
Opinión
La antifragilidad como motor de crecimiento
Acuñada por el escritor y estadístico Nassim Nicholas Taleb, se trata de la cualidad de las cosas que no solo resisten los shocks y la volatilidad, sino que se fortalecen y se benefician de ellos.
En el volátil panorama empresarial de hoy, el término que define nuestra realidad es el “permarriesgo”. Ante esta situación, el concepto de resiliencia se ha establecido como el pilar de muchas estrategias corporativas. Ser resiliente es, en esencia, tener la capacidad de resistir un golpe, absorber la presión y volver a la normalidad. Si bien esta capacidad es admirable y necesaria para la supervivencia, ¿es realmente suficiente para prosperar en un entorno donde el caos es constante?
La simple supervivencia puede ser una meta limitada. La verdadera ambición reside en un concepto más profundo y dinámico: la antifragilidad. Acuñada por el escritor y estadístico Nassim Nicholas Taleb, describe la cualidad de las cosas que no solo resisten los shocks y la volatilidad, sino que se fortalecen y se benefician de ellos. La antifragilidad no es una estrategia defensiva para evitar el riesgo; es una nueva forma de ser y de operar que transforma el caos en una fuente de energía y crecimiento.
El ADN de la organización antifrágil
¿Cómo se traduce este concepto en la práctica empresarial? Una organización antifrágil no invierte todos sus recursos en la tarea de predecir y evitar el riesgo. En su lugar, se enfoca en crear un sistema que está intrínsecamente diseñado para capitalizar la incertidumbre. Esto implica un cambio que se basa en tres pilares clave:
- La toma de decisiones a pequeña escala: las organizaciones antifrágiles abandonan la idea de hacer grandes apuestas con consecuencias catastróficas. En su lugar, adoptan una estrategia de “ensayo y error a pequeña escala”.
- La estructura interna descentralizada: las jerarquías rígidas y centralizadas son por naturaleza frágiles. Si la cabeza falla, el cuerpo entero colapsa.
- La cultura que celebra el error: se construyen sobre una cultura que no castiga el error, sino que lo celebra como una oportunidad de aprendizaje.
La antifragilidad en el contexto colombiano
Para un país como Colombia, con un entorno empresarial dinámico y marcado por una compleja mezcla de desafíos económicos, sociales y de seguridad, este enfoque es crucial. Un negocio antifrágil en Colombia no vería la volatilidad de la cadena de suministro como una amenaza, sino como la oportunidad para explorar nuevos proveedores locales y diversificar sus fuentes, haciendo su operación más robusta a largo plazo.
El liderazgo no se medirá por su capacidad de mantener la calma en la tormenta, sino por su habilidad para aprovechar la energía de esa tormenta para impulsar el crecimiento.
Por María Esteve, Partner & Corporate Affairs Strategy general director de LLYC