es la desinformación. En Colombia, México y otros países de la región, la ciudadanía señala la desinformación como una de las mayores amenazas para la calidad del debate público y los procesos electorales. En este escenario, la IA —bien usada— se convierte en una aliada poderosa: puede verificar datos, generar contenido confiable y fortalecer el pensamiento crítico.

La IA no reemplaza el juicio humano, pero puede ampliarlo.

Como dijo recientemente Demis Hassabis, CEO de DeepMind, “es hora de adoptar una actitud de optimistas cautos”. Esto implica exigir marcos claros de aplicación legal, promover la ética en el uso de estas herramientas, pero también ensayar, experimentar y aprender. Si los líderes políticos, los empresarios y la sociedad civil latinoamericana no se involucran activamente, perderemos la oportunidad de moldear esta revolución según nuestras necesidades y valores.

Lo he comprobado directamente en Movilizatorio —un laboratorio ciudadano que impulsa la participación y la transformación social— veo que herramientas como ChatGPT o Copilot ya permiten que equipos pequeños con grandes ideas generen contenido, analicen datos y visualicen soluciones de forma mucho más ágil. Lo que antes tomaba días o semanas, hoy puede resolverse en horas. Así, equipos pequeños pueden enfocarse en lo que más importa: pensar estratégicamente, construir confianza y activar soluciones colectivas.

La inteligencia artificial ya está generando impacto social concreto en América Latina. Iniciativas como Julieta en Colombia, que facilita el diagnóstico temprano de cáncer de mama en zonas rurales, o ALMA en Guatemala, un chatbot que ha brindado atención médica a más de un millón de personas, son ejemplos de cómo la IA mejora el acceso a la salud. En México, la ONU utiliza IA para detectar violencia de género a partir de llamadas al 911, mientras que en Chile, el proyecto SOF+IA apoya a víctimas de violencia digital. Además, programas regionales como fAIr LAC, liderado por el BID, promueven el uso responsable de la IA para reducir desigualdades y fortalecer servicios sociales. Estas aplicaciones demuestran que la IA, usada con propósito y ética, puede ser una herramienta poderosa para transformar positivamente nuestras comunidades.

Claro, no todo es promesa. Se avecinan elecciones en varios países del continente y el riesgo de manipulación algorítmica, discursos de odio amplificados o ataques automatizados es real. Necesitamos instituciones sólidas que den respuesta a estos dilemas, educación digital masiva y colaboración multisectorial. Pero no podemos quedarnos en el diagnóstico. Necesitamos liderazgo.

En conclusión, la IA no es buena ni mala por naturaleza. Es una herramienta, y como tal, su impacto dependerá de cómo la usemos. Latinoamérica no puede darse el lujo de ser solo espectadora. Ver el vaso medio lleno significa reconocer el riesgo, sí, pero también activar las oportunidades. Porque si logramos combinar tecnología con propósito, ética con innovación y política con evidencia, podremos construir un futuro más justo, eficiente y humano.

Juliana Uribe Villegas, cofundadora y CEO de Movilizatorio