Cada época deja una huella estética. Los años 60, con su desenfado, nos regalaron tapices psicodélicos.

Opinión

Tu casa, el archivo de tu vida

El diseño interior, al igual que la moda, es una forma de expresar quiénes somos. Crear espacios con intención es también un acto emocional y transformador.

Por: María Paula Moreno
18 de julio de 2025

Dicen que la forma en que elegimos vestirnos refleja nuestra esencia. Yo creo que diseñar el espacio en el que vivimos también lo hace. Así como seleccionamos una prenda que nos representa, deberíamos poder reconocernos en las paredes, los colores, las texturas y los objetos que nos rodean. Porque no se trata solo de habitar un lugar, sino de apropiarnos de él. De vestirlo, como a nosotros mismos, con intención y con alma.

Siempre me ha fascinado la forma en que la moda y el diseño interior dialogan entre sí. Ambos son lenguajes de expresión. Ambos nos permiten contarle al mundo quiénes somos, incluso antes de hablar. A veces, basta con unos tacones para sentirnos poderosas. O con renovar la habitación, la sala o la cocina, para sentir que nuestro hogar también se transforma.

La conexión entre moda e interiorismo es íntima, aunque no siempre seamos conscientes. Ambos mundos se nutren de tendencias, de movimientos culturales, de búsquedas personales. Las pasarelas nos dan pistas que luego se reflejan en los hogares: los colores que se imponen, los materiales que regresan, las formas que evocan otras épocas. Pero más allá de la tendencia, está la intención. Y ahí es donde esta conversación cobra sentido.

Uno de los ejemplos más icónicos de esta relación es el del pequeño vestido negro de Coco Chanel, que desde 1926 se convirtió en sinónimo de elegancia sencilla. Ese mismo espíritu -el de lo clásico reinterpretado- se ha trasladado a baldosas, patrones y muebles. ¿Cuántas cafeterías replican hoy esa estética sin saberlo? ¿Cuántas veces decoramos sin darnos cuenta de que también evocamos memorias visuales colectivas?

Cada época deja una huella estética. Los años 60, con su desenfado, nos regalaron tapices psicodélicos. Los 2000, con su funcionalidad, nos llevaron al minimalismo. Pero lo interesante no es solo observar esa evolución, sino preguntarnos: ¿qué dice de nosotros nuestra elección estética? ¿Por qué escogemos una paleta neutra o un sofá amarillo? ¿Qué intentamos comunicar, incluso dentro de nuestra propia casa?

Remodelar es un acto íntimo. Suele ser el resultado de una pausa, un deseo de cambio o una transición emocional. A diferencia de la ropa, no renovamos nuestros espacios todos los días, por eso necesitamos soluciones duraderas, modulares y sostenibles, que comprendan que la vida no es estática y que nuestros gustos tampoco lo son. Frente al vértigo del fast fashion, el diseño de interiores nos invita a la pausa: a pensar, a elegir, a quedarnos con lo que realmente tiene sentido.

Hoy, muchas marcas de moda han entendido esto. Han extendido su propuesta al hogar porque saben que ya no existe una frontera entre estilo personal y estilo de vida. Lo que somos en la calle, queremos serlo también en la sala, en la cocina o en el baño. Y la tecnología nos permite soñar con más precisión: visualizar, proyectar, personalizar. Nunca fue tan fácil diseñar con intención.

No podemos olvidar que la casa es, en muchos sentidos, nuestro archivo personal. Cada objeto, cada mueble, cada recuerdo tiene un valor sentimental que muchas veces supera su valor decorativo. La elección de lo que conservamos o transformamos dice tanto de nosotros como lo que decidimos mostrar. Nuestro hogar guarda nuestra historia.

Además, espacios como el Salone del Mobile de Milán nos muestran cada año cómo la moda y el interiorismo marcan juntos el pulso de lo que viene. Es allí donde se anticipan no solo formas y colores, sino también las emociones que habitarán los espacios del futuro.

Es fundamental encontrar un equilibrio entre seguir las tendencias actuales y crear interiores duraderos y auténticos, en función de nuestro bienestar y autoestima. Me encanta ver cuando el estilo se proyecta como una visión integrada, en la que priman la búsqueda de identidad personal, el confort, la funcionalidad y la calidad. Más allá del diseño del momento, hay inspiración para ser y estar donde queremos.

A lo largo de mi experiencia en Almacenes Corona, he visto cómo un cambio de espacio puede transformar a una persona. He presenciado lágrimas en remodelaciones que no son por el mármol ni los acabados, sino por el sentido de pertenencia que emerge. Porque, al final, como en la moda, lo importante no es solo que se vea bonito, sino que se sienta propio. No se trata únicamente de diseño, sino de conexión.

En definitiva, el hogar -al igual que nuestra vestimenta- se ha convertido en un reflejo poderoso de lo que somos y queremos ser. Me gusta pensar que cada elección estética -un piso, un color, una textura- es también una elección emocional. Y acompañar a otros en ese proceso es, sin duda, uno de los privilegios más bonitos de mi trabajo.

María Paula Moreno, Gerente General de Almacenes Corona

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