Hemos aprendido que hablar con honestidad no debilita. Por el contrario, fortalece la legitimidad, genera comprensión y consolida vínculos basados en la confianza.

Opinión

Liderar con coherencia reputacional

En tiempos de desinformación y polarización, la coherencia reputacional se convierte en un activo estratégico. Liderar con propósito y credibilidad es hoy una forma poderosa de influencia empresarial.

Por: María Claudia Naranjo
18 de julio de 2025

En contextos marcados por la incertidumbre, la polarización y la desinformación, el verdadero diferencial de los líderes empresariales no es únicamente su capacidad de gestión, sino su habilidad para generar confianza, sostener legitimidad y encarnar un propósito con coherencia. La reputación, en este nuevo entorno, ya no es un premio posterior a los resultados financieros, sino la condición necesaria para operar, atraer talento, dialogar y conectar con la ciudadanía.

En América Latina, una región atravesada por ciclos de desconfianza institucional, el liderazgo empresarial se ha vuelto una forma de representación simbólica. En ausencia de referentes públicos confiables, la ciudadanía proyecta sobre las empresas una exigencia moral que va más allá del mercado. Esa exigencia no se responde con campañas, sino con coherencia radical entre lo que se dice y lo que se hace.

Por ello, hoy la expectativa ya no es que las organizaciones se limiten a cumplir su función económica, sino que actúen como agentes públicos en un sentido amplio: que se pronuncien, que participen, que representen valores compartidos. Esto no significa polarizar la empresa, sino reconocer que el impacto empresarial es siempre político en tanto transforma el entorno en el que actúa.

Liderar desde la reputación exige comprender que la confianza es una forma de poder. Las decisiones ya no se validan únicamente desde los balances, sino desde la legitimidad para tomarlas. Esa legitimidad se construye en la conversación pública, a partir de valores compartidos.

Lo que se espera de las organizaciones no es que sean estridentes, sino consistentes. Es preferible la prudencia activa —una que escucha, interpreta y se expresa cuando tiene sentido— a la neutralidad vacía, que termina erosionando la cercanía con los públicos. La sensibilidad para identificar cuándo hablar y cuándo actuar en silencio es hoy tan estratégica como el contenido del mensaje mismo.

En ese sentido, la gestión de la reputación no puede seguir siendo un apéndice comunicacional. Es una función estratégica que atraviesa la cultura organizacional, el estilo de liderazgo y las decisiones. El verdadero blindaje reputacional no se construye con manuales de crisis, sino con trayectorias éticas consistentes. Los líderes que reconocen las tensiones propias de su industria y las abordan con honestidad son percibidos como más creíbles que aquellos que evitan el conflicto o lo maquillan.

Además, en un entorno donde los públicos ya no solo se informan, sino que participan de la narrativa, la reputación se vuelve un diálogo continuo. No basta con emitir mensajes; hay que habilitar conversaciones. No se trata de controlar la narrativa, sino de ganarse la legitimidad para estar en ella. Liderar con reputación en tiempos convulsos significa gestionar la visibilidad con propósito.

Porque, en una sociedad saturada de información, solo quienes construyen credibilidad desde la coherencia y la escucha tienen futuro. Y en ese horizonte, el liderazgo reputacional no es una estrategia defensiva: es una forma de influencia, una apuesta ética y una muestra concreta de que es posible hacer empresa con propósito en medio del ruido.

María Claudia Naranjo, Directora de Relaciones Corporativas de Banco de Bogotá

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