Ser coherente y auténtico no es un acto de marketing emocional ni una estrategia para agradar.

Opinión

Tu experiencia es poder: liderazgo que toca el alma

Cuando un líder abraza su historia, incluso sus heridas, puede conectar de manera más profunda y generar un impacto emocional y ético duradero.

Por: Luchy Mejía
26 de junio de 2025

Mucho se habla hoy de ‘ser auténtico’, pero no siempre se comprende la profundidad de lo que eso implica. A lo largo de mi vida y de mi práctica profesional, he aprendido que solo podemos dar desde lo que realmente somos, no desde lo que aparentamos o idealizamos.

Ser coherente y auténtico no es un acto de marketing emocional ni una estrategia para agradar. Es un camino de autoconocimiento que nos invita a reconocernos con nuestras luces y sombras, y a honrar la experiencia que nos ha moldeado. Porque la experiencia no son los títulos ni los cargos: es aquello que ha pasado por nuestro cuerpo y por nuestra alma, dejando una huella. Es memoria emocional y sabiduría encarnada.

En mi caso, esa experiencia comenzó muy temprano. Perdí a mi madre siendo apenas una niña. Me crié con mi padre y mi hermano, dos hombres adultos, y como adolescente asumí que no podía ser motivo de preocupación para ellos. Me volví fuerte, resolutiva, y aprendí —sin saberlo— a no pedir ayuda. Ese ‘ser fuerte’ que tanto se aplaude venía, en mi caso, del miedo. Miedo al fracaso, al rechazo, a no ser suficiente.

En mi estudio y práctica de la gestión emocional, he identificado cinco miedos arquetípicos que están presentes en todas las personas, y que se manifiestan especialmente en quienes lideran:

  • Miedo al rechazo
  • Miedo al fracaso
  • Miedo al abandono
  • Miedo a la injusticia
  • Miedo a la humillación

Estas emociones profundas, que algunos asocian con las llamadas ‘heridas de la infancia’, no son solo terreno de la clínica o del diván. Son parte del tejido emocional con el que las personas llegan a las organizaciones. Y eso incluye, por supuesto, a quienes lideran.

Durante más de dos décadas acompañando a ejecutivos, equipos de alto rendimiento y formando coaches, he comprobado que muchos liderazgos se sostienen —sin saberlo— desde uno o varios de estos miedos. Cuando no somos conscientes de ello, esos miedos pueden conducirnos a relaciones controladoras, a decisiones cargadas de exigencia o a una autoimagen rígida e inflexible.

Pero cuando un líder se permite mirar con compasión sus propios miedos, comienza la verdadera transformación. Ese líder se vuelve más coherente, más humano, más cercano. Y eso, lejos de debilitarlo, le otorga una autoridad y credibilidad genuinas.

Por eso, cuando formo coaches o acompaño líderes, siempre recurro a ejemplos personales. No porque crea que mi historia es más importante, sino porque sé que ponerme como ejemplo —con mis heridas y mis sombras— genera confianza. Hablar desde uno mismo es una forma profunda de conexión.

Hay algo muy poderoso en exponer lo que uno ha vivido y no solo lo que ha leído. Un estudio del Center for Creative Leadership (2023) reveló que el 72 % de los líderes que comparten sus historias personales logran una conexión más duradera con sus equipos, en comparación con quienes se apoyan únicamente en modelos teóricos o referencias externas.

La autenticidad no consiste en mostrarse perfecto, sino en mostrarse presente. Y eso implica ser consciente de cómo nos ha configurado la vida, y cómo eso impacta en la forma en la que hoy influimos en otros.

Liderar desde uno mismo es, en definitiva, un acto de valentía. Requiere conocernos, aceptarnos y decidir conscientemente desde dónde queremos impactar.

Porque cuando nos conocemos, podemos elegir. Y cuando elegimos desde lo auténtico, podemos servir con verdad, con integridad y con propósito.

Tal vez hoy ya estés en un lugar de liderazgo o en una posición de privilegio. Quizás muchas luchas hayan quedado atrás, superadas con coraje, disciplina y fe.

¡Eso es maravilloso! Sin embargo, detenernos a recordar con gratitud de dónde venimos, lo que hemos vivido y el camino recorrido para llegar hasta aquí, es un acto de conciencia que potencia nuestra capacidad de inspirar y transformar.

Porque el verdadero liderazgo no nace solo de las victorias, sino de las cicatrices honradas, de las noches oscuras comprendidas y de la valentía de seguir caminando con el alma abierta.

Por eso, te invito a preguntarte hoy:

  • ¿Cuáles han sido los hitos más significativos de tu historia personal y profesional?
  • ¿Qué miedo —de los cinco arquetípicos— ha estado más presente en tu liderazgo?
  • ¿Desde dónde estás liderando hoy: desde el miedo, la expectativa externa o tu coherencia más profunda?
  • ¿Qué parte de tu historia necesitas aún aceptar, abrazar o compartir con otros para liberar todo tu poder?

Aceptar nuestras propias vivencias, con sus luces y sombras, no solo nos humaniza: nos vuelve referentes reales, cercanos, accesibles y confiables. Y eso es lo que el mundo necesita hoy: líderes que inspiren desde la verdad y que generen un impacto emocional y ético en sus entornos.

Porque el liderazgo auténtico es el que deja huella en el alma. Y ese, no se improvisa: se cultiva desde la verdad de nuestra experiencia.

Luchy Mejía, Master Coach – Experta en Emociones - CEO Potencial Humano Integral