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Colombiano migró a este país europeo y asegura que “comen mejor los marranos”. Así es su historia
En su corta travesía, que duró 20 días, aseguró que en dicha nación “lo tratan a uno como esclavo” y destacó el estilo de vida en Colombia.


Cada año miles de colombianos dejan el país con la esperanza de construir una vida mejor en el exterior. Aunque muchas historias reflejan superación, también abundan los relatos que exponen las dificultades, desilusiones y retos a los que se enfrentan quienes deciden migrar. Este es el caso de Mauricio, un vendedor ambulante bogotano que hace un año tomó la decisión de dejarlo todo para probar suerte en Europa, pero terminó regresando con más deudas y una amarga experiencia.
Antes de tomar la decisión, Mauricio tenía su propio puesto callejero, con el que incluso logró montar un almacén de muebles. Sin embargo, las dificultades económicas, las deudas acumuladas y el cierre del negocio lo llevaron a buscar nuevas oportunidades en el Viejo Continente.
“Este negocio lo iba a dejar, me fui a hace un año. Lo dejé vinipelado y guardado, pero no hay como vivir en Colombia”, contó Mauricio en entrevista con el creador de contenido Germán Mauricio Osorio, a través de su canal digital. El relato, sencillo, pero potente, ha resonado entre cientos de usuarios que, como él, alguna vez soñaron con migrar.

El país que eligió fue Polonia, una nación que en los últimos años ha captado migrantes de distintas partes del mundo por su crecimiento económico y la demanda de mano de obra. Según datos de Eurostat, la comunidad de colombianos en dicha nación aún es pequeña, con más de 3.000 connacionales viviendo en el país, según Migración Colombia, pero ha ido en aumento. Muchos de ellos llegan con visados de trabajo temporal o como estudiantes, atraídos por costos de vida más bajos en comparación con otros países de la Unión Europea.
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Sin embargo, la realidad dista mucho de la promesa de prosperidad. “Lo tratan a uno como esclavo, comen mejor los marranos que uno”, sentenció Mauricio, decepcionado. Durante su estancia, que apenas duró 20 días, se enfrentó a condiciones laborales precarias y falta de apoyo. “Me agarré con la gente y me tocó dormir seis días en un aeropuerto, porque no me quisieron adelantar tiquetes”, relató.
Su travesía comenzó en Madrid y Málaga, pero su destino final era Gdansk, una ciudad portuaria al norte de Polonia. Para llegar allí, gastó cerca de 10 millones de pesos colombianos. Su objetivo era trabajar duro para pagar las deudas acumuladas. Sin embargo, el plan fracasó. “Regresé más endeudado de lo que me fui”, confesó.

Pese a todo, Mauricio rescata una experiencia que muchos colombianos no han tenido, como viajar por primera vez en avión y conocer otras ciudades del mundo. No obstante, para él quedó claro que las oportunidades en el extranjero no siempre son como las pintan. “Eso es mentira, aquí vivimos como reyes”, dijo, desmitificando la narrativa de que emigrar es sinónimo de progreso garantizado.
Ahora, de regreso en Bogotá, enfrenta un panorama difícil. Su almacén está cerrado, su carro Chevrolet está embargado, y busca ayuda jurídica para resolver su situación financiera. Aun así, no se rinde. Mauricio ha reinventado su puesto ambulante y lo ha convertido en un negocio más moderno. Vende shots de licor, empanadas, arepas, pasteles, jugos naturales, gaseosa y café. El sistema de bebidas fue diseñado por él mismo, adaptando su vehículo para incorporar una experiencia distinta en la calle.