Natalia Badillo, gerente Agencia de Inversiones y Seguros Abril

Opinión

Así funciona la ciencia detrás del magnetismo de las mujeres

Hay mujeres que parecen encender la habitación apenas entran. Es una energía que nace desde adentro, y la ciencia empieza a explicar ese deseo, brillo y magnetismo femenino desde sus raíces biológicas y emocionales.

Por: Natalia Badillo
10 de octubre de 2025

¿Qué hace que una mujer irradie una energía especial, un magnetismo que no depende de la edad ni de lo externo, sino de algo más profundo? Tal vez no sea solo cuestión de actitud, sino de biología. La ciencia más avanzada en genética y epigenética explica cómo nuestra sexualidad es un lenguaje de poder, salud y libertad.

Hoy la investigación científica no se limita a hablar de hormonas, sino que profundiza en receptores, genes y circuitos moleculares. El gen AR, que regula los receptores de andrógenos, y el ESR1, encargado de los receptores de estrógeno, son piezas clave para entender cómo respondemos a la testosterona y al estradiol.

Cuando estos receptores se activan, influyen en procesos como la lubricación, la vascularización, la producción de colágeno y la respuesta neuronal que hacen del deseo una experiencia integral (física, emocional y cerebral). Genetistas como el argentino Adrián Turjanski han demostrado que las variaciones en estos genes modulan la sensibilidad hormonal, lo que explica por qué algunas mujeres experimentan un deseo más intenso durante la ovulación, mientras que en otras el mismo estímulo pasa inadvertido. La genética, en ese sentido, revela la riqueza de la diversidad sexual femenina.

Pero el mapa genético no lo es todo. La epigenética –la ciencia que estudia cómo la vida escribe sobre los genes– muestra que nuestras experiencias cotidianas también determinan la forma en que se expresan los receptores. El estrés crónico puede silenciar los receptores de estrógeno, disminuyendo la respuesta sexual, mientras que el ejercicio, la buena nutrición, el placer y los vínculos afectivos pueden reactivarlos. Cada elección cotidiana como el descanso, la alimentación y la calidad de nuestros vínculos se convierte en una forma de comunicación con nuestra biología.

Un estudio publicado en el Journal of Sexual Medicine demostró que prácticas de autocuidado como la meditación, el movimiento consciente y la gestión emocional modifican la expresión de genes vinculados con la oxitocina y la dopamina, reforzando los circuitos del placer. Dicho de otra manera: cuando cultivamos bienestar, nuestra energía vital florece. La ciencia confirma que cuando nos cuidamos, ‘nos encendemos’.

En ese encenderse se manifiestan tres cualidades que, según la biología, definen la atracción femenina: el brillo, el magnetismo y la juventud. El brillo surge del aumento de la vascularización y de la producción de colágeno estimulada por el estrógeno. Es la piel luminosa y fresca, los labios con tono vivo, los ojos húmedos y brillantes. Factores epigenéticos como el sueño reparador, la hidratación, la dieta rica en antioxidantes y el manejo del estrés potencian esa luminosidad.

El magnetismo, en cambio, nace de la mezcla entre dopamina, oxitocina y los receptores hormonales. Es la sonrisa espontánea, la mirada sostenida, la energía que atrae sin necesidad de hablar. Su base genética está en las variantes de los genes AR, ESR1 y en los receptores de dopamina y oxitocina, pero se enciende con la autoestima, el erotismo vivido sin culpa y los entornos que estimulan la alegría.

La juventud, finalmente, se mide en señales de vitalidad celular. El estrógeno estimula el colágeno y el gen AR mantiene la masa ósea y muscular. De ahí la piel firme, el cabello brillante, los movimientos ágiles y la expresión fresca. La alimentación saludable, el ejercicio, la regulación del cortisol y los vínculos afectivos plenos sostienen esa sensación de vida que trasciende la edad.

La genética nos entrega un guión, pero somos nosotras, a través de la epigenética, quienes escribimos la obra. Cada mujer lleva dentro el laboratorio más poderoso de deseo, brillo y magnetismo. Conocerlo, respetarlo y potenciarlo es el primer paso para vivirlo con libertad. Este conocimiento no es solo ciencia, sino también una invitación a mirarnos con más ternura, más curiosidad y más poder. La sexualidad femenina, en esencia, es un acto de autoconocimiento y soberanía.

Natalia Badillo, gerente de la Agencia de Inversiones y Seguros Abril

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