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Opinión

Gobernanza de datos: el nuevo desafío ético del contrato de seguro

En esta columna, un análisis de cómo la transformación del seguro plantea desafíos éticos y jurídicos que exigen gobernanza de datos, transparencia y nuevas formas de responsabilidad en el sector asegurador.

Por: Gabriela Patricia Lizarazo
23 de octubre de 2025

La transformación más profunda del ecosistema asegurador no está ocurriendo en la póliza, ni en la prima, ni siquiera en la suscripción. Está ocurriendo en ese giro silencioso que se está dando del siniestro al dato. La industria pasó de indemnizar hechos pasados a anticipar comportamientos futuros, y esa mutación -aún incomprendida en su dimensión jurídica y social- está reescribiendo la naturaleza misma del contrato de seguro.

Cuando el riesgo deja de ser retrospectivo y se vuelve predictivo, el valor ya no está en cubrir la contingencia, sino en gobernar la información que permite anticiparla. Por eso, la pregunta clave del futuro no será quién asume el riesgo, sino quién gobierna el dato que decide cómo se calcula, a quién se otorga cobertura y bajo qué condiciones.

En el derecho clásico de seguros, la responsabilidad civil se vinculaba a la conducta humana: error del intermediario, omisión en el deber de información, retardo en el pago o defectos contractuales. Sin embargo, en la era de la inteligencia artificial, la cadena de responsabilidad se desplaza. Hoy, la decisión puede no provenir del funcionario, sino del modelo predictivo. Entonces, ¿quién responde cuando el sesgo no es humano, sino algorítmico? Esta pregunta ya no es filosófica: es netamente jurídica.

La gobernanza de datos emerge así como una nueva forma de “debida diligencia” aseguradora, donde no basta con administrar el riesgo; hay que demostrar transparencia, trazabilidad y explicabilidad. No gobernar el dato equivale a no gobernar la decisión, y no gobernar la decisión implica no gobernar una eventual responsabilidad.

Sin embargo, el dato bien gobernado puede ampliar la cobertura, reducir asimetrías y favorecer la inclusión. Pero el dato mal gobernado puede convertirse en una nueva frontera de exclusión silenciosa: clientes descartados sin saber por qué, pólizas inaccesibles para territorios “no rentables” o primas determinadas por correlaciones inferidas y no por realidades verificables.

La paradoja es evidente: la misma herramienta que democratiza puede discriminar; la misma tecnología que gestiona el riesgo puede amplificarlo socialmente. Por eso, hablar de inteligencia artificial en el sector asegurador sin hablar de ética es hablar solo de eficiencia, no de legitimidad.

La normatividad vigente fue diseñada para disputas humanas: error del corredor, dolo, culpa, cargas probatorias clásicas. Pero el ecosistema actual exige nuevas categorías: responsabilidad por opacidad algorítmica, deber de supervisión de modelos predictivos, derecho a la trazabilidad de las decisiones y auditoría ética de los datos sensibles.

Países como España y Francia ya avanzan hacia esquemas de accountability algorítmica en los sectores financieros y aseguradores. En la Unión Europea, el nuevo AI Act contempla niveles de riesgo para los modelos de decisión automatizada y, en los sectores críticos, proyecta una responsabilidad ampliada. Advierte, además, que el dato se convierte en infraestructura pública: un bien estratégico para anticipar, no solo reaccionar. Colombia aún no está en este punto, pero lo estará. La pregunta es si llegará por convicción o por litigio.

El usuario del futuro no solo preguntará cuánto cuesta la prima, sino con qué criterios se le calificó el riesgo y qué modelo lo determinó. El seguro dejará de ser un contrato de adhesión para convertirse, de hecho, en un pacto de transparencia. Por eso, la legitimidad será el gran regulador del futuro. No bastará con cumplir la norma: habrá que merecer la confianza. Y la confianza no se decreta; se construye sobre gobernanza: datos limpios, decisiones justificadas e impacto social verificable.

El seguro nació para gestionar el miedo colectivo. Hoy debe aprender a gestionar algo aún más frágil: la confianza. La gobernanza de datos no es un requisito técnico; es un compromiso ético con la dignidad y la equidad. No se trata solo de regular algoritmos, sino de garantizar que la promesa esencial del seguro -proteger ante la ocurrencia de un siniestro- sobreviva a la era digital.

Colombia tiene una oportunidad única: construir un modelo propio en el que sostenibilidad, gestión del riesgo e innovación tecnológica se articulen desde la transparencia. No para llegar primero, sino para llegar con legitimidad. Gobernar el dato no es un asunto operativo; es una apuesta país. Porque, en últimas, el país que gobierne éticamente sus datos será el que gobierne éticamente su futuro.

Gabriela Patricia Lizarazo, gerente de Abastecimiento Estratégico en Positiva Compañía de Seguros S.A.