Opinión

Hábitos, no milagros: el verdadero camino hacia unas finanzas responsables

En esta columna, una reflexión sobre el por qué las finanzas personales no dependen de golpes de suerte ni fórmulas mágicas, sino de hábitos, claridad y decisiones conscientes que permiten construir estabilidad, crecimiento y tranquilidad.

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Yenny Rodríguez Barajas
Yanca Miranda
12 de diciembre de 2025, 6:43 p. m.
Técnicamente, la criopreservación consiste en obtener óvulos o espermatozoides en su mejor momento biológico y vitrificarlos -es decir, congelarlos de forma ultrarrápida- para su almacenamiento en bancos especializados.
Técnicamente, la criopreservación consiste en obtener óvulos o espermatozoides en su mejor momento biológico y vitrificarlos -es decir, congelarlos de forma ultrarrápida- para su almacenamiento en bancos especializados. Foto: Cortesía Yanca Miranda

En diciembre, cuando el calendario nos guiña el ojo anunciando que “se acerca el 2026”, aparecen dos impulsos inevitables: el de prometer cambios… y el de seguir igual. Con las finanzas ocurre exactamente lo mismo. Existe la idea equivocada de que planificar significa volverse rígido, apagar los gustos y convertir la vida en una hoja de Excel. Pero la planeación financiera responsable no es una cárcel: es un sistema para ganar tranquilidad, tomar mejores decisiones y, con el tiempo, construir valor y riqueza.

Lo primero que debemos entender es que las finanzas saludables no se construyen con un golpe de suerte, sino con hábitos. Y los hábitos, a diferencia del entusiasmo de inicio de año, no dependen de motivación: dependen de estructura. Por eso la clave no es “ganar más” (aunque ayuda), sino ordenar lo que ya existe. Tener claridad sobre tu dinero es como encender la luz en un cuarto desordenado: el desorden no desaparece, pero al menos ya no caminas a ciegas.

Un hábito básico, y frecuentemente subestimado, es conocer tus números reales. ¿Cuánto entra? ¿Cuánto sale? ¿En qué se está yendo? La mayoría puede decir “gasto mucho”, pero casi nadie puede decir “gasto tanto en vivienda, tanto en comida, tanto en transporte”. Y si no puedes medirlo, no puedes mejorarlo. Aquí aparece el primer gran bloque de gastos: el del hogar. Vivienda, servicios, mercado, educación, salud, transporte. Estos no se recortan a punta de fuerza de voluntad; se planifican. Se revisan, se ajustan, se renegocian cuando es posible. La planeación no te quita vida: te evita llegar a mitad de mes con la sensación de que el dinero se evaporó.

Luego viene el segundo bloque: créditos, inversiones y comisiones. Mucha gente “tiene banco”, pero no “gestiona el banco”. Paga intereses sin saber cuánto paga, acepta comisiones porque “así es”, renueva créditos sin comparar alternativas o invierte por recomendación de un amigo sin entender los riesgos. Buscar asesoría cuando es necesaria no es un lujo: es una decisión inteligente. Así como nadie improvisa una cirugía, tampoco deberíamos improvisar un crédito grande, una inversión relevante o una reestructuración de deudas. La asesoría correcta puede ahorrarte años de intereses mal pagados y decisiones tomadas por impulso.

Aquí aparece una frase incómoda, pero liberadora: ahorrar e invertir no es lo mismo. Ahorrar es proteger liquidez; invertir es buscar crecimiento. El ahorro te da calma y te compra tiempo; la inversión de compra futuro. Ambas son necesarias. El error más común es intentar invertir sin tener una base. Si no cuentas con un colchón para imprevistos, cualquier emergencia te obliga a endeudarse o a vender inversiones en el peor momento. Antes de correr, aprende a caminar: primero estabilidad; luego expansión.

Pero la expansión tiene que haber. Un principio fundamental del crecimiento financiero es apostar por más, no por ambición vacía, sino por estrategia. Una sola fuente de ingreso es frágil. Por eso vale la pena construir —con criterio— una nueva fuente de ingresos: un servicio adicional, un negocio pequeño, una habilidad monetizable, una inversión periódica aunque sea mínima. No se trata de empezar grande, sino de empezar constante. La riqueza suele ser menos “explosión” y más “acumulación”. Lo mínimo, repetido y sostenido, se vuelve significativo.

Planificar también implica aprender a decir que no. No a todo, sino a lo que te desordena. Decir “no” a un gasto innecesario no es tacañería: es priorización. Es proteger tus metas. Es entender que cada “sí” que das hoy se lo quitas a algo mañana. Al mismo tiempo, madurar financieramente es aprender a soltar: no todo se controla, no todo se prevé y no todo vale la pena disputarlo. A veces el dinero se usa para comprar paz, tiempo, salud, experiencias. Eso también es responsabilidad.

Porque la vida no es un proyecto financiero: es una vida. Disfrutar no es lo opuesto a planificar; es parte del plan. La idea no es vivir apretado para “algún día” vivir. La idea es construir un sistema donde puedas gastar sin culpa porque sabes que estás cumpliendo lo importante. Cuando tus finanzas están ordenadas, disfrutar deja de sentirse como un exceso.

Que el 2026 no sea solo un cambio de número. Que sea el año en que dejas de improvisar y empiezas a dirigir. Con hábitos sencillos: claridad, planificación de gastos pesados, gestión inteligente del banco, asesoría cuando haga falta, ahorro con propósito, inversión con criterio, una fuente adicional de ingreso construida con paciencia y decisiones conscientes sobre cuándo decir “no”… y cuándo decir “sí” a vivir. Eso, al final, es riqueza: no solo tener más, sino vivir mejor con lo que tienes y con lo que estás construyendo.

Yanca Miranda, directora Financiera de Agost



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