Para un líder, aprender a captar este estado de reposo mental es una habilidad esencial. Es ahí donde puede activar no solo su razón, sino también su intuición.

Opinión

Más allá de las palabras: el poder olvidado del silencio

Solemos vivir valorando la velocidad y la respuesta inmediata y es desde ese lugar que el silencio es visto como un vacío incómodo. Pero lejos de esta percepción, puede ser una fuente profunda para activar la intuición, el liderazgo y la conexión auténtica.

Por: Yukari Sawaki
26 de junio de 2025

Imagina que estás en una sala de reuniones con varios de tus colegas. Haces una pregunta y, de repente, el silencio se instala.

La atmósfera cambia. Las miradas se cruzan, los pensamientos se suspenden en el aire y una tensión palpable empieza a crecer. El murmullo se apaga. Ese instante de quietud puede resultar incómodo, incluso perturbador.

Ante este escenario, algunas personas optan por llenar el vacío rápidamente con palabras. Otras eligen permanecer como observadores concentrados. Este contraste pone en evidencia nuestra compleja relación con el silencio. ¿Por qué a algunas personas les genera malestar, mientras que otras lo reciben con curiosidad?

Tendemos a interpretar estos momentos sin voz como sinónimo de inacción, improductividad o incluso falta de liderazgo. Esta percepción limita su verdadero potencial: lejos de ser una ausencia, el silencio puede ser una forma poderosa de presencia. Un terreno fértil donde florecen la introspección, la escucha real y la conexión genuina.

El arte de estar en calma

Acostumbrados a vivir bajo la presión de la velocidad y la urgencia de responder sin demora, permanecer en calma se convierte en un arte. Como diría Edward de Bono, es justamente en esa fracción de tranquilidad donde el pensamiento puede liberarse de sus patrones habituales, permitiendo que surjan conexiones inesperadas y nuevas formas de innovar.

Paul Watzlawick afirmaba que “no se puede no comunicar”. Incluso la ausencia de expresión verbal transmite un mensaje. Cada pausa tiene significado. Leerlo nos lleva a una comunicación más honesta, donde incluso las emociones más complejas encuentran un canal natural para manifestarse. A veces, las respuestas que buscamos no están en lo que se dice, sino en lo que hay detrás.

Sin embargo, pocas veces nos detenemos a preguntar:

¿Qué se está tratando de decir? ¿Qué verdad comienza a emerger desde lo no dicho?

El silencio como camino hacia la claridad

El budismo lo ha entendido desde siempre: el mutismo es un refugio, un camino hacia la autoexploración y la claridad. En la serenidad de la meditación se cultiva la atención plena, y de ahí emergen los insights más valiosos. Esta perspectiva también puede ser útil en el mundo organizacional.

Para un líder, aprender a captar este estado de reposo mental es una habilidad esencial. Es ahí donde puede activar no solo su razón, sino también su intuición. Preguntarse, sin prisa, por qué el equipo calla; qué sentimientos están contenidos allí; qué necesita surgir. Prestar atención a lo que no se dice es a veces más importante que mil palabras. Y cuando se pasa por alto, se pueden bloquear procesos importantes de ideación y reflexión que requieren de ese tiempo para madurar. Por eso, lo más recomendable es permitir que ocurra, sostenerse allí y, si es preciso, preguntarle a la misma audiencia por qué se ha presentado. Así, en lugar de ignorar o cubrir con expresiones verbales apresuradas, el silencio se puede convertir en una oportunidad para descubrir y vincularse a un nivel más profundo. Como recordaba Albert Mehrabian: “la mayor parte de la comunicación no es verbal”.

Por eso, los guías más sabios permiten que estos instantes fluyan y se dan el permiso de entenderlos; incluso usan el silencio como herramienta intencionada para enfatizar, escuchar y empoderar. Comprenden que muchas veces este silencio guarda desacuerdos no expresados, temores, bloqueos o incluso procesos internos que necesitan decantar y procesar.

Visualizo una gran oportunidad en este territorio inexplorado que nos invita a conocernos y a relacionarnos mejor con quienes nos rodean. Se trata de una invitación a cultivar la paciencia y la vulnerabilidad. Quizás no encontremos respuestas inmediatas, pero sí el tiempo y el lugar para dar con las preguntas que realmente importan y dejar que los aprendizajes significativos hagan su trabajo en la toma de conciencia que conduce al cambio.

Porque al final, no se trata solo de enfocarnos en lo evidente, sino de trascender, entendiendo lo que aún no encuentra cómo expresarse. En ese contexto tranquilo —a veces incómodo, siempre revelador— se gesta algo fundamental: la posibilidad de liderar con más conciencia e influencia. Quizás el mayor acto de sabiduría no consiste en tener siempre algo que decir o en hablar más, sino en la valentía de transitar y gestionar estos lugares silentes para permitir que lo esencial y más humano emerja.

Yukari Sawaki, Gerente DOH Negocio Cárnicos de Nutresa