
Opinión
Cerrar el círculo del reciclaje comienza en el aula
Potenciar las prácticas de reciclaje en las instituciones educativas no es solo una tarea deseable, es urgente. Se trata de formar ciudadanos conscientes, informados y activos para pasar de las campañas a la cultura.
Hablar del reciclaje en Colombia sigue siendo, en muchos casos, una conversación superficial. Pese a las múltiples campañas, contenedores de colores y llamados a la conciencia ciudadana, los índices de aprovechamiento de residuos siguen siendo bajos. ¿Qué estamos haciendo mal? Una de las respuestas está en la base misma del cambio social: la educación.
No se trata solo de saber en qué caneca va el papel y en cuál va el plástico. El verdadero reciclaje comienza con el conocimiento y termina con la acción, y ese proceso debe cultivarse desde la primera infancia. Los niños y niñas que hoy aprenden sobre separación de residuos, residuos aprovechables y no aprovechables, compostaje y economía circular, serán los adultos que mañana no verán el reciclaje como una obligación, sino como parte natural de su día a día.
La formación en sostenibilidad debe iniciar desde el jardín infantil, donde los más pequeños puedan experimentar de manera lúdica la categorización de residuos. En el colegio, este aprendizaje debe evolucionar hacia una comprensión más técnica y crítica: ¿por qué ciertos residuos son aprovechables?, ¿qué implica su transformación?, ¿cómo se articula el reciclaje con la justicia ambiental y la economía local?
Y en la universidad, el enfoque debe ser aún más profundo. Se necesita formar profesionales de todas las disciplinas que incorporen criterios de sostenibilidad en sus decisiones: ingenieros que piensen en procesos circulares, diseñadores que usen materiales reciclables, comunicadores que creen campañas pedagógicas efectivas, economistas que modelen sistemas basados en el reuso y la eficiencia.
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Cerrar el círculo del reciclaje no depende únicamente de infraestructura ni de políticas públicas. Depende, en gran medida, de que las personas comprendan el impacto de sus acciones, de que conozcan el valor de los residuos aprovechables y que desarrollen prácticas que vayan más allá de separar basura. La transformación ocurre cuando entendemos que cada residuo tiene una historia y un potencial.
Lo más inspirador es que los residuos no solo pueden evitar contaminación, sino que pueden convertirse en soluciones concretas. Hoy, gracias a procesos de transformación y reciclaje, es posible crear viviendas con botellas y plásticos reciclados, parques infantiles con llantas y cauchos reusados, embellecer fachadas con materiales reutilizados, e incluso construir salones y aulas sostenibles que reafirman el poder del reciclaje como herramienta de desarrollo social.
Potenciar las prácticas de reciclaje en las instituciones educativas no es solo una tarea deseable, es urgente. Se trata de formar ciudadanos conscientes, informados y activos. Porque si educamos para cuidar, clasificar, transformar y reducir, el reciclaje dejará de ser una campaña y se convertirá en una cultura.
Alejandra Paredes Goicochea, directora de Sostenibilidad a nivel nacional de Fe y Alegría