Pilar Acevedo

Opinión

El futuro no se construye con burnout

Los países que han apostado por jornadas más cortas con orientación a resultados, políticas de balance vida-trabajo y culturas centradas en el bienestar, logran mejores resultados económicos y sociales.

9 de julio de 2025

En Colombia, ser el primero en llegar y el último en irse no es solo una costumbre: es una medalla. Se premia al que responde correos en vacaciones, al que nunca dice que no, al que vive para trabajar. Esta cultura del sacrificio —aparentemente heroica— se ha convertido en una trampa silenciosa que desgasta emocionalmente, excluye a las mujeres y perpetúa la ineficiencia. Y lo más grave: está afectando el bienestar de las futuras generaciones.

La cultura, ese marco invisible que define lo que admiramos y lo que castigamos, también moldea nuestras dinámicas laborales. En muchas organizaciones colombianas, el compromiso se mide en horas, no en resultados. Se aplaude la hiperdisponibilidad, aunque eso implique renunciar al descanso, a la familia o a la salud mental. Pero glorificar el sacrificio tiene un costo: el cuerpo y la mente tienen límites. Y cuando se ignoran, aparece el burnout, una epidemia silenciosa que ya afecta a más del 60 % de los trabajadores en América Latina, según la OMS.

Este modelo no impacta a todos por igual. Para las mujeres, y especialmente para las madres, la exigencia se multiplica. Muchas enfrentan una decisión cruel: frenar su carrera para cuidar o seguir adelante cargando con la culpa de no estar lo suficiente. Ambas opciones implican pérdidas profundas. Y no solo para ellas: la ciencia ha demostrado que la ausencia emocional y física de la figura materna durante los primeros años de vida tiene efectos duraderos en la salud mental y el desarrollo de los niños.

Así, el sistema no solo agota a las mujeres: también descuida a quienes serán los adultos del mañana. Y lo más paradójico es que, pese a tanto esfuerzo, los resultados no acompañan. Colombia es uno de los países con más horas trabajadas al año, pero con una de las productividades más bajas de la OCDE. Trabajamos más, pero producimos menos. Mientras tanto, países que han apostado por jornadas más cortas con orientación a resultados, políticas de balance vida-trabajo y culturas centradas en el bienestar, logran mejores resultados económicos y sociales.

Entonces, ¿Por qué seguimos atrapados en este modelo? ¿Por qué seguimos premiando al que más sufre, en lugar de valorar al que aporta con inteligencia, creatividad y equilibrio?

La transformación no requiere una revolución inmediata, sino pequeños actos de conciencia. Está en nuestras manos cambiar la narrativa. La próxima vez que vayas a enviar un mensaje fuera del horario laboral, haz una pausa. Pregúntate si realmente es urgente. Porque sí, podemos construir una cultura distinta. Una que entienda que cuidar la salud mental no es un lujo, sino una necesidad. Una que reconozca que el verdadero compromiso no se mide en sacrificios, sino en impacto. Porque al final, la cultura la creamos entre todos. Y la salud mental, también.

Por Pilar Acevedo, VP Estrategia y Desarrollo de Nuevos Negocios Correcol