
Opinión
Unidos por la salud: el valor de las alianzas con propósito
En esta columna, una reflexión sobre la importancia de las alianzas público-privadas, académicas y comunitarias para fortalecer los sistemas de salud en Colombia y América Latina.
Colombia y América Latina enfrentan desafíos de salud que no admiten soluciones aisladas. La Organización Mundial de la Salud ha insistido en que los sistemas sanitarios se fortalecen cuando existe una colaboración efectiva entre los sectores público, privado, académico y comunitario. La OPS, por su parte, ha subrayado que ninguna organización, agente o sector puede abordar por sí solo los retos de salud. Sin alianzas, los esfuerzos terminan siendo fragmentados, costosos e insuficientes.
Pensemos en algunos de nuestros desafíos más urgentes: reducir la mortalidad e incidencia de enfermedades de alto impacto, fortalecer las capacidades de los profesionales de la salud para garantizar una atención de calidad y consolidar la prevención como pilar esencial de la salud pública. Ninguno de estos objetivos puede alcanzarse de manera aislada; todos requieren la acción coordinada de los diferentes actores del sistema.
El sector público tiene la tarea de orientar las políticas; la academia, de generar y transferir conocimiento; las empresas, de aportar innovación y capacidad para escalar soluciones; y la sociedad civil, de brindar legitimidad y cercanía en los territorios. Solo cuando estas piezas se articulan alrededor de un propósito común, los esfuerzos logran convertirse en transformaciones reales.
El Foro Económico Mundial también lo destaca: toda colaboración debe aprovechar las competencias únicas de cada actor para generar enfoques innovadores que conduzcan a los resultados esperados. La clave está en articular miradas diversas que permitan diseñar soluciones nuevas. Las alianzas son el punto de encuentro donde se cruzan experiencias, se suman capacidades y se construye valor compartido. Juntos, logramos un impacto que trasciende lo que cada parte podría alcanzar de manera individual.
En MSD creemos firmemente en este principio. Por eso hemos impulsado Alianzas para la Vida, una iniciativa de colaboración público-privada que busca fortalecer el sistema de salud colombiano a través de tres ejes: salud de la mujer, investigación clínica y equidad en la atención del cáncer. Gracias a este esfuerzo hemos llegado a más de 14.000 personas en 30 departamentos, trabajando con instituciones educativas, comunidades indígenas, población migrante y profesionales de la salud. No lo menciono como un logro aislado, sino como una muestra de que, cuando las alianzas se diseñan con propósito y visión de largo plazo, generan un impacto profundo y sostenible en la sociedad.
Aún queda camino por recorrer. Necesitamos más alianzas que promuevan la innovación desde los gobiernos locales, que integren las capacidades logísticas y financieras de empresas y ONG, que impulsen la investigación aplicada en las universidades y que multipliquen el conocimiento a través de los profesionales de la salud en sus comunidades. Solo así podremos responder con mayor precisión a los retos que enfrenta nuestro sistema de salud.
Mi postura es clara: las alianzas no son una opción secundaria ni un complemento. Son el motor que define si avanzamos hacia un sistema de salud más eficiente, equitativo y sostenible. Los invito a dejar de vernos como actores separados y a asumir la corresponsabilidad de actuar juntos. Las alianzas con propósito son la llave, el camino y la oportunidad para transformar la salud en Colombia y en la región. El momento de unirnos es ahora.
Johanna Ballesteros, gerente general de MSD para el clúster Colombia y Ecuador.
